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Un Paraiso de Cobre

(Texto extraido de: 'El Pecado de Llamarse Carmen')


"El espejo reflejaba mi imagen. Dulcemente, quede perplejo ante aquella visión. Era la primera vez que me daba cuenta de mi estado. No era yo, no era la misma persona que durante años había reflejado el espejo de mi habitación. Algo había cambiado, mi espiritu por fin se sentía un poco más libre, más sereno… aquella imagen me maravilló. Tantos años ocultado de esa realidad, que aunque latente, escondida bageava por mi mente.

Por primera vez en mi vida me vi hombre, masculino, atractivo… ¿sería, tal vez, el reflejo, que caia justo en mi lado más sensual, más bello?.
Por un momento me sentí embriagado… aquel rostro tan perfecto, casi desconocido, era el mio.

Mis ojos bajaron su atenta mirada para posarse en una hermosisima figura que habia encima de aquella mesita. Me pareció la figura más perfecta del mundo, la más hermosa que vería jamas en mi vida.
Un perfecto muchacho, Narciso, de cobre viejo, con el torso desnudo, púdicamente tapado por una pequeña túnica, rodeado por los brazos de Ameinias, su cuerpo perfecto, sus brazos buscaban una respuesta a sus súplicas de amor. Estaba sentado en una pequeña roca bronceada, mirando hacia abajo, quizá esperando la llegada de alguna respuesta, envuelto en un halo de incomprensión por su tardanza, astiado de esos brazos que le ofrecían amor. Fui recorriendo atentamente cada rincón de aquella figura.

No quería perderme ninguno de aquellos perfectos detalles del cuerpo de Narciso, tan sensualmente sentado en aquella roca, enseñando su perfecto cuerpo, rodeado de sus perfectos cabellos labrados, callado, con las piernas recogidas, esas piernas perfectas, definidas… Los brazos de aquel Narciso bromceado rodeaban esas hermosas piernas, como si éste estubiera a punto de fundirse en un abrazo con ella misma, con su espiritu, se amaba, se quería, se acariciaba, pero despreciaba los brazos de Ameinias.

Mi imaginación voló por un instante. Me ví yo, abrazando a aquella figura masculina, juntando nuestros torsos, sintiendo aquella fria masa de cobre por mí, la piel me zumbaba de los escalofrios que mi propio cuerpo se obligaba a sentir… Me habría fundido con el en ese mismo instante, habríamos sido solo una persona, un objeto mismo, una palabra impronunciable, un sentimiento incomprendido, un sueño realizado…

Toda una serie de palabras empezaron a desprenderse entonces de mi mente, algunas de ellas que ya había conocido durante toda mi vida, otras que empezaban a nacer, que surgían como algo suave y delicioso, algunas de ellas totalmente desconocidas hasta ese mismo momento, pero que a veces dolían, otras veces excitaban, y otras mezclaban sensaciones difíciles de expresar.

Amor, pasión, ternura, odio, pecado, repulsión… Dios, sexo… Mi cabeza no organizaba bien estas estructuras, no las procesaba con rapidez, y a consecuencia las mezclaba, las hacia tan ansiadas como repudiadas a la vez.

Subí mi mirada al espejo, otra vez.

Volví a encontrarme aquel reflejo de mí, esa extraña criatura bella y desconocida, que tanto se había parecido a mí durante mucho tiempo. Mi mano, sin orden alguna, apareció para acariciar aquella piel de mi cara, como algo novedoso, quería sentirme, quería conocerme, quería acariciarme y tranquilizarme. Era la primera vez que empezaba a querer darme un respiro, quería perdonarme a mi mismo, darme consuelo, ánimo.

[...]

No cabe decir que, a modo de gracia, tiempo después, siempre he considerado aquella hermosa figura de Narciso como mi primer amor, la primera relación estable que tuve de joven, la primera sensación sexual, la primera experiencia espiritual que me llenó completamente.

Otra vez esa sensación suave de una mano fría, casi congelada tocándome la espalda me hizo adentrarme más en el ensueño del abrazo que me fundía con aquella estatuilla… ¿estaba Narciso llamándome para acabar sumidos en un caluroso abrazo?

_’Hombre!…Despierta’_ dijo Jaume.

Mi sueño se esfumó dejando tras de sí un rastro sereno de sensaciones maravillosas… me quedé vacío, y sobretodo avergonzado. Noté como mis mejillas se iban poniendo coloradas, con ese típico rubor caluroso que se combina con el ligero cosquilleo de la subida de sangre caliente a las mejillas.

Se me escapó una leve pero marcada sonrisa. [Respiré]. "

Benjamin22 de febrero de 2012

3 Comentarios

  • Neogrekosay2012

    ¡Cuánto facilita la existencia el saberse capaz de crear un relato! El lector imagina y forma parte del desarrollo del texto. Sabes dirigir la mirada hacia detalles cuajados de sensibilidad, porque la vida sin un guión vivido decae y el texto se convierte en un montón de palabras. Uno de tus regalos, de esos juegos existenciales que nos dejas en TT, para revelarnos horizontes vitales. No puedo expresarte que hayas mejorado en tu desarrollo contextual, creo que crees firmemente en lo que escribes y forma, con esa delicada estructura de metal, toda una metáfora del ser. Grandes saludos.

    22/02/12 07:02

  • Justin25

    Un hermoso sueño amigo mío, del que uno no quisiera despertar jamás....

    16/03/12 08:03

  • Sonoridario

    Escribías...Tu gran proyecto, entre intensidades y temores. Vuelvo a rescatar todo lo bueno que aquí dejaste. Reitero que tu regreso nos llenaría de alegría. Disfruta, allá donde estés.

    25/12/14 02:12

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