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Cartas de Amor En la Distancia 12



Isabel dejó las cajas con ropa donde le indicó la anciana y se despidió de ella apresuradamente. Necesitaba tranquilizarse y meditar sobre la noticia que había recibido. En lugar de entrar en el coche, aparcado al lado de la iglesia, echó a caminar por la calle paralela a la plaza, bordeada de álamos y por donde había paseado a los catorce años con su primer amor. Sonrió al recordarlo. Nada volvería ya a ser tan inocente como en aquellos tiempos en que se abría por vez primera al mundo y a la vida, con sus penas y alegrías. Se subió el cuello del abrigo y metió las manos en lo hondo de sus bolsillos. Caminar por aquellas calles familiares le ayudaba a pensar mejor y sobre todo a calmarse. Así que Víctor Medina había sido el cura del pueblo. Era normal que su madre y él se conociesen e incluso tuviesen cierta relación, dado que la iglesia estaba al lado de la escuela y en aquella época era el cura quien daba las clases de religión a los niños. Pero, ¿era normal también que su madre conservase aquel enorme fajo de cartas, y escondidas? No las había leído, porque no había tenido tiempo pero también porque le daba miedo encontrarse con algo que prefería ignorar. Ahora se daba cuenta de que quizá nunca había conocido verdaderamente a su madre. O al menos no como mujer. Siempre había pensado en ella como Mamá, que estaba presente continuamente en la vida de sus hijos, dando amor, consejos cuando se lo pedían, cuidados y comprensión. Pero, ¿ella qué había sentido? ¿Había sido feliz, había añorado algo en su vida? Probablemente sí, pero en todo caso nunca había hablado con ella ni con sus hermanos de sus carencias y sus penas, si es que las había tenido. Ella sospechaba que sí, porque siempre recordaba a Mamá con una sonrisa en los labios, pero profundamente triste. Ojala hubiese sido más considerada con su madre y le hubiese preguntado cuando estaba viva más a menudo como se encontraba, si necesitaba algo. Mamá siempre estaba ahí para ayudar, para reconfortar, para dar ánimos y de vez en cuando lanzar alguna de sus pullas cargadas de ironía para que la persona en cuestión se pusiese en marcha y encauzase su vida. Pero, ¿de Mamá quien se ocupaba?

En eso iba pensando Isabel mientras conducía despacio, de vuelta a casa, por aquel camino que le era tan familiar que podría hacerlo con los ojos cerrados. Tenía que saber más cosas de la relación que su madre había tenido con ese sacerdote y para ello nada mejor que leer las cartas que había encontrado. Pero sabía que no sería capaz de hacerlo porque todo su ser se rebelaba contra la idea de violar la intimidad ajena. Era verdad que su madre estaba muerta, pero, ¿Y Víctor Medina, el hombre que había escrito esas cartas? Tal vez lo que debería hacer era averiguar dónde estaba y devolverlas a su legítimo dueño. Si él quisiera contarle algo se lo agradecería, pero consideraba que no tenía derecho a entrar en la vida privada de otra persona. Cuando tomó la decisión se encontró más ligera y animada. Pero cuando estaba entrando en la casa se preguntó cómo podría enterarse del paradero del sacerdote. Hacía ya muchos años que se había ido del pueblo y además le daba reparo ir haciendo preguntas porque en los lugares pequeños la gente era muy malpensada y a veces hasta maledicente y no necesitaban argumentos para empañar la memoria de alguien fallecido. Mientras colgaba el abrigo en el perchero, una foto sobre el velador de la entrada le dio la solución. Eran su tía Esther y Mamá en el bautizo de Carlos, porque ella había sido la madrina de su hermano. Si, si alguien sabía algo del pasado de su madre, esa era la Tía Esther, porque ambas eran como hermanas. Mañana a primera hora la iría a ver, pero pensó que sería de buena educación llamarla antes. Su tía apenas salía ya de casa. Desde que se había quedado viuda su enfermedad del corazón estaba peor y se agotaba solo de caminar unos pasos.
Esperó pacientemente hasta que la Tía Esther le contestó y se sintió algo avergonzada cuando se dio cuenta de la alegría que le había dado al hablarle de su visita. Se dijo a sí misma que era una persona horrible por ir a verla ahora por su propia conveniencia cuando no la había visto desde la muerte de Mamá.
Beth12 de octubre de 2011

15 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Amita, pienso que Isabel no ofendería la memoria de su madre al leer esas cartas. Ella ya esta muerta.
    No le haría ningun daño. Ojalá la tía Esther le cuente lo que quiere saber.

    Un gusto leerte, amita.

    Por favor en mi plato me pones las galletas que tanto me gustan.

    Sergei.

    12/10/11 10:10

  • Beth

    Si, mi gatito. Siempre tus galletas a mano para que te encuentres bien. Lo mejor siempre para mi gatito. Y una caricia en el lomo

    12/10/11 11:10

  • Endlesslove

    A veces ignoramos que siente mamá; es como si nuestro papel fuera muchas veces solo dar.

    No quiero adelantarme a nada, quiero esperar a ver que dice Tia Esther, depronto ni diga nada y haya que leer las cartas, vamos a ver...
    Un abrazo

    13/10/11 12:10

  • Norah

    Ufa Beth, voy a leer las anteriores, hoy no quiero jugar a Rayuela ni a Cortazar, beso grande.

    13/10/11 04:10

  • Norah

    Ah, debo decir que eres una mujer muy bella en verdad.

    13/10/11 04:10

  • Beth

    Querida Susana, los hijos somos tan egoístas que casi nunca pensamos que los padres tienen vida más allá de habernos dado la nuestra

    13/10/11 10:10

  • Beth

    Gracias por esas palabras Norah,que no se si merezco o no, pero que de todos modos en ocasiones se necesitan. Besos

    13/10/11 10:10

  • Laredaccin

    Parece razonable apostar por que leerá las cartas. La curiosidad siempre vence.
    Besos.

    13/10/11 01:10

  • Beth

    No se Esteban, esta chica me ha salido muy rara y muy tonta y no hago obra de ella

    13/10/11 01:10

  • Motorpsico

    Tendrìa que leer las anteriores
    pero esta carta de amor me ha
    conmovido por sus verdades...
    Saludos Motorpsico.

    13/10/11 02:10

  • Beth

    Muchas gracias Motorpsico, me alegra mucho de que haya sido de tu interés.

    Un cariñoso saludo

    13/10/11 02:10

  • Vocesdelibertad

    Bueno, quiero protestar por haber dejado pocas páginas jeje
    Yo también apuesto porque leerá las cartas y, bueno, pues las compartirá seguramente con nosotros.
    Mira qué novela!! te felicito.

    14/10/11 05:10

  • Beth

    Gracias querida Voces. Estoy poniendo mucho de mi misma en esta historia y te aseguro que a veces me deja el alma hecha jirones

    14/10/11 05:10

  • Danae

    Entiendo que Isabel no quisiera leer esas cartas. Sin embargo, presiento que antes o despué tandrá que hacerlo. Seguiré leyendo para averiguarlo.
    Un enorme abrazo.

    05/11/11 04:11

  • Beth

    Isabel, como nos pasa a muchos, tiene miedo de la realidad, pero a veces hay que enfrentarla querida Danae. Un beso

    05/11/11 04:11

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