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Cartas de Amor En la Distancia 14

Isabel no supo que contestarle, porque en el fondo tenía razón, se lo había confesado. Pero no quería hablar del tema, así que decidió que esta ocasión era tan buena como cualquier otra para preguntarle por lo que le preocupaba.
-Tía, Mamá y tú erais muy amigas, ¿verdad?
-No, más que amigas éramos hermanas. Esa era nuestra relación.
-Entonces lo sabíais todo la una de la otra.
Pero Esther era demasiado lista para dejarse enredar, así que no le contestó. Entrelazó las manos sobre el regazo y la miró a los ojos, como retándola a que continuase.
-¿Quién era Víctor Medina?
-¿Quién te ha hablado de él?
-No te andes por las ramas, he descubierto unas cartas que Mamá tenía escondidas.
-Debería darte vergüenza, aprovechar la muerte de tu madre para cotillear en sus cosas.
-No seas ridícula tía. Tenemos que vender la casa y nos piden de la inmobiliaria que saquemos las cosas personales. Las encontré por casualidad y luego me he enterado de que ese hombre fue el cura del pueblo durante un tiempo.
Esther se llevó la mano a la frente y cerró los ojos durante unos segundos. El corazón le latía demasiado deprisa y tenía que calmarse antes de continuar. Respiró despacio y soltó el aire poco a poco, intentando tranquilizarse. ¿Qué podía decirle? Hacía ya muchos años le había hecho una promesa a Natalia y no podía romperla. Pero por otra parte también Isabel tenía derecho a saber cosas.
-¿Dónde están esas cartas?
-Las tengo yo-dijo, sacando el fajo del bolso y mostrándoselo. No podía dejar que cayesen en manos de Eulalia o de Carlos.
-Entonces, entiendo que las has leído. Y si es así, ¿para qué quieres que yo te cuente nada?
-No las he leído tía. Me hubiese parecido estar traicionando a Mamá. He preferido preguntarte a ti. Sé que tú lo sabes. Y confío en que me lo cuentes.
-¿Tú sabes lo que me pides?
-Te pido la verdad.
-La verdad de otra persona, de tu madre. Si ella te hubiese querido contar algo de eso, lo hubiese hecho. ¿No te parece?
-Igual tenía pensado hacerlo y no le dio tiempo.
-Isabel, tu madre sabía perfectamente que se iba a morir. Lo sabía-repitió. Si tanto te interesa saber quién es Víctor Medina, ¿por qué no lees esas cartas?
-Porque prefiero que tú me lo cuentes.
La anciana apretó los puños, cansada y enfadada de este reto que le imponían a estas alturas de su vida, cuando se encontraba ya cansada y simplemente esperando que le llegase su hora y deseando que fuese rápido, fácil y en paz.
-Eres una tremenda egoísta, niña.
-¿Por qué? ¿Por qué quiero saber cosas de la vida de mi madre?
-Porque no quieres el remordimiento de hurgar en sus cosas privadas, pero no te parece mal que yo falte a mis promesas.
Esta vez fue Isabel quien se desesperó. ¿Por qué era tan terca esta mujer y no le contaba lo que tenía derecho a saber?
-Es mi derecho conocer la verdad.
-No, no es tu derecho. Natalia, además de tu madre, era una mujer, y tenía una vida propia.
-Entonces no me contarás nada…
-No, no lo haré.
Ante la mirada de reproche de Isabel, la detuvo con un gesto. Se levantó despacio y fue hasta el mueble que estaba al fondo de la habitación. Abrió uno de los cajones y sacó una caja de madera, de color rojo. Se la dio a la chica, que se quedó mirándola, expectante.
-No te voy a contar nada, entiende que no puedo faltar a la promesa que le hice a Natalia. Pero de esto no prometí nada. Algún día, si quieres saberlo, te explicaré como ha llegado a mis manos esta caja.
-¿Qué hay dentro?
-Sólo puedo decirte que si la abres encontrarás la respuesta a tus preguntas. Tú sabrás si quieres o no hacerlo. Yo con esto, sin dejar de faltar a las promesas que hice a tu madre, cumplo mi deber contigo. Y ahora, si quieres quedarte a comer, me tienes que prometer que hablaremos de cosas agradables y no me acosarás con más preguntas.
Isabel asintió en silencio. El resto del día ya fue agradable, rememorando viejos tiempos, contando anécdotas de su madre que ella no conocía, de cuando las dos estudiaban juntas y luego de los primeros tiempos, cuando también compartieron trabajo. Cuando ya se estaba poniendo el abrigo y la bufanda para marcharse, Isabel se dio cuenta de que probablemente aquella mujer cuyo pelo ya era casi blanco del todo, había conocido a su madre como nadie; quizá fuese la persona que mejor la conocía. Antes de darle el abrazo de despedida, se decidió a preguntárselo.
-Tía, ya sé que te había prometido que no habría más preguntas, pero déjame que te haga una sola, la última.
Ella la miró con los ojos entornados, como resignada a la evidencia y con un ademán la animó a hablar.
-¿Tú crees que Mamá quiso de verdad a mi padre, que estuvo enamorada de él? Lo hablaba hace unos días con mi hermana, pero ya sabes cómo es ella, carece de curiosidad y en la mayoría de los casos prefiere no preguntarse cosas.
-Me preguntas si Natalia quiso a Leandro.
Había un tono extraño en la voz de Esther. Se alisó la falda, buscando arrugas imaginarias.
-Le quiso, si, le quiso mucho. Pero no creo que de verdad estuviese enamorada de él ni que le amase, al menos no siempre.
Isabel movió la cabeza, desconcertada.
-No te entiendo.
-Pues no es complicado de entender. Hay una diferencia enorme entre el cariño y el amor. Tu madre quería mucho a Leandro y sé que su muerte le afectó más de lo que vosotros podéis imaginaros. Pasaron juntos muchos años. Pero creo que no le amaba. Estuvo enamorada de él al principio, durante su noviazgo y en los primeros años de su matrimonio. Pero no le amó de verdad.
-Querer, amar…todo es lo mismo. Hay que ver cómo te complicas la vida, tía.
-Hija, me has preguntado y yo te he respondido lo que pienso. No tienes por qué creerme ni hacerme caso, al menos en cuanto a los sentimientos de Natalia, que al fin y al cabo eran suyos. Pero sí que debes creer que hay una diferencia y bien grande entre querer y amar. Se puede querer de muchas maneras y a muchas personas. Se ama una o dos veces en la vida, porque el amor es un sentimiento demasiado elevado.
-Entonces mi madre nunca amó-concluyó Isabel.
-Has dicho que era una pregunta, y con esta van dos. El cupo está cubierto por hoy. Anda, vete, no quiero que conduzcas de noche por esas carreteras y con este tiempo tan malo-la empujó hacia la puerta mientras la envolvía en un abrazo protector.
-Gracias, tía, por escucharme con tanta paciencia y por todo lo que has sido en la vida de Mamá y en la nuestra todos estos años.
Sólo cuando llevaba la mitad del camino recorrido, mientras iba oyendo en la radio el canal donde se emitía música clásica, se dio cuenta de que era probable que su madre si hubiese amado a alguien. En caso contrario, ¿por qué iba Tía Esther a esquivar la contestación? Sin darse cuenta apartó la mano derecha del volante y tocó el bolso, en el asiento de al lado, donde había guardado las cartas y aquella misteriosa cajita roja que todavía no estaba segura de querer abrir. Mientras mantenía su atención en la carretera sinuosa y difícil de transitar ahora que había empezado a llover de manera torrencial, pensó que aquella noche, después de cenar y cuando estuviera a solas y tranquila en su cuarto, debería encontrar las fuerzas necesarias para conocer el contenido de la caja. Sabía que nunca tendría paz si no cerraba aquel capítulo de la vida de Mamá, porque en cierto modo sentía que era también cerrar una parte de la suya propia. Le pareció por un momento escuchar la risa algo ronca y sardónica de su madre, que se burlaba de ella.

Beth15 de octubre de 2011

10 Comentarios

  • Endlesslove

    Bueno Tía Esther no habló claramente pero si dejo ver muchas cosas. ¡Claro que Natalia amo, estoy segura de eso!
    y a Isabel quiero zarandearla, que lea las cartas , no sabe la historia hermosa que encontrará ahí. Ahora tenemos una caja de madera y las cartas. ¡Dios que ya quiero saber!
    ups perdón Mabel , pero quiero seguir leyendo :)

    15/10/11 02:10

  • Beth

    Calma, niña, calma, que iremos sabiendo. A ver qué nos cuentan las cartas si es que esta chica las lee alguna vez, y esa nueva caja de Mamá, que a saber que guarda. Qué familia tan extraña y pesada, ¿no?

    Un beso, Susana

    15/10/11 03:10

  • Laredacción

    La familia no sé si es rara, pero Isabel desde luego que sí.
    El 99% de mujeres(seguramente de hombres también) ya habría leído las cartas y el 99,9% habría abierto la cajita de madera antes de arrancar el coche. Original que es la chica.

    15/10/11 06:10

  • Beth

    Vamos a ver, Isabel por una parte tiene miedo de lo que va a encontrar, y de otra parte, la han educado para que no sea cotilla.

    Y además, chicos, si abre las cartas a la primera acabo la novela en un pispas y no es cuestión.

    Licencias literarias, que se dice,¿no?

    15/10/11 06:10

  • Vocesdelibertad

    Imagínate para el calibre de curiosa que soy, si tuviese el libro ya me hubiera brincado la lectura de algunas páginas, pero tu historia va cobrando importancia e interés, se posiciona rápidamente en el lector.

    Ahora, he preferido esperar a que tengas dos capítulos publicados jeje

    Sigo contigo,

    18/10/11 12:10

  • Beth

    ¿Nunca habéis oído que la curiosidad mató al gato? Qué impacientes que sois, ¿eh? Todo se andará y creo que de algo nos iremos enterando

    18/10/11 10:10

  • Serge

    Beth:
    "Se ama una o dos veces en la vida, porque el amor es un sentimiento demasiado elevado".

    Es una gran verdad, el amor es muy difícil de encontrar.

    Me muero por saber el contenido de la cajita.

    Un gusto leerte.

    Sergei.

    24/10/11 09:10

  • Beth

    Ay mi gatito impaciente. Una caricia

    24/10/11 09:10

  • Danae

    Un encuentro de dos mujeres muy leales y honestas. Leales a la memoria de Natalia y guardando hacia su intimidad el respeto debido. Honestas en sus intenciones. Aún hay personas así, aunque no abundan.
    Un enorme abrazo, sigo leyendo.

    05/11/11 04:11

  • Beth

    Tienes razón Danae, la honestidad es un bien escaso, pero supongo que ellas dos todavía tienen muy arraigado el sentido de lo correcto y lo incorrecto

    05/11/11 05:11

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