TusTextos

Cartas de Amor En la Distancia 19

Isabel se quedó mirando el auricular con la boca abierta de asombro.
-Demonio de mujer-barbotó.
Colgó el teléfono despacio para intentar calmarse. El corazón le latía desacompasadamente. No podía entender como su tía, que sabía que la quería tanto como si fuese su propia hija, no le contaba lo que sabía. Pero si pensaba que con eso evitaría que ella se enterase de toda la vergonzosa verdad, se quedaría con las ganas. Cuando ya estaba decidida a reiniciar la lectura del diario de su madre, aún con muchas cosas pendientes qué hacer, oyó como un coche se detenía a la puerta. Salió a mirar y se sorprendió al ver salir la larguirucha figura de Gabriel. Le sonrió antes de envolverla en su abrazo y ella se sintió a salvo al oler su familiar aroma. Se refugió en su pecho y él le acarició el pelo.
-Te he echado de menos-susurró en su oído.
-Y yo a ti, cariño, por eso tuve que venir a verte hoy sin falta; ya no podía pasar más tiempo sin ti.
-¿Y el trabajo?
-He hecho horas extraordinarias toda la semana para poder escaparme hoy contigo. Y te echaré una mano con todo este lío, si quieres.
Isabel asintió mirándole a los ojos antes de besarle en el cuello. Ya dentro de la casa, le ayudó a quitarse el abrigo y le preparó un café con leche y tostadas con mermelada de arándanos, de la última que Mamá había hecho.
-Gabriel, hay algo que debo contarte-le dijo mientras le tendía una tostada ya untada de mermelada.
-No me asustes, ¿qué ha pasado?
-Ordenando las cosas de Mamá he encontrado cosas que no esperaba.
-Seguro que no han sido joyas ni dinero.
-No…es algo más desagradable. En realidad, varias cosas.
-Pues venga, cuenta, me estás dejando en ascuas. Sabes que odio esos aires de misterio que te gastas. Desembucha que no puede ser tan terrible.
Pero ella seguía dándole vueltas a la servilleta, intentando encontrar la mejor manera de contárselo. ¿Cómo le decía una al hombre de su vida que su propia madre había sido una casquivana?
-Isabel-le insistió.
-Déjame que aclare mis ideas y que piense por donde empiezo.
-Pues por el principio quedaría perfecto.
Suspiró profundamente antes de hablar e intentó, pasándose las manos por la cara, ordenar sus ideas.
-Primero fue el camafeo o una especie de medallón que encontré en el joyero de Mamá.
-¿Algo de gran valor que te hace suponer que tu madre haya sido amante de un millonario?
-No hagas bromas, tonto. Lo encontré por casualidad y me sorprendió porque había dos fotos.
-Sigue-la urgió cuando vio que se detenía. ¿De quién eran esas fotos?
-Una de ellas era mía, de cuando era apenas un bebé, y la otra era de un hombre delgado y moreno, con unos ojos grandes y expresivos.
-¿Y quién era?
-Pues al principio no tenía ni la más remota idea. Pero al día siguiente y también por casualidad me encontré con unas cartas que Mamá había guardado, de un tal Víctor Medina, y no me atreví a leerlas.
-¿Entonces?
-Pues me enteré en la iglesia y por casualidad, de que ese tal Víctor había sido el cura del pueblo un poco antes de que yo naciese.
-Pero que tu madre guardase cartas suyas no significa que fuesen amantes.
-Todavía no sé si lo fueron, pero lo sospecho. La Tía Esther me ha dado una especie de diario de Mamá y de lo que he leído sospecho que hubo entre ellos algo más que una mera relación formal. Pero la Tía Esther no quiere soltar prenda.
-A mí no me parece extraño que no te cuente nada. Lee el diario y juzga tú.
Isabel se encogió de hombros, dudando.
-Oye- le propuso a Gabriel. Estoy pensando que mientras yo preparo la comida puedes leer el principio de lo que Mamá escribió y luego me das tu opinión.

Gabriel la miró, dudando. A veces le desconcertaba profundamente y temía hacer algo que la ofendiese.
-¿Y tú crees que a tu madre le gustaría?
-Pues en todo caso no estará aquí para echártelo en cara. Y yo necesito una segunda opinión, porque igual me estoy pasando al juzgar a mi madre.
Este razonamiento de esa criatura a veces tan vehemente e irracional fue lo que movió a Gabriel a convencerse de que no sería amoral leer ese diario.
-Dámelo. Leeré las primeras páginas y te daré mi opinión más sincera.
Isabel se sintió aliviada de que alguien de su confianza fuese partícipe de su secreto, y decidió hacerle una comida especial. ¿Tal vez lasaña? Miró en la nevera a ver si tenía todos los ingredientes. Menos mal que todavía no había empaquetado la máquina de hacer pasta de Mamá, ahora le vendría bien para hacer las planchas de lasaña; frescas estaban mucho mejor. No había pensado ni por un momento en que esa máquina se la llevasen Blanca o Eulalia. Su cuñada detestaba cocinar, siempre comían fuera o compraban precocinados; y su hermana pasaba en la cocina el menor tiempo posible. Comprobó que había un trozo de morcillo de ternera que podría picar y también espinacas frescas y piñones y pasas…Estupendo. En la despensa estaba la última salsa de tomate que Mamá había envasado y tenía un trozo de queso cheddar para rallar. Se colocó el delantal y canturreando se fue a la cocina. Nada le ayudaba tanto a relajarse como cocinar. Puso la radio en las noticias para enterarse de lo mal que iba el mundo y empezó a preparar la masa para la pasta. Bendita técnica que tanto trabajo quitaba a las personas encargadas de la cocina. En su infancia no recordaba que su padre hubiese freído nunca un huevo o hervido agua para un té. Siempre era Mamá quien se preocupaba de que la familia tuviese una comida nutritiva y sabrosa. Cuando tuvo la pasta hecha picó la carne en su justa medida, ni demasiado gruesa ni tan trabajada que pareciese papilla. Salteó las espinacas y las mezcló con los piñones y las pasas, después de haberlo sazonado todo con pimienta y algo de sal. Mientras las espinacas se hacían se puso a mezclar la carne con la salsa de tomate, la albahaca fresca y muy picadita y el orégano. La cocina se llenó de buenos olores y al poco rato pudo empezar a montar la lasaña. Tan sólo le quedaba hacer la bechamel, y a ello se puso con buen ánimo, recordando el consejo de Mamá, de que el éxito de una buena bechamel era siempre la nuez moscada. Cuando terminó la salsa la esparció con generosidad por encima del compuesto y luego lo remató con el queso que acababa de rallar. Quince o veinte minutos en el horno, previamente calentado, y…voilá.
Beth21 de octubre de 2011

12 Comentarios

  • Melimeli91

    Me encantó
    Escribes muy bien :D
    Te felicito.

    Espero leas mi poema
    Se llama "Angel"

    Besos :)

    21/10/11 10:10

  • Beth

    Gracias por haberme leído. Ahora busco tu escrito

    21/10/11 10:10

  • Laredacción

    Gracias por los apuntes culinarios, me han abierto el apetito, je je
    Seguimos.

    24/10/11 01:10

  • Beth

    Bueno, es que estamos en la hora de que se abra el apetito. Cocinar me encanta y supongo que en algo se tiene que notar a la hora de escribir

    24/10/11 02:10

  • Vocesdelibertad

    Bueno en realidad no me sorprende que Isabel compartiera algo tan íntimo que debió descubrir ella misma... en ocasiones a mi, por falta de tiempo, me gustaría que alguien se enterara de todo lo que pasa en el mundo y luego me diera un resumen objetivo de las mismas.

    A ver entonces qué resulta de la visita de Gabriel, quizá él muestre mayor sensatez.

    Rica receta, en las tres novelas que leí tuyas, das importancia a la cocina y el ambiente que puede crear el hecho de tomar una buena tasa de café o, en este caso, una lasaña, quizá un ceviche hubiese quedado mejor jaja

    Sigo contigo

    24/10/11 07:10

  • Beth

    Lo del ceviche tendré que aprenderlo porque nunca lo he hecho, pero...todo se andará. Se hace con pescado, ¿No? Para mi es que la cocina es el sitio central de la casa, y el cocinar para la gente que quiero, un privilegio. No concibo invitar a la gente a un restaurante, prefiero hacerles algo, aunque sea una simple tortilla de patatas. Un beso, querida Voces

    24/10/11 07:10

  • Endlesslove

    No estoy muy segura de haberle dado a mi pareja el diario de mi madre, pero bueno si Isabel quería otra opinión, ya veremos que dice Gabriel.
    seguimos...

    25/10/11 04:10

  • Beth

    Yo creo que Gabriel a pesar de todas sus cosas, en esto puede ser más objetivo

    25/10/11 11:10

  • Serge

    Beth:
    Se me abrio el apetito con esa lasaña, hasta acá llegan los olores.
    Me intriga la opinión que tenga Gabriel al leer el diario.

    Un gusto leerte.

    Sergei.

    26/10/11 12:10

  • Beth

    Ya sabes Gatito, que me encanta meter la cocina por medio. Cuando tú quieras, estás invitado a una rica lasaña, pero en tu honor le pondré atún o salmón

    26/10/11 11:10

  • Danae

    Pues ..Yo no se lo habría dado a leer a nadie, definitivamente ... Pero bueno, yo a veces me paso, lo reconozco ...
    Esa lasaña me ha abierto el apetito ...me encanta la pasta en todas sus formas y maneras ...

    30/11/11 09:11

  • Beth

    Y a mi, querida Danae, la pasta permite dejar volar la imaginación, como el amor, mismamente

    30/11/11 09:11

Más de Beth

Chat