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Cartas de Amor En la Distancia 40

Pero decidió que nada iba a empañarle la alegría de saber que aquellas viejas paredes de piedra que la cobijaban eran suyas. Mamá estaría contenta, y ella sabía que lo estaba; desde donde fuese que en aquel momento se alojase su alma. Le estaría sonriendo desde un lugar hermoso, quizá a lado del fuego, sentada con un libro, o regando sus geranios. Si, estaba segura de que Mamá sabía que ella se quedaría guardando todos sus recuerdos. Eso le hizo pensar en el cuaderno que llevaba consigo a todas partes y lo abrió en la página que el marcador le indicaba como la última que había leído.
"Yo era consciente de que aquella situación con Víctor era un peligro para ambos y que probablemente nos traería problemas. Pero, ¿cómo se renuncia a un trago de agua pura, fresca y cristalina cuando se tiene sed desde hace mucho tiempo? Puede que yo fuese débil, una pobre mujer sin voluntad; pero no podía ni quería renunciar a ese trocito nimio de felicidad que me daba verle cada día. Ahora mismo estoy recordando, con los ojos llenos de lágrimas, una mañana de lunes en que nos reunimos en mi clase porque los niños debían hacer examen de Religión. Entre los dos repartimos las hojas con las preguntas y cuando todos estuvieron dedicados a contestarlas, no sentamos a vigilarles; o a contemplarnos, si hay que ser totalmente honrados. Hablábamos en voz baja para no molestar a los chicos; pero también porque nos gustaba susurrarnos y dejar que esos susurros nos arrullasen. Víctor me miró a los ojos con profundidad, con lentitud, penetrando en cada recoveco de mi cuerpo y de mi alma; y yo le respondí de la única manera que sabía hacerlo; con amor y entrega.
-¿Sabes? Me dijo acercándose ligeramente para que pudiese oírle mejor- anoche cuando saqué al perro antes de irme a la cama me quedé contemplando el cielo. Hacía mucho frío, pero la noche estaba clara aunque sin estrellas. Y de repente aparecieron dos luces que caminaban juntas, a la par, y me quedé unos cinco minutos mirándolas, hasta que se difuminaron. Era muy raro, nunca había visto nada igual. ¿Qué crees que podía ser, mi niña?
Le amonesté con la mirada para que no me hablase de esa forma en clase. Los chicos estaban entretenidos con su examen, pero yo nunca estaba segura de que no tuviesen el radar activado. Él me entendió a la perfección y sonrió, haciéndome un guiño.
-No lo sé, Víctor. Seguro que un avión.
-No, no lo creo. ¿Sabes lo que me parece que era?
Negué con la cabeza. Me miraba con tanto detenimiento y de sus ojos se desprendía tanto amor que estaba segura de que las mejillas me ardían, o al menos yo así lo sentía.
-Éramos nosotros dos, querida mía. Nuestras almas que van siempre juntas.
No me acuerdo qué fue lo que le contesté; ni siquiera recuerdo si lo hice. Pero si sé que fue lo más hermoso que nadie me ha dicho nunca; y que ahora mismo en la soledad de mi casa, mientras escucho el ulular del viento en las ventanas y contra las copas de los árboles que guardan la entrada como viejos centinelas enhiestos, estoy llorando por todo aquello a lo que he tenido que renunciar y sobre todo por lo que jamás podré tener. Pero detengo mi llanto porque mi hija pequeña me reclama desde su cuna; es la hora de su toma y me seco las lágrimas para tomarla en brazos y arrullarla. Ella es lo único que me queda y a lo que me aferro como un náufrago a una tabla. Y le doy gracias a Dios, por haberme escuchado y sobre todo por haber sido honesto conmigo en el trato que hicimos."
Era ya muy tarde; más de la una de la madrugada, e Isabel sentía que sus ojos se cerraban. Le emocionó leer las cosas que Mamá había escrito sobre ella, aunque no entendiese del todo sus palabras. ¿Qué habría querido decir? En ocasiones le parecía que hablaba en clave; o quizá ella era muy torpe y no sabía leer entre líneas.
Al día siguiente estaba ansiosa, aunque no lo quisiese reconocer, por ver de nuevo a aquel anciano que ella tan sólo había imaginado pero que ahora resultaba ser una persona de carne y hueso. En su yo más íntimo pensaba que era tremendamente cruel ocultarle la verdad; pero no sabía cómo se podría tomar la noticia de que su madre hubiese muerto; y por otra parte, estaba segura de que si le confesaba quien era ella, no le contaría nada más. Y por encima de todo, necesitaba saber. Se le daba la estupenda oportunidad de ver las dos caras de la moneda; la versión de Mamá y la de Víctor. Decidió que sería una tonta si desaprovechaba la oportunidad; así que se vistió con esmero para ir a ver al anciano sacerdote. Le pareció correcto, ya que el día anterior se había presentado como si fuese un ama de casa de los suburbios que iba al supermercado, ponerse ese vestido negro con el cuello blanco que había sido de Mamá, pero que nunca pasaba de moda y que a ella le quedaba como un guante. Se había lavado el pelo aquella misma mañana y lo tenía suave y sedoso; muy adecuado para dejarse suelta la melena; aunque ella prefirió hacerse un moño bajo que le despejase la cara. Se calzó unos zapatos de tacón, se dio brillo en los labios y con su bolso a hombro, cerró la puerta de la que ya era su casa y se dirigió a la residencia. El domingo era uno de los días de más movimiento; la mayoría de los ancianos recibían visita; pero cuando preguntó en la recepción le dijeron que el padre Medina estaba en su cuarto, y que había dejado el encargo de que la hiciesen pasar allí. Una enfermera le indicó el camino y tras perderse sólo una vez, lo cual era un milagro dado lo despistada que era, consiguió llegar al lugar adecuado. Tocó a la puerta y nadie le contestó. Esperó unos minutos pero como no se oía nada, abrió y entró con timidez. Desde el umbral le vio, sentado al lado de la estufa, con una manta de cuadros escoceses que le cubría las rodillas. Se había quedado dormido leyendo y el libro yacía ahora a sus pies. Isabel lo levantó y le echó un vistazo. Se quedó sorprendida al verlo; era, al parecer, un compendio de cartas del poeta Pablo Neruda a su tercera esposa, Matilde Urrutia, cuando ambos eran tan sólo amantes. Qué curioso, a Mamá le había encantado Neruda. Cuando quiso dejarlo en la mesita el libro se abrió y vio la letra de su madre; era una dedicatoria. Sin pararse a pensar que hacía algo incorrecto, leyó.
"Mi amor:
Como ellos, también nosotros estamos por siempre condenados a ser amantes clandestinos y a no permitir que nadie sepa de nuestro amor. Pero lo sabemos los dos, que es lo importante. Si alguna vez dudas de lo que has representado en mi vida y lo que siempre serás, por favor, toma este libro en tus manos y siente en lo más hondo del corazón todo mi amor.
Tu Natalia"
Isabel dio un respingo culpable cuando vio los ojos del anciano fijos en ella. Pero daba la sensación de estar viendo a un fantasma, tal era su expresión.
-Natalia-le escuchó murmurar a tiempo que extendía la mano. Natalia, mi amor.
Isabel no tuvo más remedio que acercarse y tomar la temblorosa mano del cura entre las suyas para intentar calmarle. Estaba como alelado, respirando con dificultad, como si el aire no le llegase a los pulmones.
-Víctor, cálmate. Todo va bien; soy Isabel, tenía que venir a recoger unos papeles, ¿recuerdas?
Él la miró, avergonzado, tal vez, e intentó calmarse.
-Sí, hija claro que sí. Perdona los desvaríos de un pobre viejo. Estaba soñado y cuando abrí los ojos y te vi. Por un momento…te pareces tanto a ella, a mi Natalia.

Beth24 de febrero de 2012

6 Comentarios

  • Laredaccion

    Aquí falla algo, ¿este capítulo no es el 39?

    28/02/12 05:02

  • Beth

    Pues igual si, ahora miro, Esteban, es que los números no son lo mío. Si es así pido perdón y lo corrijo. Igual me he comido un capítulo, el número, vaya. Ya decía yo que estos días me molestaba el estómago. Gracias

    28/02/12 07:02

  • Beth

    No, lo he mirado y el capítulo 39 ya está publicado desde hace unas cuantas semanas. Está bien, este es el 40

    28/02/12 07:02

  • Laredaccion

    Mi querida amiga, insisto. El capítulo 39 y el 40...¡Son exactamente iguales!

    Me temo que tendrás que escribir un poco más si quieres mantener el grosor del libro...je je je

    Eso le pasa a cualquiera. Un beso.

    28/02/12 10:02

  • Beth

    Gracias y perdón de nuevo, ahora lo edito. El libro ya está terminado Esteban, desde hace más de una semana. Lo que pasa es que estoy algo vaga.

    28/02/12 10:02

  • Beth

    Solucionado, creo

    28/02/12 10:02

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