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Decisiones 28

Laura se quedó desconcertada. ¿Qué extraña dicotomía era esa? No se arrepentía pero sabía que estaba mal. Joaquín se dio cuenta de su extrañeza y se apresuró a explicárselo.
-Ya sé que puede parecer extraño que le diga esto, pero así es como lo siento. Con el paso del tiempo me he dado cuenta de que matar es un pecado imperdonable; nadie tiene derecho a disponer de la vida de otra persona. Sólo Dios puede hacerlo. Pero también es verdad que si quiero ser honesto, he de confesar que si volviese atrás, haría lo que hice. Me traicionaron. Mi mujer y mi mejor amigo, al que yo consideraba mi hermano, me traicionaron. Y pensé que era mi deber hacer justicia. Hice lo que debía. Pagué ya por ello con la cárcel y el día que me muera, habré de rendir cuentas también al Altísimo.
Laura empezó a sentirse incómoda. Razón había tenido cuando tantos años atrás tarareaba por los pasillos “El preso número nueve”. También éste mezclaba a Dios en sus desvaríos. No podía más. Directa como siempre, se lo preguntó.
-Joaquín, ¿ a ti quien te ha estado lavando el cerebro todo este tiempo?
Él pareció confuso.
-¿Qué quiere decir, señorita Laura? No la entiendo.
-Quiero decir que cuando nos conocimos no tenías esa vena mística que tienes ahora. No dejas de hablar de Dios, cuando antes nunca pensé que creyeses en Él. Si recuerdo que tenías problemas porque remoloneabas para ir a misa los domingos y el director de la cárcel varias veces tuvo que llamarte a capítulo.
Se encogió de hombros.
-Entonces no había visto todavía la luz, señorita.
Y Laura se llevó las manos a la boca, asombrada y desilusionada a partes iguales. Mucho se temía que este asesino reconvertido no sería quien la ayudase a dejar este valle de lágrimas. Perra suerte la suya, que cada vez que daba con una solución a su problema todo se ponía en su contra. Sin embargo, no se iba a marchar sin usar su último cartucho. Se odiaba por jugar con los sentimientos de alguien, pero en su juventud había leído a Maquiavelo, y ella también pensaba que de vez en cuando el fin justifica los medios.
-¿Es cierto entonces, Joaquín, que cuando los dos éramos mucho más jóvenes estabas enamorado de mí?
-Puede usted jurarlo, señorita Laura. La quise mucho y creo que desde que dejó de venir usted por la cárcel fue su recuerdo el que me mantuvo mediamente cuerdo. A veces, cuando pensaba que todo estaba perdido, recordaba su dulce sonrisa y cómo nos leía cada tarde. Ya sé que leía para todos los presos, pero yo me hacía la tonta ilusión de que en realidad lo hacía tan solo para mí.
Ella nunca se había considerado una mujer especialmente dulce, pero daba por hecho que la soledad de la celda y la compañía de otros hombres tan o más embrutecidos que él, habían hecho que la adornase de cualidades que nunca había tenido. Por eso se decidió a hacer la pregunta clave.
-Entonces, Joaquín, por todo lo que he significado en tu vida, si yo te pidiera que hicieses algo muy especial y muy importante por mí, si necesitase de tu ayuda para algo vital, ¿lo harías, me ayudarías?
Y se dio cuenta de la incongruencia que era emplear la palabra vital cuando se trataba precisamente de todo lo contrario.
-Sin dudarlo, señorita Laura. Haría por usted todo lo que estuviese en mi mano. Pídame lo que sea.





Laura se consideraba una persona valiente pero en ese momento no sabía muy bien cómo enfrentar la situación. ¿Hay alguna manera delicada y suave de pedirle a alguien que nos liquide? Pensaba que no era posible. Dudó unos segundos y luego hizo lo que había hecho toda su vida: hablar claramente y mirar a los ojos de la persona que tenía delante. Pensaba que no hay nada tan delator como la mirada. Y no se escondía nunca cuando pretendía llegar a su interlocutor. Otra cosa muy distinta era que siempre saliese a la calle con gafas de sol lo más oscuras posibles. No le agradaba que cualquier persona pudiese ver sus ojos porque eso sería asomarse a su alma. Pero si este hombre iba a hacer por ella algo tan importante como quitarle una vida que ya no deseaba, bien podía dejarle atisbar, aunque fuese por un breve instante, su alma y todo su ser.
-Sé que lo que te pido no es sencillo Joaquín, pero para mí es muy importante. ¿Estarías dispuesto a matarme? De la manera que tú elijas, aunque si te soy sincera, temo el dolor. Sólo te pido que sea rápido.
El anciano, asesino convicto y confeso, y por lo tanto no ajeno a la violencia, se estremeció ante esas palabras y pareció encogerse todavía más. La miró directamente a los ojos. Laura vio en ellos miedo, pena, quizás un atisbo de rabia.
-¿Me está tomando el pelo o es que se ha vuelto loca? Sé que he sido, que soy todavía, un asesino, pero tengo sentimientos, no soy una máquina de matar. ¿Se puede saber por qué debería yo matarla? Usted no me ha hecho nada malo; al contrario. Me ha regalado los pocos momentos que he tenido de placer desde que entré en la cárcel. Yo la protegería a usted con mi vida, señorita Laura, pero nunca le quitaría la suya. No podría hacerlo. Cuando maté lo hice por una razón que me pareció justa, pero no sería capaz de hacerlo sin motivos, y menos con alguien que significa mucho para mí.
-No sé quién ha sido pero te han llenado la cabeza de pájaros. Desde que he llegado n has dejado de hablar de pecado, de Dios, de ver la luz. ¿Se puede saber que es toda esa mierda? Han debido ser las monjas de este sitio; que su Dios las confunda a todas. Déjate de bobadas. Si hablamos de condenación, tú ya estás condenado. Ya te has cargado a dos personas. ¿Crees que matar a una más, y que encima te pide, te ruega que lo hagas, va a cambiar algo?
Laura se estremeció ante la mirada del hombre que tenía a su lado. De repente se dio cuenta de que quizá había sido tremendamente egoísta y había intentado usar a otro ser humano en su propio beneficio. Que recordase, nunca lo había hecho. No consideraba que acostarse con quien le apeteciese en un determinado momento fuese usarles; en todo caso se habían utilizado mutuamente. Pero esto era distinto por completo. Y de pronto se sintió malvada, estúpida y cruel. ¿Quién era para ella para mezclar a alguien inocente en sus delirios? Y por añadidura, una persona que ya había sufrido bastante como para tener que cargar con sus problemas.
No sabía qué decir. Estaba avergonzada, por decirlo de manera suave, y tomando su bolso, iba a levantarse y volver por donde había venido cuando una mano que más bien parecía una garra por lo descarnada se posó en su hombro y la obligó con una leve presión a que se sentase de nuevo.
-No, señorita. Ahora que me ha soltado todas esas estupideces no va a marcharse de rositas. Me debe una explicación de por qué demonios quiere morirse cuando lo tiene todo. Si yo he conseguido sobrevivir a mi miserable vida, usted con más motivo. ¿Qué es lo que le falta? ¿Acaso tiene una enfermedad incurable?-le preguntó apretando su mano, como si se le hubiese ocurrido de pronto.
Y Laura se sintió todavía más avergonzada.
-No, Joaquín, estoy sana como una manzana, para mi desgracia.
-No diga eso. Perdone que me exprese así, pero es usted tan estúpida como una niña malcriada. Tiene salud, una vida en libertad, puede ir y venir a su antojo, viajar, tendrá amigos, gente que la quiera. ¿No le basta para vivir?
Y aunque Laura detestaba llorar delante de alguien, ahora no pudo evitar prorrumpir en un llanto amargo que no podía detener. El anciano se limitó a palmearle la mano suavemente y emitir murmullos de consuelo, como cuando un niño se cae y se le susurra al oído para que se calme.
-Vamos, vamos, no sea chiquilla, ya no tiene edad para eso. No hay nada tan grave como para desear morir. Busque en su interior y seguro que descubre muchos motivos por los que seguir viviendo. Hasta yo los tengo, a pesar de que no tengo otro hogar que éste-dijo extendiendo la mano-y mi hijo no quiere saber nada de mí, además de que mi salud es bastante mala. Pero no tengo prisa en marcharme. Sólo por un día de sol como el de hoy merece la pena continuar.
Laura se despidió de él sabiendo que nunca volvería a verle, y ofreciéndole las disculpas que sin lugar a dudas merecía. Condujo hasta su casa en una especie de trance que la mantuvo tan solo al borde de la realidad. Y cuando llegó n siquiera tuvo fuerzas para guardar el coche en el garaje, sino que lo dejó aparcado en la calle, delante de la cancela del jardín. Nada más abrir la puerta y como si presintiese que necesitaba consuelo, Freya vino a frotarse contra sus piernas y al sentir su pelo suave y mullido se sintió ligeramente aliviada. Puso agua limpia en su cuenco y más pienso, y mientras cambiaba la arena por otra limpia pensó que era bueno tener alguien, aunque fuese un animalito, de quien ocuparse. Se había marchado aquella mañana con una ilusión, con el pensamiento de que Joaquín podría ser la llave que abriera la puerta a sus males, y volvía peor de lo que se había ido, porque a saber que no la ayudaría se había unido el remordimiento de haberle utilizado sin preocuparse de lo que él pudiese sentir. Estupendo, pensó mientras se duchaba. Ahora a la carga de vivir sin ganas habría de sumar saber que en el fondo era una manipuladora nata y sin conciencia.
Beth13 de octubre de 2015

1 Recomendaciones

11 Comentarios

  • Sandor

    Aplausos...el discurso del asesino es genial...La ironía preside.la conversacion y de repente salta la realidad .
    Un beso
    Carlos

    14/10/15 03:10

  • Beth

    He editado el texto. Ayer cuando lo puse estaba cansadísima y ahora me acabo de dar cuenta de que me salté un buen párrafo intermedio en el copia y pega de mi word. Lo siento

    14/10/15 09:10

  • Beth

    Gracias Carlos, como siempre. Besos

    14/10/15 09:10

  • Sandor

    Cabo de releer, si bien quedaba exolicado suficienrtemente, yes carga de culpa, de sentirse egoíta justo ante un hombre que era un asesino, que demuestra, pese a ello, tener valores que nadie piensa que pueda tener. Yo recuerdo, este si que era un jeta, que mi padre tenía un amigo, al que yo conocía y apreciaba , y aprecio, siempre elgante y muy educado, que aperece un domingo en la portada del periódico de más tirada en Asturias, detenido por falsifaciones de matrículas de vehículos Mercedes, números de serie, que compraba en el extranjero de segunda mano y vendía aquí como nuevos. Le cayeron tres años de cárcel. Una tarde mi padre me pidió que le acompañara a verlo a la cárcel y le llevaba unos puros que sabía fumaba. Estuvimos con él, aspecto impecable, y a la pregunta de mi padre de que tal se encontraba allí dijo: "Muy bien, lo único que aquí hay mucho sinverguenza" ÉL, NO SE CONSIDERABA EVIDENTEMENTE.
    Besos

    14/10/15 12:10

  • Beth

    Bueno, cada uno tiene una medida distinta de lo que significa "ser sinvergüenza". Puede que para él lo de la falsificación de matrículas no le pareciese grave y casos como violadores, asesinos y parricidas...si. Tiene su lógica. Pero yo me he dado cuenta de que la facilidad del ser humano para buscar justificaciones a los propios actos es enorme.

    Besos

    14/10/15 04:10

  • Sandor

    Yo me acuerdo de mi padre a la salida de "Villazón",como se llama la cárcel que no podía llevar el coche de la risa que le entraba..nunca lo vi reírse tanto.."Juanin,si no fuera porque aquí hay mucho sinvergüenza,no se está mal"
    estoy de guardia con el navarro que se muere de risa con las historias paralelas..y cuando le dije que te habías comido parte de la historia..me dice muy serio..Lo que me faltaba!!


    14/10/15 07:10

  • Beth

    Dile al navarro que no sabe él lo perjudicada que llego del gimnasio. Me duelen cosas del cuerpo que no sabía ni que tenía. Y claro...pasa lo que pasa. Pero ya puede ponerse al día.Lo he arreglado. Oye, tengo que invitaros a los dos a unos mojitos un día de estos. Habrá que quedar en un lugar intermedio, en tierra de nadie

    14/10/15 08:10

  • Voltereta

    Sin duda el capítulo más profundo de todos los que he leido. Filosofía pura, es bueno que los personajes de las novelas nos dejen meternos dentro de ellos y nos hagan pensar.

    Has conseguido algo que no es fácil. Si tuviera que ponerte nota, te pondría un nueve y que conste que todos dicen que soy un hueso.

    Un saludo, Beth.

    19/10/15 06:10

  • Beth

    Muchas gracias profe. A veces me levanto con ganas de filosofar y como solo me escucha el perro, decido dejar que hablen los personajes

    19/10/15 06:10

  • Danae

    Laura es una mujer con gran espíritu crítico, e incluso autocrítico, pero en este capítulo se nos muestra débil en su razonamiento llevado por su actual debilidad: su obsesión por morir. Lógicamente, todo se le descontrola, hasta el punto de sentirse, además, muy culpable.
    Lo que quiero decir es que a veces gusta verla descolocada también, que ya bastante descoloca a los demás ...
    Sin embargo, espero que se recomponga y aprenda ...
    Estupendo capítulo.
    Abrazos

    19/10/15 11:10

  • Beth

    Laura es muy descolocada, depende de la ocasión. Sabe que en el fondo está haciendo algo criticable, que es tratar de usar a alguien en sus propios delirios. Y...algo de conciencia debe quedarle, digo yo.

    Un gran abrazo y mi gratitud

    20/10/15 09:10

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