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Highlander 10

Mi hermano no asistió a mi boda, y aunque el asunto fue muy comentado entre todo el mundo, en el pueblo, y fuera de él, eso no empañó mi felicidad. Hubiese preferido compartir con él mi alegría, indudablemente, pero tampoco tenía remordimientos de conciencia; no había hecho nada malo ni le había quitado nada que le perteneciese. Mi madre se marchó el mismo día del enlace, después del banquete; a pesar de que Anabelle le rogó repetidas veces que no lo hiciese. Pero yo sabía que no cambiaría de opinión una vez que había tomado la decisión. Verla partir de la que era su casa me dolió, pero en el fondo entendí que ella buscaba ahora una nueva vida, más tranquila, cerca de su hermana, y sobre todo, creo que pretendía vigilar de cerca de Malcom para evitar que pudiese meterse en líos.

No negaré que estaba deseando quedarme solo con Anabelle; lo esperaba desde que la conocí, pero por otra parte tenía cierto miedo a la reacción de quien era ya mi esposa. ¿Qué sabía ella, que no tenía a su madre al lado, de lo que pasaba entre un hombre y una mujer en la noche de bodas? Era muy joven, y no me imaginaba a su padre explicándole lo que las madres llamaban eufemísticamente “los misterios de la vida”. Cuando nos quedamos solos, por fin, me encontré con una Anabelle despojada de todo su empuje y gallardía; más bien parecía una niña pequeña acobardada. Me senté en la cama y la atraje hacia mi regazo.

-Escucha, no quiero que estés asustada, ni hoy ni nunca. Si todavía no estás preparada, no tenemos porque hacer nada que no deseemos; hay muchas más noches. Podemos hablar, si lo prefieres.

No me contestó, sólo se acurrucó contra mí, lo cual me animó a seguir hablando.

-Desconozco cuánto sabes de todo esto, Anabelle; pero de ningún modo quiero que me temas; te quiero demasiado y lo único que pretendo es que nos encontremos a gusto los dos.
-Crecí en una granja, Alisdair. He visto vacas, ovejas, caballos. Conozco más o menos el procedimiento; supongo que no será tan diferente en los humanos.
-Bueno, técnicamente supongo que es parecido, pero quiero pensar que entre nosotros hay algo más que entre el caballo y la yegua; o eso espero.

Noté como se reía mientras la abrazaba. Eso estaba bien; seguíamos disfrutando de nuestras conversaciones, y nos unía un sentido del humor parecido.

-Lo que quiero saber-le dije, haciendo que me mirase-es si alguien habló contigo de cómo transcurre una noche de bodas.
-Mi hermano Bruce vino anoche a mi cuarto.

Me costó mantenerme serio y si lo hice fue porque no quería ofender a Anabelle, y sobre todo, temía que si me burlaba, me quedaría sin saber nada más.

-¿Y …?-la animé a seguir.
-Ya le conoces, lo suyo no es la elocuencia. Yo creo que vino porque mi padre le obligó, y tras dar muchas vueltas y rodeos, me dijo, o al menos eso creí entender; que debía hacer todo lo que tú me ordenases, por extraño o desagradable que me pareciese; porque las damas de la familia Fraser siempre habían sido buenas esposas. Y que nuestro padre esperaba no tener que avergonzarse de mí. Ah, y me dijo también que debía olvidarme de mis ansias de independencia y mantener la lengua sujeta, porque ahora que tenía un marido, debería ser más modesta y juiciosa.
-Bien, ¿y vas a hacerle caso a los consejos de tu hermano?-le dije, haciéndole cosquillas.
-Claro que no. Seguiré diciendo todo lo que me parezca, donde y cuando quiera. Y prueba a evitarlo-me contestó levantando la barbilla, en un gesto de desafío.
-Desde luego que no probaré. Me importa demasiado mi vida. Serías capaz de clavarme un cuchillo mientras duermo.

Después de las bromas, entre beso y beso, Anabelle me confesó algo que me dejó muy sorprendido, aunque debo decir que gratamente; porque me contó que había recibido otra visita aquella noche.

-Tu madre vino a verme cuando ya estaba en la cama; en realidad a punto de dormirme.
-¿Mi madre? ¿Para qué?
-Tu madre es una mujer muy inteligente, querido. Y muy generosa, debo decir; porque pocas suegras harían lo que ella hizo. ¿Sabes que conocía a mi madre?
-Si, me contó que habían sido amigas cuando las dos estaban recién casadas.
-Me dijo que, dado que mi madre estaba muerta, pensaba que alguien debería prepararme para el matrimonio.

Me quedé esperando, pero Anabelle no parecía dispuesta a decir nada más. La apremié con la mirada, y por fin volvió a hablar.

-Tuvimos una agradable charla de mujeres, y en resumen, puesto que tenemos otras cosas que hacer-me dijo sonriendo- lo más importante de la perorata de tu madre es que ella está segura de que te pareces mucho a tu padre, por lo cual debo alegrarme de tener semejante marido; y cree que no tendré queja alguna de ti-acabó sonriendo y sacándome la lengua, en una pose muy poco decorosa para una dama educada.

Y así fue como, si ya le debía, probablemente, a mi tío Edmund mi estreno en las artes amatorias con una experta dama; ahora estaba en deuda con mi madre por haber aleccionado a mi esposa. Nunca me atrevería a decírselo personalmente, pero todavía hoy le guardo agradecimiento, porque Anabelle y yo disfrutamos de nuestra noche de bodas, y de todas las que le siguieron.
Beth04 de junio de 2010

4 Comentarios

  • Mary

    Es todo un caballero Alisdair, en esa epoca pocos hombres habria
    que tomaran en cuenta la opinion de la esposa. Mmm sera ese el
    caballero que todas buscamos?? Me gusto mucho este cap. Besoss.

    06/06/10 08:06

  • Beth

    Gracias, Mary. No se si existen los hombres así, pero sería bonito, desde luego

    06/06/10 09:06

  • Nemo

    Un capítulo que nos habla de la calidad de hombre que es Alisdair... Muy bueno Beth!
    Esperemos el siguiente!
    Saludos muchos!

    07/06/10 10:06

  • Beth

    Gracias, Nemo. Me pondré de nuevo las pilas con la historia

    07/06/10 10:06

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