TusTextos

La Casa de la Colina 32

Fue Lucas el que empezó con la lista de agravios. Me acusó de que todo el malestar había comenzado porque yo era demasiado snob y no estaba de acuerdo con que fuese policía. Le rebatí que lo que me había molestado era que me lo presentase como un hecho consumado, que ni siquiera se tomase el tiempo de explicarlo antes.
-¿Por qué tendría que hacerlo?-me preguntó con voz airada. Tenías las ideas tan claras de cómo debía ser nuestra vida, que me daba miedo decírtelo. Tú querías ser la esposa de un abogado mercantilista, como era mi padre, que trabajaba de nueve de la mañana a cinco de la tarde, y que se tomaba sus vacaciones religiosamente en el mes de agosto.
-Eso es mentira-le rebatí, alzando también la voz. Yo simplemente quería ser tu esposa, que formásemos una familia y tuviésemos hijos, y me daba igual en que trabajases.
-Lo cierto es que ni te tomaste la molestia de averiguar lo que a mi me hacía feliz.
-Quizá porque tú nunca fuiste sincero conmigo.
-Sabía que te opondrías a mi deseo de ser policía.
Me estaba llevando a un camino sin retorno. Era dar vueltas siempre a lo mismo, ninguno de los dos queríamos reconocer que quizá nos faltó madurez y nos sobró orgullo. Éramos demasiado jóvenes y queríamos a toda costa salirnos con la nuestra, tener más razón que el otro. Pienso que los dos, o al menos yo, lo pagamos demasiado caro; todavía lo estábamos pagando.
-Lucas, yo te quería más que a nadie en el mundo; nunca me habría opuesto a algo que a ti te hiciese feliz. Aunque no te niego que me disgustaría, pero sobre todo porque ser policía conlleva peligros que, desde luego, los abogados mercantilistas no corren. Y ahora que hemos llegado al acuerdo de que todo partió de ese momento en que me confesaste que no entrarías en el despacho de tu padre, me gustaría saber que te llevó a engañarme con aquella mujer. ¿Qué tenía ella que no tuviese yo?
Extendió las manos en un gesto de impotencia. Y enarcó las cejas en un gesto muy suyo.
-No lo se, Marta. Quizá fue que ella no me juzgaba, que estaba presente en ese determinado momento en que yo era más vulnerable. No lo se. Podría mentirte diciendo que ella me provocó, aunque creo que así fue en gran parte; pero eso no sería una disculpa. Aunque me provocase, yo pude haberme negado. Y no lo hice.
-No, no lo hiciste. Y no puedes llegar a saber cómo me dolió. Todavía recuerdo la mañana en que llegó a nuestra casa y me enseñó aquella cinta de video. ¿Sabes lo que es ver cómo toda tu vida se derrumba ante tus ojos? Es que no me lo podía creer, a pesar de que lo estaba viendo, una parte de mi se negaba a dar crédito. Cuando has querido tanto a alguien, cuando has confiado en esa persona y has hecho planes que también le incluyen, es muy duro darte cuenta de que todo se ha acabado, de que nunca te ha querido
-Eso no es verdad. Yo te quería, nunca te mentí en eso. Simplemente fui débil, como muchas otras personas lo han sido en algún momento de su vida. ¿Merezco el fuego eterno por eso? Pudiste haber sido tú perfectamente quien hubiese caído en la tentación de engañarme.
Crucé los brazos delante del pecho para evitar darle un bofetón en plena cara. Encima de que me había engañado quería darle la vuelta a la tortilla para acusarme a mi de lo que él había hecho.
-Ni tú mismo te lo crees. Se nota que en el fondo nunca has dejado de pensar como un abogado; siempre liando las palabras para llevarte el gato al agua
Se echó a reír; me miró y sacudió la cabeza varias veces, como si le costase entenderme.
-Yo pensé que aquí la única que sabía jugar con las palabras eras tú. ¿No eres la escritora de éxito? Yo soy un humilde y vulgar policía.
Le lancé una mirada de desprecio y ni me molesté en contestarle. Pero él se lo tomó con buen humor y me dijo que me quedase acostada, que él iría a la cocina a preparar un té de naranja para los dos.
-Nos hará falta reponer fuerzas, porque el combate promete. Yo diría que sólo vamos por el segundo asalto, como mucho.
Volvió al poco rato con una bandeja en la que llevaba sendas tazas de te. Ahora que habíamos comenzado, yo era la más interesada en soltar todo el lastre que había arrastrado durante aquellos diez años, y que tanto me pesaba, por más que intentase olvidarlo.
-Las relaciones pueden terminarse de muchas maneras, Lucas, y la nuestra acabó de la peor posible. Es distinto descubrir que dos personas son incompatibles en su carácter y no pueden convivir, que enterarte de que aquel en quien confías te ha engañado.
Cuando me di cuenta de que se preparaba para rebatir lo que había dicho, le detuve y seguí hablando. Ahora que había soltado amarras, no era fácil hacerme callar.
-Me dejaste echa polvo y con una inseguridad a cuestas de la que creo que todavía no me he librado. Me costaba mirarme al espejo sin sentir desprecio por mi misma, porque pensaba que cuando me habías dejado por otra, sería que no valía nada.
-Yo no te dejé, Marta. En ningún momento pensé en romper lo nuestro; simplemente fui débil.
-Dime la verdad, ¿pensabas confesármelo?
-No lo se-admitió. No quiero mentirte. No se lo que hubiera hecho de no haberlo descubierto tú. Probablemente no te hubiese dicho nada.
-Infiel y desleal.
Se encogió de hombros y bebió lo que quedaba en su taza.
-No lo se. Probablemente el calificativo que mejor me define sea el de cobarde.
Vaya, le honraba aceptar que se había comportado mal; pensé que nunca viviría lo suficiente para oírlo. Recosté la cabeza en la almohada, me cansaba mucho discutir, y los ojos se me empezaban a cerrar de puro agotamiento; pero Lucas era como un perro de presa y una vez que daba con el hueso no lo soltaba fácilmente. Mucho me temía que esta noche ninguno de los dos dormiría mucho.
-Y he reconocido mi culpa y ahora espero que tú seas lo suficientemente honesta para confesar que no obraste bien al ocultarme tu embarazo.
-Nunca he negado que lo que hice estuvo mal. En ese momento te lo oculté de manera deliberada para castigarte por el daño que me habías hecho.
-¿Y más tarde? ¿Por qué no hablaste?
-No lo se, Lucas. Te digo la verdad, no se porque reaccioné de esa manera. Estaba muy perdida, sabía que mis padres nunca lo entenderían y me encontraba sola. Cuando Jaime me ofreció ayuda me pareció buena idea, aunque ahora tenga que reconocer que cometí la mayor tontería de mi vida. Y luego, cuando perdí al niño, ya no tenía sentido confesarte nada. ¿Para qué? De no pasar esto, nunca lo hubieses sabido.
-Puedo entender que con el enfado del momento me lo ocultases, pero, ¿por qué luego no me llamaste para decirme lo que pasaba?
Alisé la colcha mientras ponía en orden mis ideas y pensaba en la manera de explicarle mis motivos sin que se enfadase y de una manera lo suficientemente clara como para se pusiese en mi lugar, si es que eso era posible. Me apremió para que le contestase.
-Los primeros días tuve la esperanza de que volvieses a verme, que me pidieses perdón. Pero al ver que el tiempo pasaba y que no sabía nada de ti, decidí callar. Pensé que estabas con ella, y que yo no te importaba. ¿Qué sentido tenía decirte que iba a tener un hijo? No quería imponerte una situación por la fuerza.
Apretó los puños hasta que sus nudillos se pusieron blancos.
-A mi me parece que recuerdas las cosas tal y como te conviene. Me echaste de tu casa y de tu vida, me dijiste cosas terribles y sobre todo me pediste que nunca más me acercase a ti. ¿Qué querías que hiciese?
-Pues desobedecer, está claro. Ya sabes que a veces yo digo una cosa pero quiero exactamente lo contrario.
-¿Y yo que voy a saber? Siempre has sido muy complicada. No se porque no puedes hablar claradamente, sin tapujos, y llamar a las cosas por su nombre.
Me entristeció profundamente darme cuenta de que quizá por un orgullo mal entendido de ambos habíamos echado a perder nuestra vida, o en todo caso la mía. No sabía lo que había hecho Lucas en estos diez años. Sólo sabía que en mi caso había sido un tiempo perdido, un tiempo en el que no fui feliz y que por más que quisiese negarlo, viví tan sólo añorando su presencia. Le miré, creo que por primera vez, sin esconder nada de lo que todavía sentía por él.
Beth22 de diciembre de 2010

4 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Que terrible noche, los dos explotaron como un volcán, sacaron afuera todo lo que llevaban dentro en esos diez años.
    Amita, si sientes algo por él, díselo. Todavía estan a tiempo de reconstruir sus vidas.

    Un abrazo en esa noche.

    Sergei.

    22/12/10 02:12

  • Norah

    . Le miré, creo que por primera vez, sin esconder nada de lo que todavía sentía por él...en verdad creo que Marta actua de modo sabio, beso.

    22/12/10 04:12

  • Beth

    Alteza, creo que poco a poco las cosas se irán arreglando, aunque con tanta ira acumulada, nunca se sabe. Igual se necesita la ayuda de algún gatito cariñoso

    22/12/10 04:12

  • Beth

    En todo caso, querida Norah, Marta está dejando, por fin, que su corazón hable

    22/12/10 04:12

Más de Beth

Chat