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La Casa de la Colina 39

-¿No tienes idea de lo que podrá ser?
-Ni la más remota-negó. Ella no suele ser tan misteriosa. Debió de encontrar algo raro para no querer contarlo por teléfono. Y hemos de estar atentos, porque o poco se de Psicología criminal, o no tardará en matar de nuevo.
A mi pesar, me estremecí, y esta vez no fue de frío.
Tuvimos que apresurarnos porque amenazaba lluvia, y de hecho cuando entramos en casa los dos estábamos empapados. Sergei salió a recibirnos, pero cuando se rozó contra mis piernas, como siempre hacía, se apartó rápidamente al comprobar que estaba mojada. Como buen gato, no le gustaba demasiado el agua.
-Pasa tú primero a ducharte, si quieres.
El estaba más mojado que yo, porque me había tapado con su chaqueta.
-Podemos ducharnos juntos. Ya sabes, para ahorrar tiempo. A ver si vamos a pillar una pulmonía.
Se echó a reír al ver cómo le miré.
-Era solo una idea-me tranquilizó. No hace falta que me fulmines con la mirada. Y dúchate tú antes, siempre has sido propensa a los resfriados.
Me di cuenta de que de un tiempo a esta parte aprovechaba todas las oportunidades para recordarme el tiempo en que lo compartíamos todo. No se bien por qué lo hacía. Puede que para hacerme sufrir, o tal vez para que la nostalgia me hiciese valorar lo que había perdido. Si era esto lo que quería, lo estaba consiguiendo. Deseaba que todo acabase, que el miedo desapareciese de mi vida y pudiera vivir de nuevo libremente; pero a la vez no quería que la situación de peligro dejase de estar presente, porque entonces tendría que irme de la casa de Lucas y tal vez de su vida.
Nos acostamos temprano porque ambos estábamos cansados y al día siguiente teníamos que ir a primera hora al laboratorio de la policía. Cuando ya estaba en la cama eché en falta a Sergei. Miré por todas partes, le llamé, pero no había ni rastro de él. Me extrañaba mucho, porque parecía que estaba dotado de un rádar, y cuando me iba a la cama, indefectiblemente seguía mis pasos. Salí a buscarle, pero no le hallé en ninguna parte, ni al lado de la chimenea, donde le encantaba aposentarse como un general pasando revista a su tropa, encima del cesto de la leña, ni pegado a la estufa de la cocina, ni en el comedor. Empezaba a preocuparme su ausencia. ¿Habría escapado cuando Lucas sacó la basura? Me extrañaba mucho, porque no solía pisar la calle; estaba demasiado apegado a la casa, donde reinaba como déspota absoluto. No quería molestar a Lucas, pero cuando me convencí de que no estaba, pudo más el miedo de perder a mi mascota y toqué suavemente a su puerta. Me mandó pasar, y entré con cierto reparo. Estaba recostado en la cama, leyendo, y dormía como siempre, sin la chaqueta del pijama, a pesar de que fuese invierno. Él rara vez tenía frío.
-¿Qué ocurre? ¿Me echas de menos?-bromeó.
No hice caso de su provocación, ni de su sonrisa maliciosa.
-No encuentro a Sergei. Lo he buscado por toda la casa. ¿Y si ha salido afuera? Está lloviendo a chuzos.
-¿Salir? No lo creo, odia estar fuera cuando hace frío.
Pero a pesar de que siempre despotricaba en contra de mi gato, se levantó para ayudarme a buscarle. Revisamos de nuevo toda la casa, pero fue en vano. Y cuando volvimos a la habitación de Lucas, porque era el único lugar en donde no habíamos mirado, nos quedamos sorprendidos al verle como salía estirando las patas delanteras, desperezándose, de debajo de la cama. Nos miró despectivamente y salió con paso lento y majestuoso en dirección a mi cuarto.
-Este gato es un sinvergüenza-dictaminó Lucas, mirándole marchar con asombro y enfado.
Yo estaba furiosa. Me había llevado un susto enorme para nada. Estaba dándole las gracias a Lucas y pidiéndole perdón, cuando se acercó a mí despacio y me tomó de la mano. Me dejé llevar e hizo que me sentase a su lado, en la cama. El calor de su cuerpo, tan cercano al mío, traspasaba la fina tela de mi bata y me hacía estremecer.
-Quizá, después de todo, el gato sea más inteligente de lo que yo pensaba. Te ha traído hasta mi cama. Y ahora no dejaré que te vayas. Afuera llueve a cántaros. ¿No te acuerdas cuanto disfrutábamos acurrucados bajo las mantas cuando la noche estaba desapacible, como ahora?
Mientras hablaba, me iba despojando lentamente de la bata, y recorría mi cuello con sus labios. La desventaja de reiniciar una relación que había sido tan intensa como la nuestra es que cada uno conoce los puntos débiles del otro, y sabe a qué cosas no podrá resistirse. Lucas no había olvidado cuánto me gustaba que me besasen el cuello como él lo hacía; despacio, deteniéndose en cada pliegue y recoveco; trazando caminos de deseo con sus labios entreabiertos.
Beth17 de enero de 2011

5 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Amita discúlpame por haber ideado esa treta para acercarte más a Lucas.
    En esta noche dormiré solo en una cama bien grande; pero contento de haberlos unido nuevamente.

    Buenas noches amita. Mejor no interrumpo.

    Sergei.


    17/01/11 02:01

  • Beth

    Yo creo, gatito, que en el fondo Lucas te estará muy agradecido. Siempre he pensado que los gatos son mucho más inteligentes que los perros y esto viene a demostrarlo, ¿no?

    17/01/11 03:01

  • Norah

    Bravo Marta, digo Beth, muy sutil el climax con Lucas, sergei muy astuto, pero yo quiero saber que dice Blanca Gonzalez, beso grande.

    18/01/11 01:01

  • Norah

    Bravo Marta, digo Beth, muy sutil el climax con Lucas, sergei muy astuto, pero yo quiero saber que dice Blanca Gonzalez, beso grande.

    18/01/11 01:01

  • Beth

    Tranquila, Norah, que yo creo que Blanca les dará pronto alguna noticia. Pero pobrecillos, llevan mucho tiempo esperando este momento. Diez años de abstinencia, al menos por parte de Marta, se merecen una larga noche de amor. Y ya que Sergei ha actuado de celestino...Definitivamente, adoptaré a un gato. Creo que puede hacer mucho por mi

    18/01/11 09:01

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