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La Casa de la Colina 50

De lo que pasó después no tengo un recuerdo demasiado claro. Sólo se que Lucas me levantó en brazos y me llevó a uno de los coches de policía que estaba en el sendero de entrada a la ermita. Lo siguiente que recuerdo fue que llegamos al hospital y alguien me sacó a Sergei de los brazos y me acostaron en una camilla. Se pasaron más de una hora haciéndome pruebas y más pruebas, pero no dejaron que Lucas pasase conmigo ni tampoco se dignaron en decirme como estaba mi gato, a pesar de que les rogué y les supliqué mil veces que alguien fuese a preguntar. Estaba segura de que había muerto y por eso nadie quería decirme nada, para no disgustarme. Seguro que Lucas les había ordenado que me lo ocultasen; eso era muy propio de él. Sólo sabía que respiraba todavía entre mis brazos cuando entré en el coche; pero había perdido mucha sangre.
A pesar de mis protestas, porque era perfectamente capaz de caminar, me llevaron en una camilla hasta una habitación en donde Lucas me esperaba. Llevaba un esparadrapo encima de la ceja izquierda y tenía los labios partidos; pero conservaba buen aspecto. Me incorporé para preguntarle por Sergei, pero me empujó suavemente e hizo que me acostase.
-¿Dónde está mi gato? Dime la verdad, Lucas, quiero recuperar su cuerpo y enterrarle como se merece.
Estaba haciendo lo posible por mantenerme en calma, pero las lágrimas me rodaban por las mejillas. Sergei era la primera mascota que había tenido, y no había sabido protegerle. Había algo en él que le hacía humano, y ahora que ya no estaba entre nosotros, estaba segura de lo que era, aunque nadie me creería. Insistí de nuevo para que me dijese dónde estaba su cuerpo.
-Marta, escúchame un minuto tan sólo-me repitió. Estoy intentando decirte desde hace un rato que tu gato está bien.
-¿No ha muerto?-repetí, sin creerle todavía.
Negó con la cabeza, y sentándose en una esquina de la cama, tomó mis manos entre las suyas.
-No, no está muerto. No te mentiría en algo así. Yo también pensé que no se salvaría, a la vista de tanta sangre; pero parece ser que la herida, aunque escandalosa, no era más que superficial. Le han curado y ahora Ricardo se lo ha llevado a casa, con Martín y Esther. Allí le encontrarás cuando nos vayamos, dentro de un rato.
Me reproché no haberme acordado del pobre niño. Ante el miedo de haber perdido a Sergei me había olvidado de él. Le pedí a Lucas que me contase lo que pasó.
-Cuando volvía me a buscaros me encontré a los dos en la carretera principal. Eran una curiosa estampa, cuando menos; el gato delante, como haciendo de guía y protector, y el niño tras él. Nunca entenderé como consiguió llevarle sano y salvo hasta mí. Podría comprenderlo si fuese un perro, pero…
No le dejé continuar.
-Sergei no es un gato común y corriente. Yo tengo mi propia teoría, pero ya te la contaré en otro momento.
-Conseguí que Martín me explicase, más o menos, lo que había pasado, y busqué un lugar con la suficiente cobertura como para pedir refuerzos, y sobre todo que alguien se hiciese cargo del niño.
-Pero el gato llegó antes que tú a la ermita.
-Es que en cuanto llegaron mis compañeros para hacerse cargo de Martín, no le volví a ver. Desapareció como por arte de magia.
-¿Y cómo sabías adonde me había llevado Jaime?
-Por eliminación. Me imaginé que habría intentado ir a la casa, pero como estaba vigilada, lo lógico era que siguiese el camino de la ermita. Nunca sabrás el alivio que sentí cuando ví el coche abandonado en el sendero. Y ahora Marta, tengo que pedirte perdón.
-¿Por qué?-no tenía ni idea de adonde quería ir a parar.
-Porque fui enormemente descuidado. Nunca debí fiarme y permitir que fuésemos a buscar los malditos adornos. Por mi culpa has estado a punto de morir. Y también nuestro hijo.
Por primera vez en toda mi vida le ví llorar. Y me partió el alma; porque tenía que estar muy mal para dejar que sus emociones aflorasen; Lucas era muy hermético y pudoroso para esas cosas. Le atraje hacia mí, y le acaricié e cuello y la cabeza, acunándole como si fuese un niño.
-Venga, deja de decir bobadas. Te acababan de decir que no había peligro. Y me has salvado la vida, cosa que por cierto nunca dudé que harías. Ya está. No tenemos de qué preocuparnos. ¿Crees que condenarán a Jaime?
-Estoy seguro, aunque apostaría porque Portugal y Francia, al menos, pedirán su extradición también para juzgarle por los crímenes que allí cometió. Ya veremos donde le toca cumplir la condena; pero pasará a la sombra muchos años, puede que casi toda su vida.
-En el fondo me da lástima-dije, tristemente.
-¿Lástima? Después de que ha causado la muerte de nuestro primer hijo y ha intentado matarte a ti, no se como puedes decir eso.
-Porque es un pobre enfermo, Lucas, por eso. ¿No te das cuenta de que está mal?
-Me da igual-bufó. No hay compasión para él, lo siento. Me ha hecho mucho daño y no puedo perdonarle. Solo por pelos no estás ahora muerta y quizá yo también, por no hablar del peligro de hizo pasar a mi sobrino.
Sabía que tenía razón, pero en lo más hondo de mi corazón seguía sintiendo pena, no exenta de cierto cariño, por Jaime.
Beth07 de febrero de 2011

8 Comentarios

  • Norah

    pero en lo más hondo de mi corazón seguía sintiendo pena, te comprendo mas de lo que imaginas amiga, bien por sergei que vive y por todos.Beso.

    08/02/11 12:02

  • Norah

    pero en lo más hondo de mi corazón seguía sintiendo pena, te comprendo mas de lo que imaginas amiga, bien por sergei que vive y por todos.Beso.

    08/02/11 12:02

  • Beth

    A pesar de las amigas sin corazón que tengo y que tanto me han presionado, no puede dejar que se marchase mi gatito. No puedo olvidar que él me dio más cariño que Lucas. Y si, es normal que Marta se apiade de Jaime, al fin y al cabo, es un pobre enfermo digno de lástima. ¿O será que las mujeres olvidamos demasiado pronto?

    08/02/11 09:02

  • Serge

    Beth:
    "Sergei era la primera mascota que había tenido, y no había sabido protegerle. Había algo en él que le hacía humano, y ahora que ya no estaba entre nosotros, estaba segura de lo que era".

    Amita menos mal que sigo vivo para seguirte acompañando.
    En parte tienes razón con respecto a Jaime, hay que tenerle compasión porque realmente es un enfermo.
    Gracias con el corazón en la mano por la vida que tenemos en la mano, ahora estoy corriendo como loco por toda la casa aunque martín me dice que me tranquilice por la herida recientemente curada.
    Fue la emoción.

    Un abrazo fortísimo.

    Sergei.

    08/02/11 02:02

  • Beth

    Pues hazle caso a Martín, que para algo habéis sido compañeros de fuga. Una caricia a mi gatito convaleciente

    08/02/11 04:02

  • Indigo

    Veo que sobrevivió el gato, pensé lo peor,
    pero tú pluma fue misericordiosa.
    Buen texto Beth.

    10/02/11 04:02

  • Indigo

    Ah, y la gata Norah debe estar feliz.

    10/02/11 04:02

  • Beth

    Ay, Indigo, no sabes la lucha tan dura que tuve con unas crueles compañeras mías de la Facultad que me lo querían sacrificar y donar su cuerpo a la ciencia. La crueldad de estas chicas no conoce límites

    10/02/11 04:02

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