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La Real Orden de Las Perdularias 21

No protesté, sino que me dejé conducir como una niña buena al comedor del restaurante, un lugar muy agradable, casi vacío a aquellas horas. Solamente había una pareja mayor que ya estaban terminando de almorzar y que nos saludaron con una leve inclinación de cabeza cuando nos sentamos. Me ensimisme en la carta cuando me la pusieron delante, no porque tuviese excesivo interés en la comida, sino porque estaba empezando a ponerme nerviosa la insistente mirada de Alexander y notaba como me ponía colorada por momentos. Y no mejoraba en nada la situación que él se burlase de mi con esa ironía cariñosa con la que solía tratarme.
-Para que luego digas que no eres una niña. Dime, entonces por qué motivo te estás poniendo como un tomate cuando te miro.
Note perfectamente como me ardía de nuevo la cara y me sentí tan enfadada que muy a gusto le hubiese tirado encima la ensalada de espinacas y queso que nos acababan de traer.
-No estoy acostumbrada a que nadie me mire con tanta insistencia. ¿Es qué tengo algo raro en la cara? ¿Me he maquillado mal? ¿Llevo un bigote postizo y no me he dado cuenta?
Se echó a reír mientras me servía un poco de vino
-Me sienta mal el vino a la hora del almuerzo-le advertí. Me da sueño.
-Mejor, ya te he dicho que luego dormiremos la siesta-sonrió.
-Eras más manejable por teléfono y a través del ordenador.
-Ah, querida mía, son los riesgos de la cercanía. No pretenderás que después de haber estado tanto tiempo sin vernos de cerca, ahora no te mire.
-No es que haya mucho que ver.
-Déjame que eso lo decida yo. De entrada, cuando nos conocimos no me di cuenta de que tenías los ojos en forma de almendra y de que eras tan suave.
Volví a enrojecer. No estaba acostumbrada a que me cortejasen como a una adolescente y me sentía algo ridícula. La pareja de al lado nos miraba con disimulo; pensé que quizá era demasiado evidente lo que pasaba entre nosotros.
-Deja de preocuparte por esos señores, no nos están juzgando.
-¿Cómo sabes lo que estaba pensando?
Se encogió de hombros y volvió a sonreír de esa manera franca que le hacía parecer un niño, a pesar de las canas.
-No lo se. Quizá tengamos telepatía tú y yo, o puede que tú seas demasiado transparente...¿Qué importa? El caso es que hay pocas cosas que se te pasen por esa cabecita tuya que que tengan secretos para mi. Se que estás nerviosa y algo asustada; pero no tienes por qué.
-¿Ah no?
Negó con la cabeza al tiempo que se limpiaba los labios con la servilleta antes de beber. Era tan pulcro, tan ordenado, parecía tenerlo todo bajo control.
-No, ni ahora ni nunca. Cuando acabemos de comer y subamos a nuestro cuarto, no pasará nada que tú no desees. Ya somos adultos, ¿no?
-Yo diría que si. Igual ese es el problema, que somos demasiado adultos.
-¿Tú crees?
Tragué saliva antes de continuar; no era sencillo para mi este momento pero sentí que sólo irían bien las cosas si era clara con él desde el principio.
-Verás, Alexander, aunque las chicas, mis amigas-aclaré, innecesariamente-creen que desde que me divorcié tuvo varios líos, no es verdad. Les dejé creer que había tenido una historia con mi psicólogo, pero no hubo nada realmente. Lo cierto es que...
-No te has acostado con nadie desde entonces-prosiguió él por mi.
Asentí con la cabeza, aliviada de lo fácil que había sido decírselo, aunque también me sentí como una completa idiota
Nos callamos de repente cuando llegó el camarero con la carta de postres. Yo solo pedí un café, pero Alexander tomó una porción de tarta de manzana y otra de queso.
-No sabía que fueses tan goloso
Se encogió de hombros.
-La vida hay que endulzarla, ya es bastante amarga de por sí.
Empezó a cortar la tarta de manzana en pequeños trozos simétricos que se llevaba a la boca y masticaba delicadamente sin dejar de mirarme. Es curioso, la manera de comer dice mucho de alguien y temía verle en la mesa y que me decepcionase. Ya me había pasado con muchas personas que me parecieron estupendas al principio y luego, al verlas zampar como energúmenos, o hablar con la boca llena, o gesticular con el tenedor y el cuchillo en la mano, como amenazando, me parecieron tan zafios, tan vacíos y faltos de la más mínima forma de comportarse que me daban literalmente náuseas.
-¿Por qué me miras tan fijamente?-me preguntó, algo desconcertado.
-Me gusta verte comer. Aunque no sé por qué te extrañas tanto, tú llevas todo el rato mirándome como si fuese una aparición.
-En cierto modo lo eres. Me resulta tan extraño verte aquí sentada a mi lado, tomándote el café y mirándome a los ojos, tan cerca que siento tu calor y me basta extender así la mano-dijo, tomando la mía-para sentirte…
-¿Pues quién pensabas que era? ¿La Virgen María, un ectoplasma?-bromeé.
Pero me di cuenta de que él estaba hablando completamente en serio, que sentía necesidad de decirme cosas importantes y que no sabía bien cómo hacerlo. Aunque la psicóloga es Sara Patricia, yo también puedo darme cuenta perfectamente del momento en que la otra persona necesita desnudar su alma, y al igual que a veces buscamos la penumbra para descubrir nuestro cuerpo al amante que lo va a ser por vez primera, del mismo modo ahora él necesitaba paz y tranquilidad para decir lo que tenía que decir.
-¿Sabes cuánto tiempo hace que estoy solo?
No le contesté, estaba hablando conmigo, quería contarme cosas de su vida que tal vez a nadie le había dicho, pero no quería que yo le contestase a esas preguntas retóricas que me hacía, quizá tan solo para hilar mejor un discurso que para él era tan necesario como doloroso. Aunque no me encontraba ya cómoda en esta mesa; el restaurante se había quedado vacío, y el camarero nos miraba con las manos tras la espalda, desde la esquina más cercana, con algo de resquemor. Era el lugar menos apropiado para las confidencias. Atisbé tras la cortina y vi que había salido un pálido sol invernal y ya no llovía. Le propuse que caminásemos un poco mientras hablábamos. El hotel, según me había fijado cuando veníamos en el taxi, quedaba a pocas calles de la playa.
Cuando salimos noté el frío cortante en la cara y me puse las gafas de sol para protegerme tanto de los débiles rayos como del viento que me hacía lagrimear. Alexander me subió las solapas del abrigo, y me ofreció su brazo. Me agarré a él como si lo hubiese hecho toda mi vida. Pensé que la gente con la que nos íbamos encontrando de camino al paseo marítimo se imaginaría que éramos otra pareja más en la mitad de su vida, que salen a estirar las piernas un viernes después de comer, para hacer ejercicio y quizá hablar de los problemas de los hijos, de la vida, de las próximas vacaciones…Y sin embargo lo único cierto era la edad. Pero ni teníamos vida en común, ni hijos, ni siquiera sabía si alguna vez nos iríamos de vacaciones juntos. Al principio los dos caminábamos en silencio, acompasando cada uno sus pasos a los del otro, sintiéndonos mutuamente y cómodos en un silencio que en el fondo decía muchas cosas. Hablaba este silencio de la mutua aceptación, de que no nos sentíamos defraudados, sino contentos de estar juntos, de la necesidad que ambos teníamos de compartir.
Las aceras del paseo marítimo estaban casi vacías a aquellas horas, y nos sentamos en uno de los bancos de madera. Alexander me atrajo a su lado y me pasó su brazo por encima de los hombros. Mi cabeza encontró en su pecho el acomodo natural, como si ese hubiese sido siempre su sitio. Cerré los ojos y dejé que el sol invernal me calentase la cara. Se estaba tan bien así que pensé que no me gustaría irme nunca de este banco solitario y perdido en una pequeña ciudad norteña, sintiendo bajo la palma de mi mano el latido del corazón de este hombre que llevaba tan poco tiempo en mi vida y que sin embargo se había convertido en alguien tan importante, que podía de igual manera darme la felicidad o hundirme en la tristeza.

Beth08 de mayo de 2012

14 Comentarios

  • Endlesslove

    Me enacnató ese encuentro, cuantos momentos hermosos sensaciones y sentimientos se despiertan al leerlo.
    "los riesgos de la cercanía"... ( me quedo con esa frase, podríamos hacer todo un tratado sobre esto ;-) )
    Un beso Beth

    09/05/12 12:05

  • Davidlg

    Sabes amiga, me gustaría que fuera igual de especial el día que la pueda ir a visitar. Por ahora eso no será posible, pero me estoy esforzando para alcanzarla. Trabajo 10 hrs y regreso para escribir todo cuanto pensé durante el camino, y cuando hablo con ella sólo deseo que el tiempo pase y que mi camino llegue a ser su camino. No sé si esto llegue a pasar, pero no pienso dejar el intento. saludos y buenos días!

    09/05/12 03:05

  • Creatividad

    Beth, que bonito lo has relatado y con tu singular descripcion de los detalles. Muy tierno y sincero. No perdularias esta vez que hayan interrumpido la intimidad. Muy bonito. Saludos

    09/05/12 04:05

  • Beth

    Pues si, Susana, es todo un reto conocer a alguien mucho cuando ya le conoces de antes. Besos

    09/05/12 09:05

  • Beth

    Pues cuando ese día llegue, amigo David, me lo tienes que contar (lo que se pueda contar, claro) y lo novelamos.Besos

    09/05/12 09:05

  • Beth

    Bueno, las perdularias son muy entrometidas, pero de vez en cuando, sobre todo a distancia y con teléfonos apagados, suelen portarse bien. Besos, guapa

    09/05/12 09:05

  • Buitrago

    Y sin bajar del listo caminan los episodios..
    Buennnn texto
    Saludos

    Antonio

    09/05/12 01:05

  • Beth

    Gracias Antonio. A ver a donde nos llevan estas perdularias, a qué puerto nos encaminan. Saludos

    09/05/12 03:05

  • Lumino

    No sabes los avatares hasta que he terminado de leer este interesante capítulo. Voy a por el que me dejé esta mañana a medio leer.

    13/05/12 09:05

  • Beth

    Pues nada, espero que te guste. Saludos

    13/05/12 09:05

  • Danae

    Muy, muy real. Como la vida misma.
    Un gran abrazo, corazón.

    22/05/12 06:05

  • Beth

    Algún retazo de realidad lleva, no te creas. Besos, querida Danae

    22/05/12 07:05

  • Miguelito

    Hola Beth
    Creo que no había leído nada tuyo. Este es el primero. Sin embargo me gustó. Perfecto en todos los sentidos. No puedo decir otra cosa.
    un saludo de miguelito

    24/05/12 11:05

  • Beth

    Bienvenido Miguelito y gracias por tu presencia. Quizá como es una historia que ya viene de antiguo lo encuentres algo deslabazado. Tengo muchas cosas que mejorar, solo espero tener el tiempo necesario para ir haciéndolo poco a poco. Cordiales saludos

    24/05/12 11:05

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