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La Real Orden de Las Perdularias 32

Anastasia fue la primera en hablar; al parecer era inasequible al desaliento, y no sé si por qué no se daba cuenta de nada, o por qué sabía demasiado bien lo que pasaba, se acercó contoneándose y saludando a todo el mundo.
-Hola, chicas. ¿Llego tarde? Espero no haberme perdido algo interesante.
Leo se adelantó en el sofá y como sospeché que iba a soltar una andanada de las suyas, aproveché que estaba a su lado para tomarla del codo y tirar de ella hacia atrás. Me miró con algo parecido al resentimiento, pero me dejó hacer.
-No, querida-le contestó Sara Patricia. No te has perdido nada interesante. Simplemente estábamos hablando de regalos de San Valentín.
Si desconfiaba algo, no lo dio a demostrar y siguió sonriendo y sirviéndose café. Me fijé en Luisa Fernanda. Estaba muy pálida, con los nudillos blancos, tal era la fuerza con que se aferraba a los brazos del sillón. Se levantó despacio, como una abuela reumática y boqueando como un pez recién sacado del agua. Daba la sensación de que el aire no le alcanzaba para respirar.
-Perdonadme; no me encuentro bien. Creo que acostaré un poco. No, nos marchéis-dijo al ver que algunas de las chicas se levantaban. Hay café suficiente; no es necesario que dejemos la reunión.
Le hice una seña a Sara Patricia para que fuese tras ella; pensé que era quien mejor la podía apoyar en esos momentos. Cuando oí que se cerraba la puerta que daba acceso al pasillo y estuve segura de que no nos podían oír, decidí que había llegado la hora de tomar el toro por los cuernos. No sé si había hecho mal o bien en no contar lo que había visto. En todo caso, las circunstancias, como tantas veces en la vida, habían decidido por mí.
-He conocido a muchas desvergonzadas; pero creo que tú te llevas la palma-le espeté, mirándola fijamente.
Ella me devolvió la mirada con desenvoltura; incluso se permitió una sonrisa despreciativa, como si estuviese contemplando a un réptil en un terrario.
-No sé qué quieres decir. Supongo que siempre me has tenido envidia.
No me creo una persona violenta y suelo huir de las confrontaciones, pero mi paciencia había llegado al límite y ya me daba igual lo que pasase.
-¿Envidia? ¿De una zorra como tú?
Las demás se quedaron mudas de asombro; yo no solía expresarme de esas palabras. Y antes de que Anastasia me respondiese, seguí con mis acusaciones. Me puse de pie delante de ella, que también se levantó y me miró de arriba abajo. Me sobrepasaba una cabeza, pero eso no me amilanó.
-Te vi el domingo en el restaurante como zorreabas con el marido de tu prima. ¿Cómo puedes tener tan poca vergüenza? Te acogió en su casa cuando llegaste, te presentó a su gente y te abrió las puertas de su vida. Mira bien lo que te digo-proseguí-si te hubieses enamorado, podría entenderlo, porque al fin y al cabo, en el corazón no se manda; pero apostaría mi vida a que no sientes nada por ese imbécil. Lo único que quieres, lo que te mueve, es sacarle dinero y al mismo tiempo alimentar tu ego enfermo y joderle la vida a tu prima. Eres patética.
-No te permito que me insultes-me dijo acercándose con aire amenazante.
Leo se puso a mi lado y la miró, desafiante. Eran de la misma estatura, pero mi amiga podría machacarla con un dedo. Llevaba años entrenándose y había hecho de su cuerpo un templo, no a la belleza, sino al poder. Se había jurado a sí misma que nadie volvería a ponerle la mano encima y a eso había dedicado gran parte de su energía. Pero yo no necesitaba ayuda. La aparté suavemente.
-No te insulto, querida, me limito a dejar constancia de unos hechos, y a definir lo que eres. Una puta, con mis respetos a las putas, que al fin y al cabo hacen un trabajo y no engañan a nadie. Tú no tienes dignidad. Lárgate de aquí; no nos envenenes más con tu presencia.
No esperaba que se marchase; pero fue lo que hizo. Recogió su bolso y su abrigo y salió dando un portazo; no sin antes dedicarme una mirada que de amistosa tenia poco.
Beth30 de junio de 2012

4 Comentarios

  • Creatividad

    Waowww Giomar saco las unaaaaaaasss!!! Buena entrega otra vez y la sdescripciones de ese cuerpo. como si lo viera...Beth, este libro lo tienes que publicar pero a lo grande..te lo digo de verdad! Saludos.

    01/07/12 05:07

  • Beth

    Ojala pueda hacerlo, querida Creatividad, si sale publicado algún día habrá alguna dedicatoria pendiente.Besos

    01/07/12 09:07

  • Nereael

    Ayayayaya, que acabo de volver del pueblo y me encuentro el capítulo 32 de las Perdularias. Ya han estallado los misiles, los obuses y las granadas de fragmentación. Todavía estoy apludiendo a Guiomar, que ya puede contratar a Leo de gorila de seguridad, porque creo que el pendón verbenero le acaba de declarar odio eterno, como Hanibal a los romanos.
    Muy bueno, Beth, muy bueno.

    02/07/12 04:07

  • Beth

    Gracias Nerea. La verdad es que a mi me gustaría para mis luchas diarias llevar a una Leo a mi vera todo el día, cualquiera se mete con ellas

    02/07/12 05:07

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