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La Real Orden de Las Perdularias 8

Tengo muchos defectos pero no soy de esas personas machaconas que cuando algo ha salido mal no cesan con el “ya te lo decía yo”. Cuando Laura volvió a casa con el rabo entre las piernas me limité a darle un abrazo, hacerle una taza de te y ofrecerle pañuelos de papel y bombones. No sé qué tiene el chocolate que cura casi todas las penas, o al menos las disuelve. Nos pasamos una noche entera en la sala de mi casa, sentadas en la alfombra, envueltas en mantas, escuchando tangos, que es una música de mucho dramatismo para estas ocasiones, y comiendo bombones, al menos ella. A mi es que solo me gustan los que van rellenos de licor, y cuando voy por el tercero ya no soy persona y empiezo a disparatar. Y en esta noche al menos una de las dos tenía que estar medianamente cuerda. Me contó con pelos y señales sus tres meses en la granja con el ínclito Eusebio. Parece ser que al principio toda era miel sobre hojuelas, y aunque nunca fue demasiado cariñoso, en la cama cumplía con generosidad y era divertido y ameno en sus charlas. Pero cuando se terminaba el ardor amoroso, que por mucho que dure es impensable que pueda ocupar todo el día, se convertía en una especie de dictador que fiscalizaba cada uno de los movimientos de Laura e incluso le decía cómo tenía que pensar y qué tenía que decir en cada momento. Y para colmo de males, el trabajo no le gustaba demasiado. Laura nunca había cuidado ni de un perro, así que el trabajo de la granja con animales de los que había que ocuparse todo el día, la superaba. No sé de qué pasta estamos hechas las mujeres, que por amor soportamos muchas cosas; y ella llevó como pudo los olores de marranos y gallinas, el estiércol y empujar carretillas de comida tres veces al día desde los pajares hasta el corral. Quien había estado acostumbrada a zapatos de Martinelli y bolsos Gucci y que no salía a la calle sin su base de maquillaje, su colorete y su rouge, ahora iba todo el santo día con mugrientas botas de goma y vaqueros que olían a excremento de cerdo. Ni el amor más desinteresado del mundo hubiese soportado algo semejante. No había cenas románticas a la luz de las velas, ni salidas al cine o al teatro, ni un mal paseo por el campo, con lo cual cuando mi amiga se percató que la cuenta bancaria que tontamente había abierto a nombre de los dos estaba vacía, hizo la maleta y volvió a la civilización. Tuvo un arranque que me sirvió para entender por qué la quería yo tanto: antes de irse y aprovechando que Eusebio había ido al pueblo en busca de provisiones, fue al corral de los cerdos, cargó el estiércol acumulado de dos días en una carretilla, y empujándola con renovado ímpetu, repartió el oloroso cargamento equitativamente entre la cocina y el dormitorio de su amante.
Laura sobrevivió a la desilusión, como siempre lo hemos hecho, desde hace siglos, las mujeres. Creo que en nuestro código genético va escrito que siempre nos reponemos, quizá porque también está escrito que las desilusiones forman parte de nuestra vida. Me he preguntado muchas y repetidas veces si no tendremos nosotras la culpa por amar demasiado. Hace años leí un libro, o mejor dicho, empecé a leerlo, en donde se hablaba precisamente de eso, de las mujeres que aman demasiado. Lo dejé a medias porque me salió un sarpullido en el pecho, justo en el sitio en donde se supone que va el corazón, y me di cuenta de que era un aviso de que me estaba haciendo daño. Hace ya tiempo que me he reconciliado con mi cuerpo y sus muchos defectos, ahora vivimos en una especie de paz armada y en agradecimiento, él me suele avisar en el momento en que algo no me conviene. Demos gracias a Dios por las pequeñas cosas.
La pequeña Claudia seguía como un alma en pena e nuestras reuniones, sin apenas abrir la boca y mirándolo todo con ojos de gorrión asustado. Gracias a mis bizcochos había conseguido que ganase un par de kilos que le hacían mucha falta y sus piernas habían dejado de tener el patético aspecto de dos patitas hechas de alambre. Pero seguía teniendo unos huesos menudos como los de un niño de diez años y una risa huidiza que ella racionaba, como si el estar contenta fuese una especie de pecado horrible que había que evitar. Luisa Fernanda, con la mejor de sus intenciones, procuraba darle consejos en aras de evitar el enorme pecado de que pudiese sentirse atraída por otra mujer, e incluso, para susto de la implicada, intentó concertarle varias citas con amigos de sus hijos. Menos mal que Leo, siempre con el hacha de guerra preparada, tomó cartas en el asunto y amenazó a la entrometida con mandarla al hospital por varias semanas de un golpe de kárate si no dejaba a la chica en paz. Sara Patricia no se manifestaba; en realidad trataba de evitar a Claudia todo lo que podía, la consideraba una especie de fracaso profesional. Y así, sin saber cómo, me vi erigida en protectora y mentora de esta pobre alma que vagaba en busca de su propia identidad. No sabía yo muy bien cómo ayudarla, porque aunque mi identidad sexual estaba bien definida; me gustaban los hombres por más que al tiempo me fastidiasen mucho; en realidad poco más tenía claro en la vida. Pero ella parecía pensar que si fui capaz de cambiar su aspecto con dos trapos y unos zapatos, también podría ayudarla a encauzar su vida. Eso era ser optimista, por decirlo de un modo suave, ya que mi propia existencia se balanceaba en la cuerda floja y había algunas mañanas en que tenía que buscar un pretexto para salir de la cama y enfrentar el mundo y sus embrollos. Mi trabajo había dejado de gustarme; simplemente era una manera de ganarme la vida. Mis hijos campaban por sus respetos y sólo se acordaban de que tenían una madre cuando necesitaban comida, no tenían tiempo de lavar la ropa o andaban cortos de dinero. Y en cuanto a mi vida sentimental…simplemente había encontrado a una persona de la que me había enamorado, pero tampoco estaba segura de salir indemne de esa relación. Más bien pensaba que de alguna manera acabaría con el corazón hecho pedazos y sin cola para recomponerlo.
Beth25 de marzo de 2012

4 Comentarios

  • Davidlg

    Tal vez y sólo tal vez, lo que sintió Laura no era demasiado amor, sino demasiada soledad. Ese sentimiento es capaz de hacer que nos metamos en muchos líos.
    Por otra parte madre superiora, si las cosas salen bien con Claudia; "tal vez" le pediría que considerase hacer una labor social con una humilde oveja descarriada.

    Saludos amiga! me encanta esta historia...

    25/03/12 10:03

  • Beth

    Por supuesto, yo también pienso que a veces, cuando estamos demasiado solos, nos enamoramos del amor, del sentimiento y no de la persona. Quizá eso le pasó a Laura, no lo se. Bueno, yo de ovejas descarriadas no se demasiado, pero dada mi condición de abadesa...tal vez podría considerar una caridad para la salvación de mi alma.

    Gracias por la lectura, un abrazo de la Madre Superiora de este convento ta extraño

    25/03/12 10:03

  • Danae

    Querida Beth, yo también me enfrasqué en ese libro que mencionas, a trompicones y deshoras, porque también sentía ese sarpullido ... Pero lo acabé. Aunque bien argumentado y escrito, la autora se empeña, sin embargo, a achacar repetidamente esa excesiva disposición amatoria de las mujeres a las que estudia (excesiva por los impresentables a los que ese amor va dirigido, no por el sentimiento en sí) a un trauma de niñez originado por el hecho de tener un problema de alcoholismo en casa, una casuística que me parecía demasiado restrictiva.
    Por lo demás, debo felicitarte por tu gran talento y sensibilidad, lo que me lleva a felicitarme a mí misma por tener la suerte de poder compartir tan hermosas letras como rendida lectora tuya.
    Un beso muy admirado.



    11/04/12 11:04

  • Beth

    Querida Danae, para mi es un honor que me leas y que encuentres algo en lo que escribo que te pueda gustar; a ti que eres una maestra en esto de escribir. La verdad es que hay algunos tipos de libros, como este del que hablamos, que aún escritos con la mejor de las intenciones, a mi, personalmente, me confunden más. Prefiero tomarme la vida con filosofía y a ser posible con humor, aunque sea negro.

    Te mando un cariñoso beso

    11/04/12 11:04

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