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Las Pasiones Peligrosas

Ya no era una jovencita cuando le conocí; y aunque hubo algunas personas, sobre todo una buena amiga, que me previno de que estaba entrando en un terreno demasiado peligroso y que probablemente me haría cambiar radicalmente mi manera de ver la vida...no fui capaz de seguir sus consejos. Mi cabeza me decía que eran palabras acertadas y que quizá me estuviese equivocando y jugando con fuego al iniciar esta relación fatal que iba contra todo lo que me habían enseñado; pero mi corazón galopaba cada vez más de prisa cuando le veía y hacía que se me nublase la vista, que me temblasen las piernas y que todo me diese igual.
Pero a pesar de todo, quizá porque mi parte racional estaba muy presente en aquel momento en mi vida, seguí resistiéndome a que llegase a formar parte de mi; y aunque me muriese de ganas de tenerle cerca, me contentaba con mirarle a veces en la distancia, sonreír cuando le veía un poco más cerca y soñar con él cuando me acostaba cada noche. Me moría de ganas de tenerle pero todo me decía que no era correcto.
Ay, pero él era tan insistente y tan suave a la vez. Se hacía notar de una manera sutil pero profunda y su olor me perseguía noche y día: en el trabajo, cuando cocinaba, cuando hablaba con mis hijos, hasta en la cama, despierta o en sueños. Pronto empecé a decir su nombre cuando me quedaba dormida y me despertaba sintiéndole como se fundía suavemente en mi boca. Era una tortura insoportable que me hacía enloquecer y varias personas cercanas se dieron cuenta de que algo me pasaba. Será por eso de que el amor y el dinero no se pueden esconder. Pues bien, yo no podía ni quería esconder que estaba terriblemente enamorada, que dependía de él y de que quería que se fundiese en mi. Era fuerte y suave a la vez, y además...olía tan bien. Todo él era apetecible y necesitaba con todas mis fuerzas sorberlo, catarlo, paladearlo lenta y deliciosamente...
Nuestro primer encuentro fue de la manera más furtiva, a escondidas en la cocina, mirando de un lado a otro para que nadie nos sorprendiese; sería demasiado vergonzoso e incluso humillante para mi. ¿Qué dirían los demás? En esa misma cocina tuvimos varios encuentros en las primeras semanas, pero luego me fui volviendo más atrevida y a veces me lo llevaba a mi cuarto de estudio y disfrutábamos de un rato juntos apartando libros, cuadernos y apuntes. Hasta llegué a verme con él en mi lugar de trabajo. Hasta que al cabo de uno o dos meses me atreví; me puse el mundo por montera y me lo llevé a mi propia cama, sin importarme que fuesen las tres de la mañana. Me daba tanta vergüenza que solo me permití encender la luz de esa lamparita de la mesa de noche en forma de lágrima. Y lágrimas de placer, de satisfacción y de plenitud eran las que corrían por mis mejillas cuando al fin me lo pude llevar a la cama. Nunca olvidaré su sabor; se ha quedado en mi para siempre. Primero le conocí a él en estado puro, así tal y como es; pero al poco tiempo de que hubiese compartido mi cama, empecé a traerme a sus hermanos también. No puedo decir a cual de ellos prefiero, y como soy tan indecisa, los voy alternando, según tenga el día. Ellos lo llevan bien, son buenos hermanos y no sienten celos. Saben que en el fondo estoy enamorada de todos ellos.
Es que es tan complicado saber con cual quedarse...¿el yogur griego natural, el de fresa, el que lleva trocitos de pera o el de melocotón? Solo se que desde que les conocí a todos mi vida es una orgía de sabores y ya no puedo desprenderme de ellos. Que Dios me perdone.
Beth29 de enero de 2012

6 Comentarios

  • Asun

    Ay esos yogures!!!!! pero dinos la verdad... hablas solo de yogures?, Muy divertido Beth, lo que necesitaba para este domingo, muchas gracias.
    Besitos.

    29/01/12 04:01

  • Beth

    Ah, si te digo eso, querida Asun, te lo digo todo, y siempre hay que mantener un poco de misterio. Las metáforas son algo precioso a la par que divertido. Y los yogures griegos están de muerte, contando con que las señoras de una edad tan provecta como la mía necesitamos mucho calcio. Un beso

    29/01/12 05:01

  • Danae

    Bueno, Beth, he vuelto y leo esta prosa tan bien escrita, expresiva y divertida ..a mí también me encanta el yogur ... y la verdad, el griego es tan cremoso ...
    Un beso, corazón.

    31/01/12 04:01

  • Beth

    ¿Verdad que si? Es suave, cremoso y tierno. Otro beso para ti, querida Danae

    31/01/12 05:01

  • Serge

    Beth:
    Amita, por un momento pense que se trataba de otra cosa jejejeje...
    A mí también me encanta el yogurt de fresa.

    Un gusto leerte de nuevo.

    Serge.

    23/02/12 10:02

  • Beth

    Ay los gatos, que malpensados sois. Si yo soy una señora ya demasiado mayor para esas veleidades. Un beso

    23/02/12 10:02

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