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La vida puede cambiar en un instante; en apenas segundos o solo con un gesto todo ese mundo que conocemos puede dar un vuelco y ya nada vuelve a ser como antes. No siempre tiene que ser para mal; hay ocasiones en que ese cambio es para mejorar, para encontrar por fin que tenemos nuestro sitio, que hemos llegado a casa.
Hace un mes escaso yo odiaba los fines de semana; y especialmente odiaba los domingos. Ahora mismo la situación ha dado un giro tan brusco que en lugar de odiarlos, estoy deseando que la semana pase pronto y llegue el sábado por la tarde, el domingo e incluso el lunes por la mañana, si se tercia.
Y quizá ese cambio se debe a que de repente me he dado cuenta de que puedo compartir muchas cosas, hasta mis Kilómetros, que antes eran en solitario. Ahora da igual que llueva, que haga sol, que nieve o que el viento gire y se dé la vuelta en la esquina…todo eso deja de tener importancia. Lo verdaderamente importante es compartir una canción, un paisaje, una broma tonta, de esas que la mayoría de la gente no entiende, ni tiene por qué hacerlo.
Ahora el mar tiene otro color, aunque el día sea muy malo; y las piedras me sonríen cuando las miro, por más que todos se empeñen en decir que son seres inanimados. Y los gorilas del Congo me hacen guiños a cada instante; el pasado se hace presente y me olvido de que las canas me invaden y vuelvo a tener diez, once, doce años…
Beth06 de octubre de 2014

2 Comentarios

  • Sandor

    Beth, hermoso texto, pué sí, cuando el pasado comienza a distanciarse, desde el presente sereno las cosas toman otra perspectiva más real, sin que tiremos los recuerdos por la borda.
    Un beso
    Carlos

    07/10/14 12:10

  • Beth

    Tú y yo sabemos algo de eso, verdad?. Te mando un enorme beso. Cuídate

    07/10/14 07:10

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