TusTextos

Mientras Llega MaÑana 22

Insistió en que parásemos a merendar en Pontedeume, aunque yo no tenía hambre, pero al parecer todo lo que Diego decía era ley para él. Le indiqué una cafetería antes de llegar al centro del pueblo, donde hay mucha variedad de té y café; y mientras él se tomó un café italiano yo elegí un té de naranja y frambuesa, una extraña mezcla que me dejó en los labios la sensación de estar comiendo flores.
-¿Estás cansada?-me preguntó.
-Algo, si, pero estoy bien. Me ha gustado mucho volver al castillo, hacía tiempo que no estaba. Y el ejercicio hará que esta noche duerma bien, o eso espero, al menos. Aunque tengo miedo de encontrarme mal de nuevo.
-Si lo dices por las náuseas, espero que este solucionado. He llamado esta mañana a Diego y le he explicado lo que pasó. Vendrá esta noche a cenar y te traerá una medicina para solucionarlo.
-¿Por qué lo has hecho?
-Porque se que tú no ibas a hacerlo; no se porque extraño motivo no quieres dar a conocer a los demás tus padecimientos.
-No es eso, es que siempre he detestado a la gente que se queja continuamente.
Bebió un poco de su café y me miró entornando los ojos.
-Hay una ligera diferencia entre una persona quejica y sufrir sin necesidad.
-Bien, voy a baño antes de que sigas sermoneándome.
Cuando me estaba lavando las manos vi mi imagen reflejada en el espejo; y aunque ya no me resultaba tan extraña, si que me preocupó ver que tenía la barbilla y la zona alrededor de la boca como enrojecida, irritada y reseca. Se lo comenté a Daniel cuando ya salíamos hacia el coche.
-¿Tú no te has fijado?
-Si, me ha dado cuenta hace ya un rato.
-¿Y por qué no me lo has dicho?
Se encogió de hombros mientras me abría la puerta para que entrase en el coche.
-Supongo que porque me sentía culpable.
-¿De qué? No tengo ni idea de que estás hablando.
-Me temo que esa irritación es por mi culpa-me explicó mientras daba marcha atrás para salir del aparcamiento. Por mi barba, cuando te besé.
-Tu barba no pica-le dije sin mirarle.
-Pero ahora tu piel está más delicada, acuérdate de lo que te dijo tu hermano. Pero no te preocupes, me afeitaré, si hace falta.
-No, no será necesario-le atajé, muy seria. No quería que se hiciese la idea equivocada de que me iba a estar besuqueando de continuo. No éramos dos adolescentes descerebrados, o eso esperaba, al menos.
Apenas habíamos bajado del coche cuando llegó Diego. Entramos en casa y, para mi asombro, le dio a Daniel un paquete explicándole con que frecuencia tenía que tomarme una medicina llamada Dolasetron, que al parecer evitaría los vómitos y las náuseas.
-¿Se puede saber por qué se lo das a él? La que vomita soy yo.
-Ya lo se, pero se lo doy a Daniel porque de ti no me fío. Si no fuese por él, no sabría que has pasado mala noche. Eres como una niña malcriada y hay que controlarte.
-Sois bastante insoportables, los dos. Me voy a la cocina a preparar la cena, antes de que diga algo de lo que luego me arrepienta. Voy a preparar una tortilla de patata.
-Avísame cuando tengas que darle la vuelta-me dijo Daniel. Tú todavía no puedes hacerlo.
Me fijé en la sonrisa de mi hermano, y me escabullí hacia la cocina, harta de los dos y sus bobadas. Mientras pelaba las patatas les oí hablar y reírse en la sala, y me alegré de que congeniasen bien. El olor del aceite calentándose en la sartén me revolvió el estómago y supe que no sería capaz de comerme la tortilla, aunque era uno de mis platos favoritos. Pero a pesar de todos mis males, de mi cabeza pelada, pues el poco pelo que me quedó después del corte estaba empezando a caerse, me sentía contenta. No puede menos que reír para mis adentros y decirme que era una inconsciente o una imbécil por sentir lo que sentía. Ni siquiera cuando empecé mi noviazgo con Arturo, a los veinte años, me había sentido así. Bastaba oír la voz de Daniel o sus pasos cerca para que se me llenase de mariposas el estómago. Sacudí la cabeza, intentando alejar esos estúpidos pensamientos de mi mente. Tenía que mantenerme fría y no dejarme llevar, porque no estaba en condiciones de enredarme en una relación. Daniel interrumpió mis pensamientos al entrar en la cocina a buscar los platos para poner la mesa.
-¿Está ya preparado para darle la vuelta? No se te ocurra hacerlo a ti.
-Tranquilo, nunca cometería semejante pecado. Si, dale la vuelta.
Diego entró al poco rato y los dos anduvieron rondando por la cocina, embromándome y burlándose de mi. Les dejé hacer, pero cuando Daniel salió a buscar más leña para la chimenea, Diego se acercó a mi, y me dijo algo que me dejó sin palabras.
-Ese muchacho te quiere de verdad. Si no lo ves es que estás más loca de lo que yo pensaba. No desaproveches la ocasión, porque la vida nos hace pocos regalos. ¿No te das cuenta de que no te quita los ojos de encima, que solo está pendiente de ti y de cualquier cosa que necesites?

Querida Úrsula:
Quizá porque yo guardo buenos recuerdos de las Navidades de mi infancia, siempre he procurado que cuando tú eras pequeña la Navidad fuese algo muy especial. Todavía me pregunto cual de las dos disfrutaba más, si tú o yo, con los preparativos; el Nacimiento, el árbol, comprar los turrones y golosinas. Si no fuese por mi abuela, mis Navidades hubiesen sido bastante más tristes todavía, porque mi madre estaba siempre tan cansada, tan superada por la vida y sus problemas que planear la cena de Nochebuena y los regalos eran para ella una tarea que se le hacía pesada como una losa. Ni que decir tiene de poner árbol o Belén. Nosotros vivíamos en una ciudad que distaba unos treinta Kilómetros de la casa del pueblo, pero las Navidades se celebraban aquí, por suerte. Dos semanas antes de Nochebuena salía con mi abuela a los montes cercanos, aprovisionadas las dos de cestas, y las llenábamos de musgo verde y oloroso para poner el Nacimiento. Mi abuela guardaba las figuritas, algunas ya bastante desportilladas, envueltas en papel de seda y guardadas en una caja, que a su vez se guardaba en la cómoda de su cuarto. Cuando se sacaban de su escondite, era trabajo mío limpiarlas, una por una, con un trapo de lana, pues decía la abuela que el verdadero amor a Dios empieza por el respeto, y sin limpieza, no hay respeto. No se si será verdad, pero a mi me sirvió para inculcarme el amor por la pulcritud. El río lo hacíamos con el papel de plata que mi abuela guardaba durante meses, de las envolturas del chocolate; y había cuatro o cinco ovejas, a cada cual peor, pues a la que no le faltaba una pata le faltaba el rabo o carecía de ojos, que solíamos desperdigar por el puente que cruzaba el río, o en el camino que llevaba al Portal. Cada día yo era la encargada de adelantar un paso a los Reyes Magos, cuyos camellos habían pasado por épocas mejores. Pero en aquel entonces pensaba que era el Nacimiento más bonito del mundo.
De traer el árbol se encargaba mi abuelo, y para ello se iba al monte por la mañana y volvía con un pino de regular tamaño, que luego mi padre me ayudaba a decorar. Lo que más recuerdo de Luís era su infinita paciencia para contestar a todas y cada una de mis numerosas y cansinas preguntas. Pero nunca le noté que se cansase o que me dejase con alguna duda. Le recuerdo a menudo, y pienso que me hubiese gustado poder contarle que lo sabía todo, pero que no le quería menos porque él no me hubiese engendrado. Siempre he pensado que hay hijos de sangre y otros de corazón, y yo fui su hija de corazón.
Ya es tarde, Úrsula, y últimamente me canso mucho. Pero sobre todo, nunca olvides que te quiero
Beth30 de marzo de 2011

8 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    Beth:
    La historia continua con ese poder de captura, la imagino hermosa con el color rojo en su barbilla. La carta cortó de tajo, sin embargo me ha puesto a pensar que es bueno hablar de la historia familiar con los hijos y la última frase sobre los hijos de sangre y otros de corazón, en ella me encuentro a plenitud.

    Abrazos con todo mi cariño

    30/03/11 09:03

  • Beth

    El color rojo es por una buena causa, ¿no?

    Creo profundamente en eso, en los hijos de sangre y de corazón y no se quieren menos los segundos.

    No te preocupes, creo que el color rojo de la barbilla dará para mucho en los próximos capítulos.

    Un beso

    30/03/11 11:03

  • Elisa2010

    BETH,,, TE AGRADESCO CON TODO MI CORAZON TUS LINDOS COMENTARIOS Y TE DESEO QUE SIGAS COMENTANDOME PUES ESO PARAMI ES DE MUCHA IMPOTANSIA QUE PERSONAS COMO TU ME COMENTEN TE DOY LAS GRASIAS POR TODOS Y TE FELISITO POR TODOS TUS LINDOS TEXTOS QUE SON FAVULOSOS TE MANDO UN ABRASO CON TODO MI RESPETO Y TE FELISITO POR TODOS LOS TULLOS

    03/04/11 08:04

  • Elisa2010

    BETH,,, TE AGRADESCO CON TODO MI CORAZON TUS LINDOS COMENTARIOS Y TE DESEO QUE SIGAS COMENTANDOME PUES ESO PARAMI ES DE MUCHA IMPOTANSIA QUE PERSONAS COMO TU ME COMENTEN TE DOY LAS GRASIAS POR TODOS Y TE FELISITO POR TODOS TUS LINDOS TEXTOS QUE SON FAVULOSOS TE MANDO UN ABRASO CON TODO MI RESPETO Y TE FELISITO POR TODOS LOS TULLOS

    03/04/11 08:04

  • Elisa2010

    BETH,,, TE AGRADESCO CON TODO MI CORAZON TUS LINDOS COMENTARIOS Y TE DESEO QUE SIGAS COMENTANDOME PUES ESO PARAMI ES DE MUCHA IMPOTANSIA QUE PERSONAS COMO TU ME COMENTEN TE DOY LAS GRASIAS POR TODOS Y TE FELISITO POR TODOS TUS LINDOS TEXTOS QUE SON FAVULOSOS TE MANDO UN ABRASO CON TODO MI RESPETO Y TE FELISITO POR TODOS LOS TULLOS

    03/04/11 08:04

  • Beth

    Yo soy la que le está agradecida a usted, Elisa, por leer lo que escribo. Le mando un beso muy cariñoso

    03/04/11 09:04

  • Endlesslove

    Aquí me quedo con la frase de Diego: No desaproveches la ocasión, porque la vida nos hace pocos regalos. ¡ real !
    y me recreo en mis recuerdos de las navidades del Belén que hacía en casa , también el rio lo hacíamos con papel de plata ( de aluminio decimos en mi país) y poníamos un poco de agua y teñíamos con gotas azules que utilizaba mi madre para la cubierta de los ponqués.
    ¡Hermoso recuerdos!

    11/09/11 07:09

  • Beth

    esos recuerdos los compartimos. Ahora, por desgracia, la Navidad, cuando ya te faltan personas, no es lo mismo. Pero los recuerdos de Elena son los míos

    11/09/11 07:09

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