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Mientras Llega MaÑana 26

Pero llegué y también fui capaz de darme una ducha, que me despejó la cabeza. Y me acosté púdicamente tapada con el pijama de Daniel. El se duchó después y se acostó a mi lado.
-Daniel, quiero que…
-No sigas-me atajó. Todo está claro, y no va a pasar nada, quédate tranquila. Vamos a fingir que esto es un noviazgo de principios del siglo pasado, cuando la novia tenía que llegar virgen al matrimonio.
Me eché a reír.
-Virgen ya no lo soy, desde luego, pero quiero que cuando ocurra sea algo especial, quiero estar bien, disfrutarlo, sin miedos.
Me acarició la cabeza, me abrazó.
-Todo eso ya lo se, no necesitas preocuparte. Descansa, duerme para estar bien dentro de unas horas. Pondré la alarma del móvil para levantarnos temprano y así podremos pasar por casa y cambiarnos.
Pero o bien la alarma no sonó o estábamos tan cansados que no la oímos, porque apenas nos dio tiempo vestirnos y marchar corriendo a la clínica para no llegar tarde. Ni siquiera pudimos desayunar. Cuando subíamos en el ascensor desde el garaje de la clínica, vi mi reflejo en el espejo, y me sentí totalmente fuera de lugar. Esperaba que mi hermano no hiciese ningún comentario sarcástico al verme. Pero nada mas salir nos encontramos con él en el pasillo. Se quedó sin habla al fijarse la cara de Daniel, pero no dijo nada. Luego me miró a mí de arriba abajo, y sacudió la cabeza en un gesto de incredulidad.
-¿Se puede saber de dónde vienes? Llegas tarde, y por si fuera poco, vas vestida como una médium de un programa cutre de esoterismo.
-Diego-protesté.
-Por Dios, de tacón alto y con restos de maquillaje. No sé que demonios os traéis entre manos vosotros dos, pero como pongáis en peligro el tratamiento, os juro que os mato, a los dos. Y tú-dijo mirando fijamente a Daniel, ¿Se puede saber qué te has hecho?
-Me he afeitado-le contestó, sin alterarse.
-Ya veo. ¿Y para qué? No, no me lo digas, ya me lo imagino. Y cuando se me pase el enfado ya te lo agradeceré. Ahora, fuera de mi vista los dos. A ti te están esperando en la sala, y tú-dijo señalando a Daniel, ven a mi despacho dentro de media hora. Por favor-añadió al final. Supongo que se dio cuenta de que se había pasado con la bronca, sobre todo a Daniel.
Entramos los dos como mansos corderitos en la sala, donde la enfermera esperaba ya, algo impaciente. Ella también nos miró; asombrada primero, y creo que algo molesta después, pero se guardó de decir nada. Hizo bien, porque yo no estaba dispuesta a soportar más regañinas aquella mañana. Me acomodé en la camilla, y Daniel vino a mi lado, me besó en la frente y me dijo que se iba a tomar un café y luego a hablar con Diego.
-No le permitas que despotrique demasiado. Cuando se pone en plan médico es insoportable.
-De todos modos, tiene algo de razón. Se preocupa por ti, simplemente. Tú no te preocupes. En una hora estaré de vuelta. Procura descansar.
Esta sesión fue más fácil que la anterior, porque ya sabía lo que me esperaba, y el ligero picor que me producía el gotero ya no me asustaba. Me relajé, y cuando Daniel entró me encontró sola; la enfermera había salido hacía cinco minutos.
-¿Has hablado con Diego?-le pregunté.
-Si, pero desayuné primero, para tomar fuerzas, por si la bronca era tremenda.
-¿Y lo ha sido?
Se encogió de hombros, y acercó una silla para sentarse al lado de mi camilla. Me cogió la mano libre, y la besó.
-Ya sabes, perro ladrador…Simplemente se preocupa por ti, y no le culpo. Tienes que reconocer que la pinta que traes hoy no es la adecuada para una pobre enferma de cáncer, doliente y triste.
-Quizá porque ya no me siento así-le dije. Tengo miedo todavía, pero contigo a mi lado he aprendido a vivir el presente y a preocuparme por el futuro solo lo justo. Y anoche lo pasé muy bien.
-Y yo. Lo repetiremos alguna vez, pero mejor un sábado, para que tu hermano no nos pille.
Nos echamos a reír, y estábamos besándonos como dos adolescentes cuando la enfermera abrió la puerta. Nos miró, escandalizada. Era una chica jovencita, no llegaba a los treinta años, y supongo que le debía de parecer patético que una señora de mi edad, y encima enferma, se hiciese arrumacos durante las sesiones. Me dio exactamente igual; en todo caso la compadecí por ser tan corta de miras; obviando que posiblemente yo misma, tres meses atrás, también me hubiese escandalizado.
Al terminar la sesión, aunque lo temía, sabía que tenía que pasar por el despacho de Diego. Pero le pedí a Daniel que me acompañase; como un escudo protector de las burlas y las advertencias de mi hermano. Nos mandó pasar y me hizo las preguntas típicas; cómo estaba, si había vomitado.
-Imagino que estarás cansada después del bailecito de anoche-me dijo, con retintín.
Miré a Daniel y sacudí la cabeza. Se lo había contado. El abrió las manos en un gesto de impotencia.
-No, no estoy cansada, al menos no mucho. Y me lo pasé muy bien. Además, tú siempre me has dicho que el estado de ánimo influye mucho en la curación del paciente. Y mi ánimo no puede ser mejor.
-Ya lo veo. Supongo que los floripondios y los tacones, y esos pendientazos te ayudarán.
-Ay, Diego, no tienes ni idea de moda, así que cierra el pico. Reconozco que no es el atuendo más apropiado para venir aquí, pero si para ir a bailar. Pero no me dio tiempo a cambiarme. Y deja de ejercer de hermano mayor del siglo pasado, que no te queda bien el papel. Y para que veas que no te guardo rencor, te invito a que vengas a comer con nosotros el domingo. Haré una empanada, de zamburiñas-le dije para tentarle. Sabía que era su preferida.
-¿A qué hora?-me preguntó, fingiendo malhumor.
-A la que quieras; pero sin mala uva, o te quedas sin postre.
Nos acompañó a la puerta. A mi me dio un beso, y a Daniel un cachete cariñoso en el hombro.
-Al menos ahora no tendrás la cara irritada-me dijo, sonriendo ladinamente.
No quise contestarle, no le daría el gusto de entrar al trapo.
Aquella tarde estuve bien; e incluso salimos a dar un paseo bastante largo, bordeando el río. Pero por la noche, después de cenar, cuando estábamos sentados en el sofá, me dieron unos horribles calambres en la planta de los pies, que me hacían llorar de dolor. A pesar de que Daniel me masajeaba, seguía doliéndome mucho, y cuando por fin el suplicio se detuvo, estaba sudando y agotada. Intenté ser positiva y ver el lado bueno de las cosas; no había vomitado, y aunque toda la comida tenía el mismo sabor metálico y pastoso, por lo menos conseguía retener lo poco que me apetecía comer.
Beth13 de abril de 2011

11 Comentarios

  • Nenita

    Uff, me encanta el texto. Ahora mismo un familiar muy cercano está pasando por esa situación, gracias por este magnífico texto.

    13/04/11 06:04

  • Nenita

    Uff, me encanta el texto. Ahora mismo un familiar muy cercano está pasando por esa situación, gracias por este magnífico texto.

    13/04/11 06:04

  • Norah

    Me dio exactamente igual; esaaa , asi son siempre las mujere4s que nos traes, valientes , y con un inmenso coraje y apuesta por la vida.Beso grande.

    13/04/11 07:04

  • Vocesdelibertad

    Beth:

    Diego empoderado de su rol de hermano y de médico; Daniel abrazando el amor y Elena hermosa y poderosa sin cabello y sin pecho.

    Esta historia de gran ayuda para muchos, eres un manantial!

    Abrazos

    13/04/11 07:04

  • Beth

    Nenita, bienvenida, me alegro de que te ayude lo que he escrito. Saludos y gracias a ti por leerlo

    13/04/11 08:04

  • Beth

    Querida Norah, ya sabes que me gustan las mujeres de apariencia suave pero que tienen las cosas claras y no se dejan vencer tan fácilmente. Besos

    13/04/11 08:04

  • Beth

    Mi querida Voces, confieso que Diego es el amante hermano que yo siempre quise tener, pero por desgracia no me fue concedido. Daniel es mi ideal de hombre, que supongo que existirá en algún sitio. Y me gustaría tener el valor de Elena, de verdad. Un beso, querida

    13/04/11 08:04

  • Kapy22

    Solo puedo decir una palabra, GRACIAS, por esta maravillosa historia.
    Un saludo enorme.

    13/04/11 10:04

  • Beth

    De nada Kapy, el honor es mío de que alguien me lea, así que yo soy la agradecida

    14/04/11 09:04

  • Endlesslove

    Súper tierno este capítulo, me he reído cantidades, parecían unos adolescentes pillados por los padres, que ternura. ¿Y esos arrumacos? , esto era medicina pura. Sigo encantada leyendo

    11/09/11 10:09

  • Beth

    Yo creo que si a todos los pacientes de quimio les recetasen eso, lo llevarían mejor

    11/09/11 10:09

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