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Mientras Llega MaÑana 40

Hablando nos dieron las cinco de la mañana y seguíamos sin noticias. Daniel me había prometido que me llamaría en cuanto supiesen algo, así que no tenía sentido molestarles. Llevaba lloviendo dos horas, como si el cielo hubiese abierto las compuertas y no pudiesen echar el cierre. El sonido de los truenos había despertado a Carlos, que insistió en mantenerse levantado, a pesar de que le pedimos por activa y por pasiva que se acostase. El ambiente estaba más frío, así que para matar el tiempo, pero también porque me apetecía, me metí en la cocina y preparé chocolate caliente. Mientras nos lo tomábamos pensé que sería de mi vida si le había pasado algo a mi hija. Creo que el miedo se me debió de transparentar en la cara, porque Carlos, que estaba sentado a mi lado, me apretó la mano, para infundirme confianza.
-Ya verás como pronto sabemos algo.
Y como si estas palabras hubieran sido un revulsivo, sonó mi móvil. Era Daniel. Se oía mal, pero lo único que pude entender es que la habían encontrado y que la traían a casa. Suspiré, llena de alivio, y me relajé un poco. Ahora si que Carlos se marcho a la cama, al saber que su nieta ya venía de camino. Nos quedamos de nuevo Elia y yo. No se que hay de extraño en la madrugada, que todos parecemos más vulnerables. No es solo el no haber dormido, sino un halo especial que nos envuelve y nos hace ser más propensos a las confidencias, a la verdad.
-Te envidio-me dijo Elia mirándome fijamente.
No pude menos que reírme.
-¿A mi? Estás loca. ¿Qué es lo que tengo que envidiar? Estoy enferma, me acabo de separar, tengo problemas con mi hija, se ha muerto mi madre dejándome en la ignorancia de los oscuros secretos de mi familia…
Me interrumpió, poniéndome una mano en el hombro.
-Si, es verdad todo eso. Pero eres valiente, eres mucho más fuerte de lo que te parece y estás rodeada de gente que te quiere. Has vivido media vida a la sombra de mi hermano, que te ha ninguneado a conciencia, y te ha bastado salir al mundo para enamorar a un hombre por el que muchas mujeres matarían.
-Venga, Elia, no te burles. Yo, por mi misma, y puede que por mi culpa, nunca he sido nada. Tú eres una gran profesional, con una carrera excelente, que nunca has necesitado a nadie a tu lado. Y de todos modos, siempre pensé que si estabas sola era por decisión propia.
-Y lo es. Pero eso no impide que desee encontrar todavía a alguien para compartir mi vida, y que al mismo tiempo lo tema.
Me dí cuenta enseguida de lo que estaba pensando y que era lo que intentaba decirme.
-Diego te interesa más de lo que me has dicho antes. Pero tienes miedo.
Asintió, simplemente. Y en ese mismo instante oímos que se abría la puerta. Entró Daniel, empapado como si hubiera salido de darse un baño en el río, llevando en brazos a mi hija, que a duras penas podía mantener los ojos abiertos. Me acerqué, y pude notar que apestaba a alcohol y a vómito.
-Está bien-me tranquilizó Daniel. Tan solo borracha como una cuba.
Diego venía detrás y entre los dos la llevaron a su habitación. Elia y yo les seguimos. Mi hermano me tomó del brazo y me llevó aparte.
-De la niña nos ocupamos nosotros. Tú ve con Daniel e insiste para que se de un baño y haz que tome algo bien caliente. Lleva dos horas mojado y temo que le cause problemas el enfriamiento. Si-asintió al ver mi cara. Se lo del bazo, y hemos de evitar una infección.
Le hice caso, y a pesar de sus protestas, conseguí que se metiese en la ducha. Me fui a la cocina y cuando volví con un chocolate que quemaba de tan caliente, le encontré en la cama. Le tendí la taza y bebió. Todavía le castañeteaban los dientes.
Le pasé la mano por el pelo.
-Gracias. Ya se que es decir poco, pero es que no se como decirte cuanto significa para mi lo que has hecho.
-Lo que tenía que hacer. Es tu hija, y si tú la quieres, para mi es lo más importante del mundo, después de ti. Ya conseguiremos, poco a poco, que cambie.
-¿Había hecho alguna tontería?
-Aparte de beber como un cosaco, creo que no. Diego ha traído tu coche. Y ella mañana estará echa unos zorros. Antes de venir a casa le hicimos tomar dos tazas de café bien cargado y vomitó hasta la última papilla.
-Voy a ver como está y luego me acuesto.
-No tardes.
Úrsula estaba en la cama, durmiendo la mona. Sus tíos salían ya de la habitación. Diego me contó lo que ya sabía por Daniel, pero además me enteré de que cuando llamó a casa de su padre, se encontró con la sorpresa de que fue Paula quien atendió el teléfono y supongo que ese fue el detonante que le hizo salir a emborracharse. Como al parecer todo estaba bajo control, me despedí de ellos y me acosté yo también. Cuando me metí en la cama Daniel ya estaba profundamente dormido.
Pero a las nueve de la mañana me desperté porque le oí toser y al tocarle me di cuenta de que ardía de fiebre. Había pasado lo que nos temíamos. Sus defensas siempre estaban bajas y le había afectado llevar tanto tiempo la ropa mojada. Aunque no quería le puse el termómetro y me asusté al ver que marcaba 38º. Fui a avisar a Diego, que aún dormía.
Y él estuvo de acuerdo en que había una infección y teníamos que cortarla antes de que se convirtiese en algo peor. Sus defensas siempre andaban bajas y no convenía tomarlo a broma. La fiebre seguía subiendo, así que Diego pensó que lo primero era ir a una farmacia para traer antibióticos y una inyección para que bajase la temperatura. La habitación de Úrsula estaba al lado de la nuestra y supongo que la despertamos. Se asomó al pasillo, en pijama, con el pelo revuelto y un aspecto horrible; clara señal de que la resaca era de las que hacen época.
-¿Qué pasa? Vais a hacer que me salte la tapa de los sesos.
-Daniel está enfermo, tiene mucha fiebre, y Diego va a salir a la farmacia.
La conozco demasiado bien y enseguida me di cuenta de que se quedaba preocupada. Se arregló el pelo con las manos y me dijo con algo de desgana, intentando parecer dura, pero sin conseguirlo del todo.
-Que él se quede aquí por si se pone peor y ya traigo yo lo que sea de la farmacia. Es la misma de siempre, ¿no? La del pueblo de al lado.
-Si, exactamente. ¿No te importa tener que salir ahora?
Se encogió de hombros.
-Después de todo, creo que esto ha sido por mi culpa. Es lo mínimo que puedo hacer. Dadme cinco minutos para ducharme y tomar un café.
-Extenderé las recetas-se limitó a contestar Diego. Pero cuando ella se metió de nuevo en su cuarto, me sonrió con aire triunfal. Y puede que tuviera razón; igual hasta la aventura de anoche le iba a enseñar algo a mi díscola hija.
Mientras mi hermano iba en busca de su talonario de recetas, yo entré de nuevo para ver como estaba Daniel. Seguía ardiendo de fiebre y estaba medio adormilado, así que dejé la puerta entreabierta para oírle si me llamaba y me acerqué a la cocina, donde Diego y Úrsula estaban tomando café.
-Mamá, ¿me prestas tus gafas de sol? Creo que las tuyas son más oscuras que las mías.
-Están en mi bolso, las puedes coger allí. Me alegro de que hoy te encuentres fatal, así aprenderás que emborracharse no lleva a ninguna parte.
-¿Me vas a soltar el sermón?
-No, nena, ya sabes que yo no soy de soltar sermones, y además, la resaca que tienes es penitencia suficiente a tus pecados de ayer.
-En la receta va también algo para la resaca-le dijo Diego extendiéndole el papel.
-Gracias-contestó ella en voz baja. Y quizá debiera añadir un perdón, ¿no?
-Bueno, no estaría de más-asintió Diego. Mejoraría algo la opinión que me he formado de ti.
-Que no ha sido muy buena-completó mi hija.
-No, pero todo puede cambiar. De todos modos, no es solo a mí a quien tienes que pedir perdón. Has ofendido también a tu madre, a tu abuelo y a tu tía. Por no hablar de ese pobrecillo que ahora está en la cama, por haberte ido a buscar, y al que has insultado cuanto te ha dado la gana. Que sepas que quien salió a buscarte fue él; yo me agregué después para no dejarle solo. Y también tienes que saber que Daniel está más expuesto a algunas enfermedades que todos los demás; le falta el bazo y eso le hace más vulnerable, tiene menos defensas que nosotros.
Úrsula se quedó callada, no se si por el asombro, la culpabilidad o porque no sabía que contestar. Pero en ese momento su cara era la misma que cuando era pequeña y se había portado mal, esperando el castigo que se merecía. Me produjo un sentimiento de ternura, acompañado de la sensación de que aquella niña ya no existía.
-Si, se que a él es a quien más disculpas le debo. Y se las daré, cuando esté mejor. ¿Por qué le falta el bazo? No sabía nada, y desde luego nunca quise que se enfermase por mi culpa.
-Ya me imagino que tu maldad no llega a tanto-le dijo mi hermano. Lo del bazo fue a causa de un accidente. En todo caso, eso pertenece a su vida privada, y si él quiere contártelo, que lo haga. Yo ya he hablado bastante. Venga, lárgate a la farmacia, hay que ponerle la inyección lo antes posible.
Se levantó, y noté como dudaba.
-Gracias, tío.
Diego la miró, sorprendido, pero sonrió. Y su sonrisa se ensanchó todavía más cuando Úrsula se acercó para abrazarle y darle un beso en la mejilla. Se llevó la mano a la cara y me dijo, cuando ella ya se había ido.
-El primer beso de mi sobrina.
-Y no será el último, ya lo verás. Úrsula tiene muchos defectos, pero ni es rencorosa ni se cierra en banda cuando sabe que se ha equivocado. Y creo que se ha dado cuenta de que ha metido la pata.
Preparé un vaso de zumo para Daniel, que tenía que hidratarse, y me llevé mi café a nuestro cuarto para tomármelo allí. No quería dejarle solo. Estaba despierto cuando entré con la bandeja. Le ayudé a que se incorporara y le puse una almohada más, para que estuviese cómodo. Se tomó el zumo sin protestar y yo bebí ese café que tanta falta me hacía.
-Pronto estarán aquí las medicinas. Úrsula ha ido a buscarlas.
-¿Qué estás diciendo?-se sorprendió. ¿Bajo amenaza de muerte, o es que no sabe que son para mi?
-Si que lo sabe. Y ha sido ella quien se ha ofrecido. A pesar de que tiene un aspecto horrible; la resaca la ha dejado hecha polvo.
Sonrió, y me tomó la mano. La suya quemaba.
-Así aprenderá y antes de emborracharse de nuevo, se lo pensará dos veces. ¿Sabes que ayer habló con su padre?
-Sólo se que cuando llamó le cogió el teléfono Paula, pero no sabía que también había hablado con Arturo.
-Él la llamó después y por lo que ella me dijo intentó contarle una milonga, pero tu hija no es tan boba. Creo que se le han caído de golpe unas cuantas cosas que daba por hechas. Ahora no es el momento de ser demasiado duros con ella. Tiene que estar pasándolo muy mal.
-Si, tienes razón. Pero lo principal en este momento es que te pongas bien. Diego te pondrá una inyección en cuanto la niña llegue de la farmacia, y te bajará la fiebre. Estás empapado en sudor, será mejor que te levantes para ducharte y cambiaremos la ropa de la cama. Esto parece una sauna.
Beth25 de mayo de 2011

5 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    Las aguas llegando a su cauce.
    Encantada te leo, hasta imagino lo que un buen chocolate puede lograr.
    Abrazos bella Beth

    25/05/11 10:05

  • Beth

    Si, ya era hora de la niña entrase en razón y le diese a su madre algo de paz. Gracias querida

    25/05/11 10:05

  • Endlesslove

    “porque los padres a menudo intentamos ser tan perfectos con nuestros hijos que acabamos estropeando la relación. ¿Puede el amor ser excesivo?” esto también muchas veces me lo he planteado.
    Úrsula más tranquila, todo debe ir mejorando, ahora me interesa ver cómo va Elia y Diego

    13/09/11 09:09

  • Beth

    Ursula poco a poco deberá ir entrando por el aro, no le quedará mas remedio

    13/09/11 11:09

  • Beth

    Ursula poco a poco deberá ir entrando por el aro, no le quedará mas remedio

    13/09/11 11:09

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