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Mientras Llega MaÑana 54

Úrsula me llamó para preguntarme mi opinión sobre como decírselo a su padre, y yo le aconsejé que le fuese preparando y le contase primero que tenía novio, que pensaba traerle de vacaciones, y que dejase el insignificante detalle de su color para el final. Sin embargo, conociéndola, al final haría lo que le diese la gana, como siempre. Por mi parte, empecé a preparar la casa porque en apenas un mes llegarían a pasar el verano. De común acuerdo con Daniel decidimos esperar a estar toda la familia reunida para celebrar la boda, y fuimos adelantando trámites en el juzgado. Me resultaba raro pensar en casarme de nuevo, no era algo que necesitase, pero Daniel quería hacerlo, y a mi no me constaba nada complacerle.
En cuanto a mi salud, cada día me encontraba un poco mejor. Diego me había dicho, después del último reconocimiento, que de momento no me hacía falta más quimioterapia, y me sentí muy aliviada. En seis meses tendría que hacerme de nuevo pruebas y ver la evolución. Con el pelo corto, pero desde luego ya no con el aspecto de una bola de billar, y teniendo de nuevo dos pechos, me encontraba mucho más confiada en mi aspecto físico. Ya no tenía que pensar qué ropa poner para disimular mi cuerpo, y era algo de agradecer sobre todo en el momento en que avanzábamos hacia el verano.
Daniel había terminado de escribir su libro, aunque le quedaba una parte muy laboriosa, que era la relectura y corrección antes de entregarlo a la editorial. Pero trabajaba a buen ritmo. Habíamos establecido una especie de rutina: levantarnos a las ocho, desayunar juntos, dar un pequeño paseo a esa primera hora en que la hierba huele a fresco y el aire es más puro, y luego él se encerraba en el salón y durante las tres horas siguientes oía desde la cocina el teclear del ordenador. A media mañana solía venir en busca de un café, de conversación y de un rato de mimos. Comíamos en el jardín, ahora que el tiempo era bueno, y luego holgazaneábamos un rato tendidos en las hamacas. Un poco más de trabajo por la tarde y de vez en cuando salíamos a cenar, al cine, o simplemente a pasear cerca del mar. En muchas ocasiones le pregunté si no le parecía una vida demasiado monótona después de la suya anterior, llena de acción, de peligros y de novedades. Pero siempre me contestaba que era una época pasada de su vida y que por nada del mundo querría repetirla. Que había estado bien en aquel momento.
Me había llamado Elia, que estaba pasando unos días con mi hermano, pues al parecer su relación iba prosperando, para que fuese con ella de compras. Confieso que me asombró, porque tiene unos gustos tan definidos que nunca quiere que nadie la acompañe en su deambular por las tiendas de ropa. Cuando me dijo que me recogería en casa después de comer, entendí que la historia de las compras era, en realidad, una disculpa y que lo que deseaba era hablar conmigo, contarme algo o que le diese mi opinión sobre algo que le preocupaba.
Me despedí de Daniel cuando llegó Elia y nada más subir al coche le rogué que me dijese la verdad, porque no me creía lo de las compras. Efectivamente, me confesó que no era para ayudarla a decidir para lo que me había pedido que nos viésemos. Nos detuvimos en un pueblo costero que queda a unos veinte kilómetros de mi casa. Como el día había amanecido gris y no había mejorado el tiempo, la playa estaba vacía y empezamos a caminar por la arena, descalzas, como niñas pequeñas. Apenas había cinco o seis personas paseando, y cada uno iba a lo suyo.
-Venga, ¿Qué es lo que pasa?-le pregunté. Desde que salimos de casa estaba con cara lánguida y de preocupación, cuando ella en absoluto era así.
-Quiero que me des tu opinión, porque me encuentro en una encrucijada. No se qué hacer. Temo tomar una decisión equivocada, pero algo tengo que decidir, ya. No puedo esperar más.
-Quizá si me explicas cual es el problema, pueda decirte algo. Ven, vamos a sentarnos.
Nos acomodamos en unos bancos de madera colocados en el paseo estratégicamente, de manera que se ve el mar desde cualquier ángulo. Elia se recolocó el flequillo varias veces, señal de que estaba preocupada e inquieta.
-Es acerca de Diego.
-¿Tenéis problemas?-le pregunté. Aunque me parecía extraño, porque les había visto dos días atrás y me pareció que estaban muy bien juntos. A Diego le ví feliz y dicharachero como nunca.
-No, no problemas precisamente. El caso es que nos va demasiado bien.
Me eché a reír. Elia, cuando quiere, puede enredar las cosas de manera que sea difícil entenderla.
-¿Puede ser un problema que las cosas vayan demasiado bien? Sois más raros los dos que un par de perros verdes.
No me contestó de inmediato. Se quedó mirando, con la vista como perdida, hacia el horizonte. El sol estaba empezando a ocultarse, y aunque hoy el día había sido oscuro, el horizonte estaba ahora de color rojizo. Señal de que mañana el día sería soleado. Lo había aprendido de mi abuela, y nunca fallaba.
-Diego me ha pedido que vivamos juntos. Dice que ya no tenemos edad para desperdiciar el tiempo.
-Estoy de acuerdo. Pero hay que saber si tú quieres compartir tu vida con él.
-Claro que quiero. Pero también me asusta. Quiero decir que llevo demasiado tiempo siendo independiente, viviendo a mi aire, y temo que al compartir casa se vaya todo al traste.
-No se que quieres que te diga, Elia. No te puedo dar garantías de que las cosas irán bien. Ni yo ni nadie. Pero a veces hay que arriesgarse. Te puedo hablar de mi caso, simplemente. Mi situación era bastante más complicada que la tuya, con una enfermedad a cuestas, un divorcio en ciernes; en fin, que tenía mucho miedo. Pero de momento, la cosa funciona, y nunca he sido tan feliz. Yo te diría que si no pruebas, siempre te quedarás con la duda. Pero, ¿dónde viviréis? No me imagino a mi hermano dejando la clínica ni a sus pacientes; son la mitad de su vida.
-Sería yo quien viniese aquí.
-Comprendo. ¿Y la consulta?
Elia era una buena dentista y había trabajado muy duro para crearse un nombre y una buena clientela. Me parecía raro que renunciase a ello.
-Bueno, hace ya tiempo que las cosas no van muy bien entre Julia y yo.
Asentí con la cabeza. Julia era su socia, y tenía un carácter bastante complicado.
-De hecho, me ha insistido muchas veces en comprarme mi parte. Su hijo terminó la carrera hace un año y lo que quiere es llevarlo a trabajar con ella. Me ha ofrecido una suma interesante.
-Pero, ¿te adaptarás a vivir sin trabajar?
-No tendría porque ser así-adujo ella. Tu hermano me ha ofrecido montar una consulta en vuestra clínica. El dentista que hay ahora se jubila en un par de meses.
Parecía que lo tenían todo pensado. No veía donde estaba el problema, aunque puede ser que Carlos no quisiese venir a Galicia. Y desde luego no tenía edad para quedarse solo.
-¿Y tu padre?
-No hay problema con él. De hecho, está harto de la ciudad. Creo que le encantaría quedarse en Galicia. También influye el hecho de que tú estés aquí.
-Entonces entiendo que el único problema está en tu cabeza.
Asintió. Y yo la entendí. Tomé su mano en la mía e intenté transmitirle mi apoyo, cualquiera que fuese la decisión que tomase. Sabía por experiencia que no es igual enamorarse a los veinte años que a los cincuenta. A esta edad todo resulta más complicado. Cada uno llevamos a cuestas nuestros propios fracasos y miedo, que nos hacen ser desconfiados con las personas que amamos.
-Elia-le dije, mirándola fijamente a los ojos. No puedo decidir por ti, ni nadie puede hacerlo. Eres tú quien debe sopesar los pros y los contras. Pero solo te digo que Diego es un hombre estupendo, que te quiere, que tú le quieres. No veo mayor problema. Si no pruebas, nunca sabrás. A veces en la vida hay que apostar fuerte por algo, aunque se corra riesgo de perderlo.
Beth29 de junio de 2011

6 Comentarios

  • Asun

    Vaya otro capítulo, pero esto es un libro en toda regla.¿Lo tienes publicado? Y se llama "mientras llega mañana"'?

    Saludos.

    30/06/11 12:06

  • Agora

    me gusta! sigo leyendo por el principio y por los últimos que publicas (un desastre!: me encontraré con Elena y Daniel en el centro... en fin...)
    buena historia! felicidades!

    30/06/11 10:06

  • Beth

    Gracias, Asun, si está publicado, te dejo la página

    http://www.lulu.com/spotlight/yehonala1964

    Y se llama igual, Mientras llega mañana. Es una pesadez de casi 600 páginas

    01/07/11 12:07

  • Beth

    Bueno Agora, no te preocupes, al final los encontrarás a los dos en algún lugar. Gracias por leerlo

    01/07/11 12:07

  • Endlesslove

    “A esta edad todo resulta más complicado. Cada uno llevamos a cuestas nuestros propios fracasos y miedo, que nos hacen ser desconfiados con las personas que amamos”.
    No hay más nada que decir, identificada con esta frase plenamente.

    15/09/11 05:09

  • Beth

    Es que ya no tenemos la ingenuidad de los veinte años y si muchos miedos

    15/09/11 09:09

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