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Mientras Llega MaÑana 63

Fue entonces cuando el pequeño se despertó; y ni siquiera lloró, como suelen hacer la mayoría de los bebés; se limitó a abrir sus ojitos, azules, y fijarlos en mí. Me miró durante un rato, y luego me dedicó una encantadora sonrisa desdentada. Decir que me enamoró es insuficiente; me quedé prendada de los dos. Pedí permiso para cogerles; y cuando la cuidadora me dijo que si, animé a Daniel a que tomase a la niña en brazos, y yo levanté al pequeño. Acerqué su cabecita pelada a mi mejilla y sentí su calor, su tibieza, su inocencia que me pedía protección. Miré a mi marido, que se desenvolvía bastante bien con la niña, aunque resultaba gracioso ver a ese gigantón barbudo manejar con tanto cuidado un bebé que apenas pesaría seis kilos. Daniel también me miró, sonriendo, pues la niña no había soltado su dedo, seguía agarrada a él como si fuese una tabla de salvación. Después de un rato les dejamos en la cuna de nuevo, y nos despedimos del director y de las cuidadoras. A Ginés le prometimos, ya fuera de la sala, que volveríamos en una semana, más o menos, y le diríamos qué habíamos decidido.
Cuando volvíamos a casa, sin poderlo evitar, empecé a hablar de los bebés y le supliqué a Daniel que lo pensase seriamente, que tenía la sensación de que esos niños nos estaban destinados.
-¿Has visto que ni han llorado cuando les cogimos en brazos? Dime la verdad, a ti también te han encantado, te han conquistado.
-Si, Nefertiti. Es verdad, no te voy a mentir. Pero en este momento hay que pensar con la cabeza, no dejarse llevar por el corazón, y sopesar seriamente los pros y los contras. Habíamos pensado en un niño, no en dos.
-¿Y qué culpa tienen ellos? Son mellizos, han estado siempre juntos. ¿Tendrías corazón para separarles?
-No he dicho eso. Tan solo quiero que te des cuenta de que será doble trabajo.
-Eso ya lo sé, Dani, he criado una hija, por si no lo recuerdas, y se perfectamente que lidiar con niños es duro, y a veces se echa de menos a Herodes.
Se echó a reír.
-Una de las cosas que más me gusta de ti, Nefertiti, es que me haces reír. Pero ahora en serio, ¿eres consciente de que no estás todavía curada por completo?
-Si, lo soy, perfectamente.
-Si decidimos llevar esta locura adelante, que todavía no he dicho que si-añadió al ver mi cara de felicidad-te advierto de que tendrás que cumplir todas las condiciones que yo te imponga, porque no son negociables.
Levanté la mano derecha y le dije que le juraba por lo más sagrado que cumpliría todo lo que me pidiese.
-Sabes que el curso próximo daré clases tres tardes en semana en la Facultad de Periodismo, ¿no?
Asentí con la cabeza, y él siguió hablando.
-Por no decir que me han propuesto participar en algún debate en televisión, y que la colaboración con el periódico será diaria. Es decir, que estaré bastante ocupado, aunque la mayor parte del trabajo la haga desde casa. Si nos los quedamos, compartiremos el trabajo, pero habrá algún momento en que tendrás que quedarte sola.
-No hay problema. No soy una pusilánime.
-Ya lo se, y eso es lo que temo. Porque harás demasiadas cosas, te cansarás, y pondrás en peligro tu salud. Y para mi tú eres lo más importante; por nada del mundo voy a consentir que te expongas a una recaída. Así que si quieres que tengamos hijos, tendrás que consentir que contratemos a una señora que te ayude en las faenas de la casa y con los niños; al menos los días que yo no esté.
Suspiré. Daniel sabía que odio tener gente extraña a mi alrededor. Pero era consciente de que la enfermedad me había dejado limitaciones, y dos bebés proporcionaban una cantidad enorme de trabajo.
-Está bien. Sea como tú quieras.
-Vale, pues entonces seguiré pensándolo.
-Tramposo; yo pensé que ya estaba decidido.

Ya en casa les dimos toda la información que nosotros teníamos a los chicos, y más tarde, cuando vinieron Elia, Carlos y Diego, lo volvimos a repetir para ellos. La adopción era un tema nuestro, pero en realidad la familia entera estaba implicada, porque si estos niños iban a ser nuestros hijos, serían hermanos, sobrinos, nietos, incluso. Carlos no iba a permanecer apartado; era miembro de mi familia, el patriarca, se podría decir; el abuelo de mi hija, y por tanto de sus hermanos. Cada cual dio su opinión sincera. La más renuente era Elia, quizá por su personalidad práctica y extremadamente realista.
-Elena, ¿vas a tener fuerzas para hacer frente a esa situación? Dos bebés dan mucho trabajo, muchos quebraderos de cabeza, y más si están delicados.
-Si, Elia, ya lo se. No hablo de algo que desconozca; te recuerdo que he criado a una hija; se el sacrificio que requiere; noches sin dormir, pérdida de intimidad, cambio de horarios. Lo se todo.
-Y aún así, sigues empeñada en la idea-acotó ella, con cara seria.
-Si. Y más después de verles. Se merecen una familia, alguien que les quiera. Y nosotros nos merecemos la experiencia de ser padres, juntos. Yo siempre quise tener más hijos, y no fue posible. Ahora es el momento.
Estábamos todos reunidos en el jardín; a la caída de la tarde, pero cuando todavía el sol no se había ocultado del todo. Úrsula había preparado te helado, y disfrutábamos de un momento relajado, a pesar de la conversación que manteníamos. Daniel, que estaba sentado a mi lado, se levantó y se puso delante de todos los demás, mirándonos fijamente, recorriendo con la vista el rostro de todos los presentes. Empezó a hablar como si pronunciase un discurso ante un público expectante.
-Todas vuestras opiniones me interesan mucho, porque todas aportan cosas interesantes, y además, en una familia las decisiones se consultan, se discuten, se hablan. Pero me perdonareis que os diga que la opinión que tiene más peso para mi es la de Diego, que aún no ha dicho nada, por cierto. El hablará como hermano, como futuro tío, pero le conozco y se que sobre todo hablará como médico de Elena. Si él dice que no hay problema, para mi no hay nada más que discutir.
Todos dirigimos la mirada hacia Diego, que estaba repantigado en una hamaca, con los ojos entrecerrados, y al parecer ajeno a todo lo que se estaba hablando. Al notar tantas miradas fijas en él, se irguió un poco y adoptó una postura más seria.
-He estado escuchando atentamente vuestro relato, aunque no lo parezca. Y las opiniones de cada cual. Elia tiene razón en que dos bebés dan un trabajo considerable; y es cierto también que estos pequeños necesitan una atención especial en razón de sus problemas de salud.
Chasqué la lengua, ligeramente molesta. Ya me imaginaba que Diego se pondría de parte de Elia y Daniel no se dejaría convencer. Pero mi hermano, que se dio cuenta de mi gesto, me hizo una señal, poniéndose el índice en los labios, de que me mantuviese callada.
-Pero, a pesar de todo, he de decir que no me parece una locura la adopción. Y esto por varios motivos. El primero es que a estos niños la vida se les presentará muy diferente dentro de una familia que les quiera y les de toda su atención, que en un centro, por muy bueno que éste sea. Luego está el ligero aliciente de que parece que Daniel y Elena quieren ser padres. No veo problemas médicos. Es verdad que Elena ha estado enferma, que todavía no tiene el alta definitiva, que tendrá que seguir sometida a controles; y que no debe hacer grandes esfuerzos. Pero me ha parecido muy buena idea la condición de Daniel de tener ayuda en casa, para las faenas y para los niños. Siendo así, yo, como médico de Elena, doy mi aprobación. Como hermano, también. Es importante para una recuperación definitiva, el bienestar, la felicidad.
Me levanté de mi silla y me arrojé literalmente en los brazos de mi hermano. Le cubrí de besos, hasta que él me apartó.
-Quita, pesada, chantajista. Si mi decisión no te gustase, estarías corriéndome por toda la finca a escobazos. No creas que no te conozco.
Miré, triunfante, a Daniel. Y él sonrió.
-Bien, pues entonces, por cuasi consenso, se aprueba la propuesta. Solo falta que nos consideren aptos para padres-añadió, muy serio.
-Pues claro que nos considerarán adecuados. ¿Quién mejor?
-Cualquiera con más experiencia. Nunca he cambiado un pañal, ni he dado un biberón, y no tengo ni idea de distinguir llantos.
-Nadie la tiene. A ser padres se aprende siéndolo-le rebatí.
Sacudió la cabeza; todavía no muy convencido.
-Sea. Si me dicen hace un año que a estas alturas estaría casado y a punto de que lleguen un par de bebés, le hubiese tomado por loco.
-Es lo malo de conocer a Mamá. Te cambia la vida-le contestó Úrsula, abrazándome.
Beth24 de agosto de 2011

12 Comentarios

  • Vocesdelibertad

    El ser padres con todo la dimensión de la palabra va más allá de la necesidad de perpetuar la vida y extender la esencia. Se necesitan dos alforjas que contengan borbotones de amor y que busquen entregarlo en actos esenciales y sublimes de amor.

    Has tocado las fibras más sensibles de mi espíritu humano

    24/08/11 07:08

  • Beth

    Muchas gracias Voces, creo que Elena piensa exactamente igual q

    24/08/11 08:08

  • Beth

    Sigo porque se me cortó el mensaje. Perdón. Decía que pienso que Elena está totalmente de acuerdo contigo

    24/08/11 08:08

  • Serge

    Beth:
    Que bueno que Diego haya estado de acuerdo en la adopción. Elena y Daniel serán unos buenos padres para esos pequeños. Yo a veces los arrullare con mis ronroneos.
    Estoy feliz por las cosas que estan sucediendo en la vida de Elena.

    Un abrazo con todo el corazón amita.

    Sergei.

    24/08/11 09:08

  • Agora

    Que maravilla que, teniéndolo ellos claro, tengan ademas apoyo...
    sigo Beth! muy bueno!

    24/08/11 09:08

  • Beth

    Claro gatito te confiarán el sueño de los nenes

    24/08/11 10:08

  • Beth

    Es lo que tiene que hacer la familia, querida Agora, dar apoyo cuando es necesario. Saludos

    24/08/11 10:08

  • Norah

    Mi querida amiga, siempre fascinante.Beso lunar.

    25/08/11 04:08

  • Norah

    Mi querida amiga, siempre fascinante.Beso lunar.

    25/08/11 04:08

  • Beth

    Norah, querida, cuanto me alegro de verte de nuevo por aquí. Un beso

    25/08/11 10:08

  • Endlesslove

    "A ser padres se aprende, siéndolo".
    Yo no estoy muy convencida, pero si eso les dará más felicidad, ¡que venga! Además tendrán apoyo!
    sigo... hoy no he parado

    15/09/11 06:09

  • Beth

    Ya veo, ya pobrecita mía, debes de estar ya cansada

    15/09/11 09:09

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