TusTextos

Mientras Llega MaÑana 72

Desconocía esta faceta de Daniel. Nunca le había visto tan enfadado, era el hombre tranquilo por excelencia que por nada se inmutaba. Pero cuando esa mujer salió de nuestra casa, él cerró la puerta dando un portazo tal que los dos niños se echaron a llorar a la vez. Tenía la mandíbula y los puños apretados, y solo cuando oyó el llanto de sus hijos, cambió de expresión, y arrodillándose a su lado, les tomó en brazos y les habló en voz baja, tranquilizándoles. Después vino a mi lado, y nos abrazamos. Yo estaba literalmente temblando, no se si de rabia, de miedo o de indignación.
-Lo siento, lo siento mucho, pequeña-me dijo al oído. Siento que hayas tenido que pasar por esto. Nunca me imaginé que se atreviese a venir aquí, a molestarte.
-Es Elisa-afirmé.
-Si, es ella. Pero déjalo, no quiero perder más el tiempo con cosas que no merecen la pena.
Se levantó para recoger el ramo de rosas que había dejado en la mesa.
-Yo venía con la intención de que esta noche fuese especial. Y por eso te he comprado estas flores.
-Te has acordado- me asombré.
-Si, me he acordado de que justo hoy hace un año que sin avisar te colaste en mi vida y me la cambiaste por completo. Y tengo que darte las gracias mil veces.
-He hecho una cena especial.
-Date un baño de espuma mientras yo baño a los niños y les doy la cena. Porque Mamá y yo-les dijo muy serio-tenemos cosas que celebrar esta noche, y vosotros, desde luego, no estáis invitados.
Pero a ellos parece que les daba igual, porque aunque le miraron cuando les habló, y le sonrieron, pronto siguieron a lo suyo, que en este caso era destrozar una revista e intentar comerse los trocitos de papel que iban arrancando.
Le hice caso y me fui a nuestro cuarto para intentar relajarme un poco antes de cenar. Había soportado tanta tensión que estaba entumecida por completo. Llené la bañera de agua y eché dentro un generoso chorro de aceite de baño con olor a violetas. No se cuando tiempo estuve dentro, pero debió de ser bastante porque me quedé dormida. Desperté cuando Daniel entró también en la bañera.
-¿También te apuntas?
-Si, yo también necesito relajarme antes de cenar.
Nos quedamos todavía un buen rato en la bañera y luego fuimos a cenar. Sabía que era algo estúpido, pero aquella mujer me había hecho sentir insegura, y tenía que preguntárselo para quedarme tranquila.
-Dani, ¿Crees que debería dejarme crecer el pelo?
Me miró con asombro.
-¿Cuántas veces te he pedido que no lo hagas, Nefertiti? Te quiero así. ¿Qué te ha dicho esa tontaina? Seguro que se ha metido con tu pelo.
-Si-confesé. Y me hizo sentir como una paria. Sin mencionar que ni me había dado cuenta de que la niña me tiró media papilla por el pantalón, y tenía un aspecto deplorable. Me hizo sentir como Cenicienta, la hermana fea.
-Boba-me dijo, besando mi mano. Si la conocieses como yo te darías cuenta de que cuando critica algo, es porque le gusta. Seguro que se ha ido muerta de envidia porque nunca, por más que lo intente, te llegará a la suela de los zapatos.
Moví la cabeza, insegura. Seguía pensando que no podía compararme con aquella diosa alta y esbelta, de larga melena.
-Nefertiti, deja de pensar en ella. No forma parte de nuestras vidas, para mi no existe. Solo estás tú, y nuestros hijos. ¿Te he dicho que eres la mejor madre del mundo?
-Soy una madre, simplemente. No la mejor, pero les quiero, y te quiero a ti. Y no puedes entender lo mal que me sentí cuando llegó aquí y se presentó como tu novia.
Se echó a reír. Y levantándose para poner música en voz baja, para que los niños no se despertasen, me llamó a su lado.
-Vamos a bailar; aunque no podamos salir por ahí, nada nos impide hacerlo en casa.
-Estoy descalza.
-Ponte encima de mis zapatos. Yo te llevo.
Afortunadamente, los niños no se despertaron hasta las diez al día siguiente, porque nos dormimos tarde, y rendidos de cansancio. Me hice el firme propósito de olvidarme de que mañana viernes, cuando mi familia llegase, como siempre, a pasar el fin de semana, Diego me traería los resultados de las últimas pruebas que me habían hecho. Mañana sabríamos si habría que repetir las sesiones de quimioterapia. Se que Daniel también pensaba en eso, pero de común acuerdo no hablamos del tema, y decidimos pasar el día fuera. Aprovechando que el tiempo era bueno; que el día estaba claro y luminoso, o al menos todo lo claro y luminoso que puede ser un día de diciembre en Galicia, fuimos a la playa más cercana, a pasear con los niños antes de comer. Daniel no me dejó que yo llevase a Clara en la mochila, y él cargó a los dos. Pronto caminarían, les faltaba solo un poco de confianza, porque de hecho habían dado algunos pasos solos cuando pensaban que alguien les sujetaba. En silencio le pedí a Dios que me dejase unos años más, para ver crecer a mis hijos.
Al día siguiente Daniel tenía clase, y no llegaría hasta las nueve. Pero Diego, Elia y Carlos estaban ya en casa a las cinco de la tarde, justo cuando empezaba a dar la merienda a los niños. Diego me asustó un poco cuando me dijo que le apetecía que saliésemos a pasear un rato. Dejé a los pequeños con Elia y me fui con mi hermano. Me subí el cuello del abrigo y busqué el calor protector de la bufanda de Daniel que había cogido del perchero, como si fuera un amuleto de buena suerte. En mi interior pensaba que cuando quería darme la noticia a solas y lejos de casa, no sería nada bueno. Caminamos un rato en silencio. Yo iba cogida de su brazo, y como no me decía nada, se lo pregunté directamente.
-No estoy bien, ¿verdad?
-¿Cómo que no estás bien? Ah, lo dices por el resultado de las pruebas.
-¿Por qué si no? Si no has querido hablar delante de los demás es porque no hay nada bueno, y temes que haga una escena. No te preocupes, estoy preparada para lo peor, y haré lo que tú me digas.
-Hermanita-me dijo-tu marido tiene razón cuando dice que tienes tendencia a exagerarlo todo y a montarte películas por tu cuenta. Estás perfecta; hasta dentro de seis meses no tienes que volver a verme, como oncólogo, quiero decir.
-Idiota-le dije, dándole un manotazo. Y ¿por qué me has sacado de casa con tanto misterio? Casi me vuelvo loca de angustia.
Pero algo pasaba, porque Diego tenía ahora la cara muy seria; estaba preocupado por algo que no sabía cómo decirme.
-Es Carlos-confesó al fin.
Me detuve en seco. Casi nunca pensaba que mi suegro tenía ya ochenta años; como era tan jovial yo le veía de la misma manera que era cuando me casé con su hijo; pero habían pasado muchos años.
-¿Qué le ocurre?
-El corazón, no está bien. Hace unas semanas se encontró mal y le convencimos para hacerle una revisión en la clínica. Le descubrieron una ligera arritmia y le ha visto el cardiólogo. Necesita que le implanten una válvula. A su edad, la operación reviste cierta gravedad.
-Pero hay que hacerla-aventuré.
-Si. Si no se opera no le queda mucho. Hay que arriesgarse.
Me quedé callada; la noticia me había dejado de piedra. Carlos era una de las personas más importantes de mi vida; una roca en la que siempre me apoyé en los malos momentos. Era consciente de que algún día tenía que irse, pero me parecía demasiado pronto. Siempre es pronto para los que queremos.
-¿Él lo sabe?
-¿Acaso se le puede engañar? Es demasiado listo.
-¿Y cómo está de ánimo?
-Bien, quiere que ponga en marcha la operación cuanto antes. Es más, me ha dicho que a poder ser, la próxima semana, porque según él, quiere estar en casa, recuperándose, cuando su nieta llegue a pasar la Navidad.
Saqué un pañuelo para limpiar las lágrimas que me mojaban las mejillas. Prefería llorar ahora, cuando el único que estaba delante era mi hermano, que delante de Carlos y Elia, que necesitan ánimos, y no darme a mi consuelo.
-¿Es bueno el cirujano que le va a operar?
-No puedo pensar en nadie mejor.
-Entonces, sólo nos queda rezar.
-Con todas nuestras fuerzas-asintió.
Beth13 de septiembre de 2011

7 Comentarios

  • Serge

    Beth:
    Me da pena el suegro de Elena; pero que sea lo que Dios quiera. En esta vida todo siempre termina y los seres humanos no estamos exentos. Como dice una canción de Ricardo Arjona, nosotros venimos con fecha de caducidad.
    Por otra parte me alegra que Elena este bien y que los niños ya esten dando sus primeros pasos.

    Amita me has dejado maullando.

    Sergei.

    13/09/11 11:09

  • Vocesdelibertad

    Ayyy no puede ser, hasta yo olvidé la edad de Carlos, pero como siempre tienes razón, cuando amamos a una persona cualquier edad nos parece inadecuada para la despedida final. Hasta ganas me dan de pedirte que no lo hagas... déjalo vivo :(
    Un abrazo linda escritora

    13/09/11 11:09

  • Beth

    Si Alteza, somos los humanos como los yogures, nacemos con la fecha de caducidad ya puesta. Una caricia a mi gatito

    14/09/11 12:09

  • Beth

    Querida Voces, soy principiante escribiendo y matando más. Un gran abrazo

    14/09/11 12:09

  • Beth

    Querida Voces, soy principiante escribiendo y matando más. Un gran abrazo

    14/09/11 12:09

  • Endlesslove

    Tengo pena Por carlos.

    Beth , sigue dándonos alegrías ! cuidado con Carlos, tu eres la que escribes ah-

    jajaja . Llegué ... estoy al dia con la publicaciones.

    feliz de leerte !!
    Un abrazo

    15/09/11 07:09

  • Beth

    feliz yo de tu paciencia. Ahora pondré el siguiente que ya estamos acabando. Un abrazo

    15/09/11 09:09

Más de Beth

Chat