Cuando me llegue la
hora señalada,
aquella en la que
todos debemos rendir cuentas,
me presentaré sin glorias,
con las manos vacías
y las ansias plenas
de confesar mis fallos
y someter mi soberbia.
Una vida entera
no alcanza
para aprender de errores
y empezar de nuevo
enterrando viejos rencores.
Cuando llega la hora
de entregar el alma
quizá debería empezar
de nuevo el momento
de iniciar una vida
entendiendo por fin
lo que solo enseña
tanto sufrimiento.
La vida, querido Antonio, es inevitable que nos deje huellas y cicatrices y hay que saber estar preparados para hacer cuentas, cuando llegue el momento. Un beso
Alguien dijo una vez: "De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos..." Qué mejor que llegar con las manos vacías y el alma dispuesta a la voluntad del justo juez.
El es justo y Padre amoroso, no tengas miedo de llegar a él, mejor disfruta tu estancia aquí y deja los tormentos para otra vida...
No hay miedo David, tampoco prisa. Todo sucede cuando tiene que suceder, se trata de estar preparado, o al menos de intentarlo. De tener siempre "las cuentas saldadas". Un enorme beso
Muy bien!! aaaayyyy mi querida beth siempre que entro por aqui, me invade una sensacion tan rica cuando te leo, si, asi deberia ser cuentas saldadas.
me gusta, te envio un fuerte y cariñoso abrazo.
Mis buenos días más cariñosos para las dos, que a estas horas todavía estaréis dormidas por esos lares, y mi agradecimiento por estar siempre ahí. Besos