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Sin Tristeza

Ella se miró las manos despacio. Estaban arrugadas, con algunas manchitas de color café con leche que las salpicaban aquí y allá. Sus dedos seguían siendo largos y delgados, pero al menos tres de ellos estaban deformados por la artrosis y en las largas noches de invierno le dolían y le costaba moverlos. Cuando él se daba cuenta le tomaba las manos entre las suyas y las acariciaba en silencio, sin decir nada. Y aun así, se decían tantas cosas…
Su pelo era ya casi blanco del todo. Hacía años que había dejado de teñírselo; cuando se dio cuenta de que era una batalla perdida y también de que así, blanco, le daba cierto parecido con Miss Marple. Y además, se confesaba a sí misma, aunque su sagacidad no fuese tanta como la de la señora inglesa, a veces la maldad y la suspicacia no le iban a la zaga.
Cuando se levantaba por las mañanas le crujían los huesos y si se agachaba en la cocina cuando se le caía alguna cosa, le costaba levantarse. A los dos les costaba sentarse, levantarse, y para caminar se ayudaban apoyándose uno en el brazo del otro y de sendos bastones. Pero seguían disfrutando como veinte años atrás de una puesta de sol, de la lluvia en primavera, de un paisaje, de un barco que se veía desde el jardín, a lo lejos. Y sobre todo…después de desayunar, o de cenar, o algunas tardes en que decidían quedarse en casa, se sentaban en la mesa del comedor y él le dibujaba coches, flores; casi siempre calas, casas…y ella se limitaba a mirar cómo se movían sus manos con el lápiz y cómo de la nada surgía algo que siempre la asombraba. Esa capacidad de asombro y el amor que sentía por él no habían cambiado desde que ambos eran apenas niños; más bien las dos cosas habían ido en aumento. Y si ella estaba triste solo necesitaba que él oyese sus problemas o que simplemente le dijese una sola palabra, o le hiciese un dibujo. ¿Cómo podía estar triste si estaban juntos? La tristeza había quedado enterrada para siempre cuando se reencontraron. Bastaba con oír ese diminutivo cariñoso que solo él le daba para sentirse feliz. No se puede estar triste cuando se ama y se es amado.
Beth25 de febrero de 2015

2 Recomendaciones

4 Comentarios

  • Danae

    Un texto de amor maduro salpicado de ilusiones. El mejor. Y qué bien lo cuentas, Beth.
    Un gran abrazo

    26/02/15 11:02

  • Beth

    Muchas gracias Danae. Sabes que tus palabras siempre son como un bálsamo? Te mando un beso

    27/02/15 02:02

  • Polaris

    Te veo sola cerca de un acantilado, sopla el viento, hay alguien cerca de ti, llevas un pañuelo en la cabeza, el aire del mar sopla en tu mejillas, te inunda, estas feliz, es como si una tormenta hubiese limpiado tu alma.

    Cuando te despiertas ya no tienes miedo, cuando te duchas el agua cae por tu cuerpo desnudo, pero ya no lloras, ríes, no se cual es el motivo, algo te hace gracia, algo que ha pasado en la ducha.

    Me alegro que seas feliz. Nadie en el mundo se alegra más que yo.

    No le hagas caso a tu hija, ya sabes como es, tu ni caso.


    Un beso cariño.


    Pol.

    02/03/15 11:03

  • Beth

    Querido Pol: ya nada me llama la atención con respecto a ti. Lo comento por todo, pero más que nada por lo de mi hija. He renunciado a entender cómo sabes las cosas, pero las sabes. Te mando un beso muy fuerte. Cuídate mucho

    02/03/15 12:03

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