Te agradezco tu desdén,
tu oportuno desprecio,
tu sacrificio a veces;
y en todas las ocasiones
esos escasos besos.
Gracias por un tiempo
que fue siempre poco,
y por enseñarme el
sabor de todo lo amargo,
del amor disfrazado
y de cuanto duelen
los sentimientos rotos.
Gracias por los festivos paseos,
por tazas de te en la tarde,
por música de violines
y relojes que no quieren
seguir marcando las horas;
esas que me regateabas
por más que en vano
de amor las disfrazabas.
Gracias por todo, que
en suma ha sido nada;
por todas las amargas
lágrimas, cuando cada
una de ellas es un
puñal que en mi pecho
abierto se clava;
aunque también representa
un paso más en la
distancia que de ti,
por fin, me separa
