TusTextos

Un Gesto 3

Intentó sacarse de la cabeza esos recuerdos que todavía, a pesar de los años transcurridos, le dolían terriblemente. Al entrar en su casa se sintió mejor, sobre todo al quitarse el abrigo y entrar en la cocina, donde directamente se puso el delantal antes de ir a lavarse las manos. Se miró al espejo del pequeño baño que habían mandado instalar aprovechando lo que antes había sido una despensa. Se encogió de hombros con displicencia. Tampoco estaba tan mal para una mujer de ochenta y cuatro años. Tenía arrugas, estaría bueno que no las tuviese; pero su piel seguía siendo blanca y libre de las manchas de la vejez; y los ojos todavía eran azules, aunque algo más velados que hacía treinta años. Al volver a la cocina le vio de pie abriendo la nevera y rebuscando algo. Le miró antes de que se volviese, aunque estaba segura de que ya se había dado cuenta de que ella estaba allí. Habían sido muchos años mirando a su espalda y se percataba de cualquier pequeño movimiento o ruido. Le miró con un amor tan grande que tenía la sensación de que el corazón se le iba a escapar del pecho. Todavía su espalda se mantenía recta y erguida y el pelo, antaño rubio, ahora era completamente blanco, aunque seguía igual de abundante que antes. Cuando él se giró se miraron a los ojos y el mundo, como siempre ocurría, pareció detenerse por un instante. Ahora no importaban los años pasados, ni las arrugas, ni los dolores, ni la artritis o el cansancio. Se abrazaron en silencio y ella se empinó ligeramente sobre sus pies, ya algo inestables, para alcanzar su cuello. El seguía oliendo exactamente igual que cuando se conocieron y su piel era igual de suave.
-Pensé que habías desertado y me habías dejado solo ante el peligro. Por si no lo recuerdas tenemos a todo un regimiento para cenar-la acusó
Y ella se rio, contenta, porque nada le agradaba más que tener que abrir la mesa del comedor para que cupiesen todos: hijos, nietos y una pequeña bisnieta de apenas tres meses. Ninguno de los hijos lo era de los dos, al menos lo que se entiende hijos biológicos, porque todos lo eran de corazón. Ella había aportado un chico y una chica, ya completamente adultos cuando se conocieron, y él un adolescente que acabó de hacerse un hombre aprendiendo a aceptarla. Ahora todos estaban unidos por lazos más espesos aún que la sangre: los lazos del corazón, los que voluntariamente uno establece sin tener en cuenta el ADN. Los nietos no hacían distingos; a todos les habían criado con amor y ellos sólo sabían que en aquella casa había toneladas de cariño para todos. Ahora su pequeña bisnieta tendría ocasión también de comprobarlo. ¿O quizá no le daría tiempo? Se llevó la mano al pecho en un inútil intento de calmar a su viejo y cansado corazón, que se empeñaba en dar saltos como un pájaro que aletease buscando su nido.
Beth08 de enero de 2014

2 Comentarios

  • Cimoni

    Un texto lleno de amor, el paso del tiempo no disminuye el amor por el contrario este se robustece y se demuestra en ese compartir.
    Bello texto, un placer
    Pame.

    09/01/14 03:01

  • Beth

    Gracias Pame, así es, cuando el amor es de verdad con el paso de los años solo hace aumentar

    09/01/14 08:01

Más de Beth

Chat