A Ti
I. Y te marchaste
Te fuiste cómo se van las golondrinas cada invierno, como uno se enamora, despacito despacito y de pronto muy rápido. Te marchaste sin saber cuánto has significado para mi, te marchaste una madrugada cualquiera casi sin avisar, te marchaste y rompiste mi corazón en mil pedazos afilados que me hieren por dentro.
Te marchaste como llegaste a mi vida, en un abrir y cerrar de ojos. Cuando ya no creía en el amor apareciste tu para volver a traer la sonrisa a mi rostro. Inocente y risueño inundaste mi vida de un día para otro. Todo olía a ti, todo me recordaba a ti, todas las voces eran la tuya, cada caricia el recuerdo de tu ausencia. Meses tras meses me enseñaste a amar: a quererme y a quererte, a aceptar la fe en la desconocido, a dejarme llevar. Con el transcurrir del tiempo me encontré perdidamente enamorada de ti, loca por cada célula de tu cuerpo, adicta a tus besos.
Pero la inmensa alegría de gozar de tu presencia se empañaba con lagunas de tristeza cuando me faltabas. Me abrace fuerte a los oasis de felicidad, mi salvación en medio de la crueldad del mundo.
Encontré la paz en tus ojos, el respeto en tus palabras, la bondad más pura en tus gestos y un amor profundo y eterno en el fondo de tu corazón. Pero no te confundas tesoro, mi pequeño cuerpo se convirtió en tu más sincero devoto. Como a un dios te veneraba. Tu me enseñaste a amar, y eso hice cada segundo que pude. Fueron instantes inolvidables, de infinita felicidad que perduran en mi memoria y me acompañarán hasta la muerte. Tatué en mi cabeza tus palabras y tus promesas para no olvidarlas jamás. Soñamos planes de futuro, una vida compartida e hijos que educar. Soñamos ser la media naranja del otro cuando en realidad solo fuimos la primera rodaja del pastel.
Y de pronto todo acabó. Ahora ya no estas conmigo, ya no me reconfortas por la noche cuando tengo pesadillas. Te marchaste sin darme cuenta, sin dejarme luchar y a la vez sabiendo que esto tenía que acabar. Cuando me tumbo en la cama la nostalgia invade mi ser: todo tu me faltas
Pero a la luz del sol me descubro pensando en otros, deseando otro calor que reconforte el vacío que has dejado en mi. Odio serle infiel a tu recuerdo, odio pensar en otros cuando en realidad solo te quiero a ti. Y la rabia me controla y me siento impotente al no poder abrazarte y susurrarte al oído que todo ha sido una pesadilla y continuo a tu lado más tuya que nunca.
Pero debo aceptar que te has ido, que ya no formas parte de mi vida, que tu felicidad ya no depende de la mía. Aunque me duele, debes ser feliz sin mí, debes hacer tu camino y brillar en él, y quizás un día nos volvamos a encontrar. A partir de ahora soñaré que dos extraños se encuentran una tarde de verano, dos viejos amigos hablando de nuevo, recordando el pasado y dándose una nueva oportunidad para ser felices.
