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Cómo Salir Ileso de una Estocada


¡PUM! Cayó al suelo. Desapareció el halo que alza entre las nubes a los tocados por la gracia de la primavera. Ahora estaba sola, incapaz de rehacerse, pero consciente tras la caída de que debía hacerlo si no quería acabar presa en la jaula de los recuerdos. Mirada hacia delante, el vacío presente en sus pupilas y la estancia que parecía iba a ser el escenario de algo memorable. Pero no lo fue. Las maletas ¿Dónde están? ¿Qué me llevo? ¿Qué hago con las fotos, con los regalos, con el anillo? Demasiada pregunta. Ya es tarde y se marchó él antes con el rabo entre las piernas. La cornamenta se la dejó a su querida mujer. El ruedo se queda sin bestia a la que combatir y ya no hay nada que ver. Nada que aplaudir. No hay nada excepto la sangre en la arena y películas rodadas en 12 fotogramas por segundo que recuerdan a trompicones la gloria de quien proclamado vencedor se corta la coleta y recoge un par de orejas. “¡Qué par de huevos! torearme así y largarse dejando al toro retorcerse desorientado en lo que fue escenario de sus mejores días”.
Bosor18 de abril de 2011

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