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Mendigando

Otra noche más asomo la cabeza en la esquina antes de avanzar con sigilo hacia mi objetivo: algo que echarme a la boca para engañar al estómago.

Por suerte la panadera deja siempre en la puerta de su local alimentos que sirvan de consuelo para el hambre de quienes, como yo, vagan por los oscuros callejones. Como con frecuencia, ocurre que no soy el único que se acuerda de la amabilidad de aquella amable anciana, así que toca retirarse… ¡Otra vez será!

Volver a mi guarida resulta siempre una odisea, hay demasiadas personas que caminan… no sé por qué, pero cada vez que el ruido de algún paso se acerca acechante hay algo que me dice: “¡Corre!”; y yo, asustado, agacho el cuello y rápido me escondo bajo el primero coche que veo.

Otra noche más asomo la cabeza por debajo de un parachoques antes de avanzar con sigilo hacia mi refugio.

¡Qué difícil es GGGGGGGGGGGGGGGGG! Perdón, debe haber sido una bola de pelo… decía: ¡Qué difícil es ser gato!
Bosor23 de enero de 2011

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