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Pequeño Cuento

Hubo una vez una chica que quiso ser princesa, deseó desde niña un mundo en que reinara la ilusión y la esperanza.
Quiso llevar vestidos de telas traídas de lugares exóticos, de sedas tejidas y bordadas sólo para ella, tocados y diademas bañados en diamantes y joyas preciosas. Quiso ser la princesa prometida, elegir entre una larga fila de príncipes, duques y caballeros valiosos. Deseó tener el poder de ayduar a su reino y sus gentes, a los vecinos y a los lejanos. Todo esto lo quiso una vez, esa chica que quiso ser princesa sentada en una ventana, imaginándose en su torreón.

Y un buen día, nuestra princesa se cansó de querer y de desear un reino, un amor prohibido, un séquito de mayoridmos, alguaciles y criadas, se hartó de ganas y de anhelos que no la conducían a ninguna parte, que la mantendrían en la ventana, viendo pasar el tiempo. Y con la decisión corriendo por sus venas, se puso a trabajar.
Empezó con una simple piedra, luego otra, y después, otra más. Cuando se paró a mirar, había construído ya la torre del homenaje, madurado el color de las alfombras y cortinas, colgado los mástiles para estandartes; había montado la mesa, con sus sillas de madera y forja, su cubertería de plata y los platos de porcelana.
Quiso comprobar el resto de la torre y paseó por los almacenes, por los puestos de guardia, las almenas y el Gran Salón. Bajó a las mazmorras, las construyó sin pensar, y ahora meditaba sobre qué uso le daría, desde luego, le gustaría encerrar a algún que otro maleante de su mundo actual. Pensando en esto.. subió las escaleras de la torre, hasta el último peldaño, se asomó y mira hacia abajo. ¡Que alto habia llegado, que pequeño parecía todo desde allí! Se fijó tambien en que su castillo no tenía muralla, así que se puso manos a la obra y la edificó, con su adarve, un foso, un puente levadizo con rastrillo y una barbacana encima de los portones. Ya estaba listo, volvío a subir a la torre más alta, volvió a mirar alrededor y esta vez, se dijo, ya podía sentirse la princesa que un día quiso ser.
Después de todo esto, de sentarse en la ventana a desear un reino, de querer construir su castillo, luego de mirar el mundo desde lo más alto del torreón, después de haberlo conseguido, bajó las escaleras de la torre, pasó por delante de las almenas, cruzó el gran comedor, echó un vistazo rápido al dosel de su cama y salió del castillo.
Levantó el rastrillo, abrió las puertas, atravesó el puente levadizo sobre el foso y se dirigió al camino de arena y pedrea.

Cuando llegó, cogió una piedra, se giró, y la lanzó. El guijarro rompió un cristal. La princesa, se volvío a girar, se agachó, y cogió otro pedrusco, lo volvió a lanzar, esta vez con más fuerza, y le dio al torreón. Las rocas que lo formaban empezaron a caer, la argamasa que las sujetaba aún estaba húmeda. La princesa lanzó otro proyectil y más piedras del castillo empezaron a caer. Una tras otra, no quedaron dos juntas, cuando se empezaba a quedar sin piedras en el camno, empezó a lanzar las que iban cayendo de la fortaleza. Así terminó su obra la princesa. Así, sentada en su ventana, viendo pasar el tiempo, destruyó su sueño.

Fue así como la chica que una vez quiso ser princesa, construyó un castillo en el aire, sólo para tirarle piedras. El porqué, ella es la única que lo sabe.
Btrix29 de marzo de 2011

1 Comentarios

  • Anitalove

    que bonito, me ha encantado =)

    29/03/11 07:03

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