Nos quedamos con el mensaje matando al mensajero
cuyos labios escupieron sobre mutilados y espejo.
Ecos sin el presente al que el temor del esfuerzo
se deja robar, sin gritar, sin jaleo, sin na.
Nos quedamos con el miedo sin habernos escuchando,
sin haber nacido, y puede, que sin haber muerto.
Ignoramos la sombra que tendida en el suelo,
dicen es valor y sé dice, el complejo,
que de niños omitimos y adultos mal parimos,
haciendo del viento llanto y risa de los entierros.
¿Qué por qué la pena hiere y la vida alardea?
Tal vez sólo lo sepa el poeta, que oculto en su mazmorra,
navega donde nada queda y toda hora, se lamenta.
Sin creerme más que nadie y tan escaso como la siesta,
pasa ante mío esa historia que sin sueños que la viviera,
me hace tan poco y tan persona
como hizo de la mujer orgullosa madre,
y a la guerra, eterno romance.
Bagatelas que transcurren entre hambre y gloria,
dibujan en mis oídos instantes que de tiempo y aire,
llenan el yo de mis venas con la armonía de mil miserias.
Alegría he pedido para el mundo y su instalada parodia,
a ver si los muertos en vida despiertan y por fin,
la calle recobra su vida.
