TusTextos

Amor Propio

Llegaba el verano,
llegaban los asados a la noche,
la cerveza bien fría,
y por qué no,
las risas a las 5am.
Llegaban las ganas de explorarse,
las ganas de encontrarse,
de cantar,
bailar,
y a veces,
hasta de amarnos.
Porque nos daban ganas de querernos
a nosotros mismos,
y si nos atrevíamos
a lo más osado
a lo más intrépido
que es el amor propio,
cómo no íbamos a querer
descomponernos un rato de la risa
que nos duela la cara, la panza, el alma
y que se escuche por toda la cuadra
y el barrio
y el país,
cómo nos miramos esa noche
medio amándonos, medio no sabiendo cómo reaccionar
porque habíamos creído
que cuando uno se amaba a sí mismo
ahí terminaba la vida
ahí
así como así
te morías
pero no nos morimos
entonces la flasheamos y nos replanteamos la existencia
y llegamos a la desesperada conclusión
de que como somos seres sociales
nosotros
necesitamos
del otro.
Entonces como ahora creíamos entender
de qué va esto que llamamos
vivir
concordamos en conocernos
más de lo que nos conocíamos
y mientras yo le sacaba la remera a uno de los tantos
uno de los tantos me sacaba la remera a mí,
otro apagaba las luces,
otro, en desacuerdo, salía a fumar,
y mientras tanto, la cerveza
se calentaba,
las sobras del asado
se enfriaban,
y cuerpos curiosos
se encontraban.
Y cuando nos vestíamos,
como decía Cortázar,
volvíamos a ser progresivamente lo que no éramos,
porque
¿qué eramos?
No eramos el traje que usábamos (o no) para el laburo,
ni las sandalias hippies que llevábamos a la facu,
ni cómo le contestabamos al colectivero que casi nos pisa,
ni a qué hora llegábamos a casa,
ni cuántos besos le dabamos a nuestro perro en el día,
ni cuántas cosas hacíamos,
ni cuántas cosas dejábamos de hacer,
ni con cuánta frecuencia limpiabamos el auto,
ni cuántos cigarrillos nos fumábamos en el dia,
porque nada
de eso
importaba.
Lo que valía la pena tener en cuenta
eran las sensaciones que acumulábamos en esa caja imaginaria
que todos llaman corazón,
porque cuando hablan de qué lindo corazón tenés,
ni de onda se refieren
al órgano venoso y latente,
entonces me imagino que en un mundo metafísico,
guardamos lo que sentimos en una cajita,
a veces la caja de Pandora,
a veces una caja de música,
a veces una caja de cartón.
Y por encima de todo
qué hacíamos con la caja
era lo que importaba de veras
entonces nos sentíamos plenos
mientras yo les contaba mi filosofía,
y ellos fumaban o tomaban o ambas
y se reían y me miraban y de vez en cuando iban
y se besaban
entre varios
y ellos así se sentían plenos
y guardaban esa plenitud en su cajita
y yo que los veía desde afuera
desde mi lugar
desde mi asiento
desde mi campana de cristal,
para vos Plath,
siempre afuera
orbitando alrededor de otra estrella
de otra galaxia
en la que tal vez los corazones sean cajitas
que podamos abrir cuando queramos
para ver realmente
qué hay
de nuevo
ahí
sin que tengamos que hacer prueba y error
para comprender
qué carajo sentimos.
Y si fueran cajitas,
nos hubiéramos ahorrado las guerras mundiales,
y seguramente hubiéramos evitado
que los caniches
tan odiosos
existan.
Hubiéramos curado,
en vez de romper
y hubiéramos sido felices
y hecho felices
a los demás.
A pesar de toda la mierda
que hicimos
por no saber abrir la cajita
la maldita cajita
la cajita de mierda,
llegaban las ganas de quedarse hasta las 5am
riéndo.
Y como era tan a flor de piel,
sabíamos lo que estábamos sintiendo
antes que la cajita
y no nos pudo mentir
ni nos hizo dudar
y nos quisimos más
auténticamente
a nosotros mismos.
Camiladavel10 de diciembre de 2017

Más de Camiladavel

Chat