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Las Golondrinas

¡Hoy, a las 16,40 horas, llegaron!
Hace ya cerca de 20 años que una pareja de golondrinas anida bajo el alero de mi tejado… Sé que estos vivarachos pajaritos no viven más allá de 4 o 5 años y, por ello, cálculo que ya son dos o tres las generaciones que, con la llegada de la primavera, anidan en un oculto lugar, justo encima de la terraza.
Cuando pienso en esta pareja, recién llegada, de oscuras plumas y pecho blanco, me parece imposible que unos cuerpos tan diminutos, cuyo cerebro se supone es pequeño, puedan llegar cada año de la lejana África, cruzar el Estrecho de Gibraltar y, sorteando todo tipo de obstáculos y peligros, encontrar el lugar en donde está su nido del año pasado… ¡Resulta misterioso y, hoy por hoy, inexplicable! Las distintas teorías, sobre esta extraordinaria capacidad para llegar hasta un determinado lugar, van desde su orientación por el Sol; por la Luna; por el magnetismo terrestre o por las estrellas. En realidad, cualquier teoría es buena mientras no se demuestre lo contrario…
Lo importante es que, cada año, con admirable puntualidad, llegan desde la lejana África para criar a sus hijos en el Norte, donde la temperatura es más benigna.
Cuando cae la tarde, los trinos de las golondrinas me avisan de que salen a “cazar” los mosquitos y moscas que pululan por el patio de luces. Sus acrobacias ––potencia y belleza unidas––, me recuerdan el vuelo de un avión de caza: planean, se dejan caer en picado, elevan el vuelo… Cuando parece que van a chocar con un edificio, giran con gran maestría para elevarse de nuevo… ¡Realmente, saben volar con el mínimo esfuerzo!
Uno de los miembros de la “familia” que este año anida en el alero de mi tejado, es descendiente de la primera pareja que, avanzada ya la primavera, llegó desde la lejana África, hace casi 20 años… ¡Increíble! ¿Cómo pueden localizar la zona ––con milimétrica precisión––, el lugar exacto de la ciudad, el edificio, el nido del año pasado…? ¡Manifiesto mi asombro ante semejante fenómeno!
Algunas tardes, aproximadamente a finales del mes de junio, se escucha la llamada imperiosa de las crías, reclamando de sus atareados padres el alimento… Se nota, por las muchas visitas que hacen al nido, que la alimentación de sus pequeños exige de ellos una mayor dedicación… ¡Deben quedar exhaustos, al final del día!
Nuestro gran poeta, Gustavo Adolfo Bécquer, admirando como yo el vuelo de las golondrinas y su periódica y primaveral llegada, vio en estos pájaros a los mensajeros del amor. Estoy seguro que, cuando compuso su poema en el que las golondrinas son “mensajeros” y “testigos” del amor, se encontraba inmerso en un estado de profunda melancolía; quizá viviendo el punzante dolor de un desamor… La primera estrofa, dice así:

Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán;
pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!

Hoy, pasado ya el tiempo de cría, he visto salir del nido a seis golondrinas… Pienso que son los padres y cuatro polluelos que, algo torpes aún, intentan volar siguiendo a sus progenitores. Así, en este acelerado aprendizaje, permanecerán por estas tierras un par de semanas más. Después, una vez dominen el vuelo, marcharán todos hacia el Sur, hasta que la próxima primavera llegue…
¡Se han marchado muy de mañana! Después de unirse ––en un poste del tendido eléctrico–– a un numeroso grupo que se fue formando durante la madrugada, todas han volado en dirección al Sur. Pienso que este preciso momento ––el de la partida–– fue el que inspiró al poeta…

«…pero aquéllas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquéllas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!»

No sé si estaré aquí para ver el regreso de las golondrinas; no sé si ellas ––cuando las observo desde mi terraza–– me recordarán, al igual que recuerdan el lugar en donde está su nido…
Lo verdaderamente importante, es el cíclico regreso de estas pequeñas aves precursoras del verano; viajeras infatigables que, movidas por un misterioso mecanismo, nos anuncian con sus breves y sonoros trinos su llegada desde el caluroso Sur.
Mientras aniden en el alero de mi tejado y pueda escucharlas, recordare el inicio del poema:

«Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y, otra vez, con el ala a sus cristales
jugando llamarán…»


© 2010 Fernando J. M. Domínguez González

Canteiro18 de junio de 2010

1 Comentarios

  • Serge

    Canteiro:
    Amigo me encanta tu forma de escribir y aún más por que hablas de los animales sean cuales sean.
    Las aves forman parte de mi vida sin querer queriendo y te aseguro que son hermosas e inteligentes.

    Un gusto leerte.

    Sergio.

    22/06/10 07:06

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