Tras tanto tiempo enclaustrado en aquel espacio tan húmedo y oscuro, el aire limpio de la estancia le pareció lo más extraordinario que jamás hubiera podido imaginar. Saboreó el momento, se dejó llevar por la corriente, se deleitó con su luminosidad, y agradeció al anfitrión que cediera a las presiones para otorgarle esa independencia que les liberaba a ambos por igual. No obstante, había algo que no entendía, las caras de los presentes estaban desencajadas por un mueca de disgusto, lejos de celebrar con él la libertad, parecía más bien que ello suponía una contrariedad. Pero no le importó, sabía lo efímero de su existencia, no caería en la trampa de preocuparse por otras sensaciones que no fueran las suyas propias, debía apresurarse para disfrutar al máximo de la oportunidad que le acaban de conceder, así que impregnó el ambiente expandiendo toda su esencia, sabedor de la corta duración de su actividad, y se marchó diluyéndose feliz mientras oía exclamar a lo lejos: "hombre Pepe, ¿otra flatulencia?"