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Aclaración Iii

Al parecer, ni los reyes ni la princesa Benett eran capaces de asimilar aquellas palabras. Alguien tenía que decir algo para que algo pasara. Debía hacerse algo, pero no sabían qué

- ¡Hombre! ¿De qué habla usted? Si las estrellas brillan, y esa roca no —Objetó el Rey al fin— ¿Es algún tipo de farsa?
- Su Majestad, como ya he dicho, esa roca es la estrella —Repitió temeroso el pretendiente.
- ¡Explique entonces por qué no brilla! —Se apresuró en añadir la Reina.
- No sé explicarlo, Su Majestad, simplemente al traer la estrella a la Tierra, deja su brillo.

En un principio, la princesa Benett se creyó afortunada, ya que alegaría que nunca pidió una estrella apagada, y así sería mucho más difícil complacerla. Creía que definitivamente su boda no se llevaría acabo.

- Pedí una estrella. Pero si no brilla, no sirve. Padre, Madre, no puedo casarme con este hombre. ¡Que se vaya! —Dijo con autoridad la princesa Benett.
- Mi hija tiene mucha razón. Hombre, no puedes casarte con ella. Has de marcharte —Sentenció el Rey.
- ¡Pero, Su Majestad! ¡Esto es una tragedia! —Replicó el pretendiente con preocupación notable en el rostro— Yo he sido el primero en emprender el viaje en busca de la estrella para la princesa vuestra hija. Tras de mí salieron miles más. Ellos no saben de esto. A su retorno, traerán consigo miles de rocas como esta. ¡Las estrellas en el cielo se acabarán!

El Rey y la Reina reaccionaron entonces. ¿Acabar con las estrellas del cielo? ¡Eso se vería muy mal para con otros reinos y comarcas! Eso era lo que a los reyes les importaba. Pero la princesa Benett no pensó en eso ni por asomo. Vino a su mente la imagen de un cielo sin estrellas, su corazón entristeció, con lo mucho que le gustaba contemplarlas en el firmamento nocturno. Y claro, se dio cuenta de que todo era su culpa.

Esa noche, desde la torre norte como siempre, la princesa contempló un hermoso, pero triste espectáculo en el cielo. A intervalos irregulares, estrellas fugaces surcaban la bóveda celeste. Una a una iban desapareciendo; alargaban su luz un breve instante y luego se apagaban. Con lágrimas en los ojos, Benett fue testigo de las terribles consecuencias de sus caprichos. La mitad de las estrellas en el cielo sobre la comarca desaparecieron esa noche. Así que, como había dicho el primer pretendiente, a la llegada de los otros miles, la princesa pronunció un nuevo comunicado.

- ¡Parad la caza de estrellas! ¡Ya no lo intentéis más! Como habéis notado, vuestras estrellas se han apagado, yo no quiero una estrella apagada, y en el cielo solo queda la mitad de todas ellas. Por tanto, esta es la nueva propuesta: "El primero que descubra la manera de devolverle a las estrellas su brillo, para volver a colocarlas en el cielo, ese será con quien me case." Y algo más; decidles a todos los que podáis, que se abstengan de ir al cielo a por más estrellas. Es todo.

Al igual que en el primer discurso de la princesa, los allí presentes tomaron sus estrellas y se devolvieron por sus caminos, para tratar nuevamente de complacer a Benett. Ella se preocupó por los demás hombres que aún no habían vuelto, pues por ello, las estrellas restantes corrían peligro.

Ante la claridad del día, era imposible apreciar otra estrella que no fuese el sol, pero al anochecer, la princesa subió a la misma torre norte. En la inmensidad del oscuro vacío del espacio, una sola estrella titilaba con dificultad. Era una estrella muy pequeña y muy opaca; el único consuelo que le quedaba a Benett. Entonces, en ese momento, como si el universo le guardara un rencor inmenso, la última estrella alargó su luz y se apagó, ante los ojos de la princesa que rompió en un llanto desconsolado.

Unos días después, una figura vestida con una extendida vestimenta apareció en el castillo.

- ¿Qué pintas aquí, mujer? —Interrogó malhumorado el Rey.
- Su Majestad, permita presentarme. Mi nombre es Balas.
- ¿Y qué es lo que quieres? —Le dijo a la mujer sin abandonar su mal humor.
- Verá usted... —Dijo Balas, mientras introducía su mano en su largo vestido. El Rey se inquietó un poco...
Chrisgarcia12 de noviembre de 2010

3 Comentarios

  • Chrisgarcia

    La historia continua; aunque yo me estoy quedando sin tiempo.
    Esporádicas visitas serán las mías, a arañazos podré seguir...

    12/11/10 04:11

  • Serge

    Chris:
    Me encanta la historia, sabes manejar muy bien la prosa, estaré pendiente de las siguientes publicaciones.

    Sergio.

    12/11/10 05:11

  • Chrisgarcia

    Serge:
    Gracias por gustar de esta historia.
    Seguirá, pero creo que tardaré en poner las otras partes.
    Saludos

    15/11/10 12:11

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