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Aclaración V

Entonces, Balas sacó un pequeño frasco que contenía una sustancia extraña, de la cual el Rey sospechó, y temió por la seguridad de su esposa la Reina y su hija la princesa Benett, ambas allí presentes.

- ¡Amenaza de... —Antes de poder decir la palabra "bruja", Balas alcanzó a rociar con la sustancia al Rey y la Reina, convirtiéndolos en piedra. Benett, asustada, se levantó de su trono.

-¿Por qué has hecho esto? ¿Quién eres? ¿Qué quieres? —le dijo la princesa a la bruja.
- Verá, Su Majestad, estas son mis oscuras intenciones...

¡Alto! Querido lector, ¿te recuerdas de mí? He sido yo el que se ha quejado al principio de esta historia, sobre la locación y tiempo en que ocurren los hechos. Pues bien, ahora me quejo de este estereotipo. ¿Convertirlos en piedra? ¡Vaya clásico! ¿Por qué en todas las historias las brujas suelen ser viejas, feas y malvadas? ¿Deben cumplirse esas características para que les acepten en el sindicato? Ahora le doy fin. Aquí te presento a Balas, una chica joven y guapa. Y es así como las cosas ocurren...

Entonces, Balas sacó un pequeño frasco que contenía una sustancia extraña, de la cual el Rey sospechó, y temió por la seguridad de su esposa la Reina y su hija la princesa Benett, ambas allí presentes.

- ¡Amenaza de bruja! —dijo el Rey alzando la voz. Los guardias del castillo rodearon rápidamente a Balas.
- ¡Esperad! —les dijo ella. En una mano sostuvo el frasco, y con la otra se sacó del mismo vestido, una roca que a todos se les hizo familiar. Los guardias retrocedieron unos centímetros, Benett, el Rey y la Reina permanecieron a la expectativa. Derramó el contenido sobre la roca, y esta... comenzó a brillar— ¿Puedo casarme ahora con vuestra hija?

Un silencio incómodo y mucha tensión se apoderaron de aquel extenso salón. Nadie sabía qué decir. Balas esperaba una respuesta. El Rey no sabía si estaba enojado, frustrado, asustado, feliz... Lo único que sabía era que estaba confundido. La Reina se sentía exactamente igual. Pero la que menos sabía qué decir, era la princesa Benett. En su mente pasaron muchas cosas. Recordó a su primer amor, el cual la había abandonado. Recordó que ya se había planteado con anterioridad la posibilidad de enamorarse de una mujer. Entonces se percató de lo que sucedía ante ella en ese momento. ¿Sería una señal? ¿Debería tratar?

- Balas —dijo al fin el Rey— Le has devuelto la luz a ese fragmento de estrella. Pero has usado brujería para ello; a demás, eres una mujer.
- ¿Pretendes que dejemos que desposes a nuestra hija? —agregó la Reina.
- ¡Pero la única petición para casarse con la princesa ha sido la de iluminar de nuevo la estrella apagada! —respondió Balas. Benett guardaba silencio.
- ¡Pero eres mujer! ¡No puedes casarte con otra mujer! ¿Qué dirían los demás de ti? ¡Y menos con una princesa! —el Rey declaró con preocupación.
- ¡Y siendo una bruja! ¿Qué dirán los otros reinos y comarcas? —era lo que a la Reina le importaba.
- Ninguna de esas condiciones ha sido aclarada con las palabras de la princesa —se esforzó Balas en rebatir. Benett guardaba silencio.
- Mi hija no declaró esas condiciones en ningún momento, eso es cierto. Pero seguro no lo hizo, por ser bastante obvias. Yo seré ahora el que decida por ella.
- Definitivamente. La futura reina de este lugar, como yo, deberá tener un esposo, un rey, no otra reina.
- Con todo respeto, deberíais dejar decidir ahora a la princesa, lo que la princesa ha de hacer —Benett decide expresarse al fin.
- Padre, madre... —se esforzaba por no trastabillar entre palabras, mas era en vano— Yo... Es cierto que yo... La joven Balas aquí presente... tiene razón. Yo no aclaré... ninguno de los puntos... que ella señala. Y también tiene razón...en que ahora... debéis dejarme decidir a mí. Ella... ha cumplido. Ha vuelto a encender el brillo a una estrella apagada. Sé que generalmente... las brujas... son enviadas a la hoguera. Pero con el poder... que ser de la realeza nos confiere... podríamos darle inmunidad... —Balas sonríe.
- ¡Hija! ¿Pero qué dices? —se pronunció la Reina— Sí, podemos hacer eso, pero, ¿casarte con otra mujer?
- Ninguna ley lo prohibe —retomó la palabra el Rey— Pero nunca antes, en ningún lugar han habido dos reinas.
- Lo sé. Pero en todo caso, no sería vuestro reinado el que se vería afectado, sino sería el nuestro el que asumiría las consecuencias. Quiero darle a esta chica la oportunidad —la princesa expresó con mayor y notable confianza en sí misma, pues la sonrisa de Balas le había cautivado.

Se percataron entonces, que el lugar no era el apropiado para discutir tan drástico tema, así que pasaron a un salón aparte, en la que solo se reunieron los reyes, Benett, la particular pretendiente y un par de guardias. Claramente, lo que a los reyes les perturbaba la conciencia era el "qué dirán", su reputación. No pensaban en lo que quería su hija; no hasta que ella lo decía. A la mayoría de las objeciones de sus padres, la princesa se valió del argumento: "Será mi reinado, no el vuestro", el cual le resultaba bastante bien.

- De acuerdo —dijo el Rey ya bastante convencido— Vosotras asumiréis las consecuencias. ¿Pero qué dirá la gente cuando se enteren de la boda de una princesa con una bruja?
- No es necesario que se enteren de que Balas es una bruja —respondió la princesa con bastante seguridad— Simplemente la boda se celebrará, y el que quiera estar presente, que lo esté.
- Benett, mi amor, ¿estás segura de que esto es lo que quieres? —preguntó dulcemente la Reina a su hija; al parecer, se había dado cuenta de que tenía que pensar en ella, no solo en su reinado.
- Estoy segura, madre. Quiero intentarlo con ella —fue lo que la princesa decidió.

Pues ya nada podía hacerse. Aún con un poco de preocupación, los reyes aprobaron las nupcias de su hija la princesa. La ceremonia se realizó en la Gran Plaza, frente a la Gran Catedral, ante el gran asombro de todos los residentes de la comarca. Los anillos, tanto de Balas como el de Benett, llevaban incrustado una pequeña piedra, sacada del fragmento de la estrella que Balas había encendido aquel día. Dicho fragmento, había sido colocado en un pedestal en el interior del castillo, pues era lo que la princesa había pedido desde un principio.

La mezcla que la princesa Balas había creado, le fue repartida a todos aquellos que habían robado una estrella del cielo, y se les encomendó volver a colocarla en su sitio. Y así fue hecho. Las estrellas volvieron a brillar justo en la misma noche en que la boda se celebraba.

Alrededor de la Gran Plaza, se encontraba una fuerte línea de seguridad. Pues al ser un lugar obviamente público, la mayoría de los habitantes se habían reunido allí. Y entre los reunidos había hombres, hombres que sentían que su "orgullo de macho" les había sido herido. Y también había, tanto hombres como mujeres que desaprobaban la unión de dos féminas en matrimonio. Pero claro, también estaban los que sí lo aprobaban y se sentían felices por la princesa Benett y por la nueva princesa Balas.

En fin, lo que los reyes tanto habían deseado, aunque no sucedió exactamente como se pensaba, tuvo lugar esa noche. Esa noche en la que las estrellas lo iluminaban todo. Pero sobre todo, iluminaban los ojos de Benett, y le alegraban el corazón. Alegría que la llevó a conmoverse hasta las lágrimas. La princesa Benett, esa noche tan especial, se casaba.
Chrisgarcia23 de noviembre de 2010

3 Comentarios

  • Chrisgarcia

    Bueno, bueno, bueno...
    La historia, en general, nunca termina... jaja

    23/11/10 09:11

  • Serge

    Chris:
    Amigo ahora las dos estan casadas, cómo sera la luna de miel, las llegaran a aceptar totalmente en esa sociedad.

    Un gusto leerte.

    Sergio.

    23/11/10 10:11

  • Chrisgarcia

    Serge:
    Un gusto que me comentes, y me sigas en esta pequeña historia descarriada jajaja
    Sludos

    26/11/10 10:11

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