TusTextos

Aclaración Vi

Un cierto aire de tranquilidad, mezclado con un poco de duda se respiraba por esos días. Las estrellas en del cielo nocturno brillaban en su sitio, los hombres despechados habían apaciguado sus penas un poco y, la princesa finalmente se había casado. Varias crisis se habían solventado; ahora las miradas de todos se dirigían al castillo, como si una nueva crisis se avecinara, como si dieran por hecho que dos princesas, talvez en un futuro dos reinas, traerían consigo varios problemas.
Así era el ambiente entre la población común, pero en el castillo era diferente. Ni Balas, ni Benett se preocupaban tanto. Ni siquiera el Rey y la Reina le daban tanta importancia a esas teorías. Su forma de pensar había cambiado de manera impresionante. Y se debía al hecho de haber comenzado a convivir con sus dos princesas y ver lo bien que se llevaban.

Ambas estaban juntas siempre. Salían a caminar a los jardines, iban al campo a comer frutas ocasionalmente, a medio día tomaban el té, siempre de manzanilla para ambas, jugaban en el estanque por horas, corrían bajo la lluvia... Aunque obviamente no faltaba algún día en que les surgiera una discusión. Y siempre que discutían, el motivo solía ser una tontería, una pequeñez insignificante. A las dos les encantaba discutir sobre cosas sin importancia, y siempre, una discusión terminaba en un acuerdo. Realmente se habían vuelto buenas amigas. Pero internamente, entre ellas dos existía una dificultad, dificultad de la que Benett evitaba hablar siempre que podía: Balas estaba segura de haberse enamorado de Benett; pero Benett no estaba segura de sentir lo mismo por Balas.

Con Balas a su lado, Benett ahora tenía alguien con quien contemplar las estrellas, desde aquella torre del lado norte del castillo. Solían hacerlo casi todas las noches. Era un momento muy especial para ambas, pues Balas se daba cuenta de cuanto había hecho hasta conseguir casarse con Benett. Y Benett se daba cuenta de cuanto había hecho Balas por ella, y no lo asimilaba por completo. Nunca antes habían hecho tanto por conseguir algo con ella, ni siquiera sus padres. Se encontraban una noche, admirando las estrellas, mientras conversaban.

- Aún no puedo creer que casi hago que las estrellas desaparezcan.
- Pues la palabra clave es "casi". No lo has hecho. He llegado yo para arreglarlo y devolverte tu linda sonrisa.

Benett no sabía bien cómo reaccionar cuando Balas le dedicaba palabras de tal naturaleza. En la mayoría de los casos se limitaba a sonrojarse y desviar la mirada.

- Dime Balas, ¿por qué... has decidido... casarte conmigo? —Por increíble que parezca, nunca antes se le había formulado esa pregunta a Balas. Pues el objetivo de todo esto era que la princesa Benett se casara, las razones del pretendiente no eran tan relevantes. Y en su caso particular, Benett no se lo había preguntado antes por simple vergüenza y timidez.
- ¿De verdad quieres que te lo diga? —a Balas la pregunta le causó gracia.
- ¡Dime! —dijo Benett un poco exaltada, pues no compartía del todo el sentido del humor de Balas.
- ¡Por interés! jajaja
- ¡Dime en serio!
- ¡Es en serio! Aquí en el castillo me estoy dando la gran vida. Ya te he contado sobre cómo vivía antes con mi amiga Camila allá en el pueblo. ¡Esto me conviene más!
- ¡Balas! ¡La verdad!
- Vale jajaja —Balas guardó silencio un breve instante, mientras rememoraba— Hubo una vez... en la que tú, el Rey y la Reina habéis ido al pueblo. No tengo ni idea del por qué habéis ido, pero eso es lo de menos. Esa fue la primera vez que te vi. Vi tu largo cabello rubio, tu piel tan blanca, tus mejillas coloradas... —entre sonrisas y con la mirada perdida, Balas recordaba— tus grandes y brillantes ojos, toda tu delicada figura... Sinceramente, no voy a decirte que ha sido amor a primera vista, pero sí me gustaste, mucho. Y luego, se me presenta esta oportunidad, la tomo, y aquí me tienes, enamorada, como tu esposa.

En su interior, Benett sabía que al preguntar, la respuesta la dejaría sin saber cómo reaccionar. Creyó que talvez podría con ello, pero no pudo. Se sonrojó como nunca antes, se llevó ambas manos al rostro y no supo qué decir, simplemente suspiró. Balas se divertía un poco con la situación.

- A ver, ahora te pregunto yo. A demás del asunto de la estrella, ¿por qué has querido casarte conmigo, otra mujer?
- Pues... —a Benett no le gustaba la idea de hablar de ello. Pero pensaba que si lo hablaba, más rápido lo superaría por completo— Antes de ti... hubo un chico. ¡No se lo digas a mis padres!
- Te lo prometo.
- Bien. Pues yo me enamoré de ese chico. El parecía ser el indicado para mí. Pero un día... —la voz de Benett se desvaneció.
- Pero un día... dime Benett... —con dulzura, Balas quiso animarle.
- Me dijo que ya no me quería —masculló Benett con los ojos húmedos, preparados para dejar caer sus lágrimas en cualquier momento— Que no me quería más... y se fue... ni siquiera sé hacia donde... ni siquiera sé por qué...
- Pues ha sido un idiota, porque no ha sabido valorar lo que tenía ante él. O talvez... tenía algún plan para él y para ti, pero no le ha salido como esperaba...
- ¿Tú crees?...
- Puede ser... Pero lo que importa ahora, es que estoy aquí, contigo, para tratar de hacerte feliz. Así que, por favor, no llores más —Balas deslizó su pulgar sobre la mejilla de Benett, con el fin de detener la lágrima que venía resbalando. Benett sonrió instintivamente.

El anillo en el dedo de Balas resplandecía con fuerza. A ambas les iluminaba generosamente. Sin separar su mano del rostro de Benett, Balas se acercaba con lentitud; conforme se acercaba cerraba los ojos. Y conforme cerraba los ojos, sus labios parecían prepararse para entrar en contacto con los labios de Benett. Pero Benett no sabía qué hacer. No se trataba de una situación que le resultara ajena en su totalidad, sin embargo no supo reaccionar. Simplemente permaneció inmóvil, esperando a que el contacto se diera, sin siquiera cerrar los ojos. Faltaban ya pocos centímetros; entonces, Benett se dio cuenta... Había oscurecido...

- ¡Balas! —exclamó Benett echándose hacia atrás.
- ¿Qué sucede? —preguntó Balas, que abrió los ojos de golpe.
- ¡El anillo!

Las dos princesas observaron con atención. La luz del anillo se había apagado. Benett revisó su propio anillo; también había perdido su luz. Acto seguido, Benett y Balas corrieron hacia el interior del castillo, buscando el salón en el que el fragmento de estrella había sido guardado. Al llegar, ahí, sobre el pedestal, una roca gris, de aspecto volcánico y tosco fue lo que encontraron. Benett no entendió a simple vista; pero Balas, lo comprendió todo...
Chrisgarcia04 de diciembre de 2010

1 Comentarios

  • Chrisgarcia

    No me gusta que sea demasiado larga, pero ha salido así, sola :S jajaja

    04/12/10 05:12

Más de Chrisgarcia

Chat