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Mal Chiste

Agonizando en la cama, Don Sindacco todavía hizo el esfuerzo de llamar a Susana, su enfermera personal.

- Susana —Dijo el viejo entre tos y roncos ajustes de garganta— ¿Podrías hacerme el favor de llamar a mis hijos? Sus números están en la agenda, allí en la mesita de noche.
- De inmediato señor.

Obedientemente, Susana tomó la agenda, el teléfono y marcó el número de Sesaro.

- ¿Diga?
- Buenas tardes señor, habla Susana.
- ¿Susana? ¿Qué Susana?
- La enfermera de su padre.
- ¡Ah! ¿Y qué tal?
- Verá usted, él está…
- No no, me refiero a ti. ¿Cómo estás?
- ¿Yo? Bien. Bueno… algo preocupada, pues su padre está muy mal. El me dijo que le llamara a usted, a su hermano y a su hermana para que vinieran a verle.
- ¿Ah si? ¿Y has hablado ya con los otros dos?
- No, aún no.
- Bien. No te preocupes por ellos, yo les llamaré y pasaré a buscarles. No te ofendas, pero no creo que tú puedas hacer que te obedezcan.
- Entiendo, señor… Se lo encargo entonces.
- Hecho. Hasta pronto, Susanita.
- Adiós.

No muy contento, Sesaro cerró el móvil y lo arrojó al asiento trasero sin ningún cuidado. Entonces cogió su otro móvil, su “móvil personal” y llamó a su hermano, sin importarle que fuera prohibido utilizar el móvil mientras se conduce.

- ¿Qué hay, amigo? Bueno, primero dime quién eres jajaja
- Idota. Soy yo.
- ¡Sesaro! ¿Qué pasa?
- Acaba de llamarme la enfermera de papá. Dice que está muy mal y que quiere vernos.
- Mmmm… ¿Tiene que ser ahora? Estoy algo ocupado.
- Ya lo creo. ¡Deja tus putas y sal del casino! Pasaré a recogerte en diez minutos.
- ¡Mira quien habla! ¿Tú ya dejaste las tuyas? Seguro llevas una a tu lado justo ahora. Y seguro que va haciéndote “trabajos manuales”.
- Un segundo… —A través del móvil, Luke pudo escuchar como las puertas del coche de Sesaro se abrían y cerraban repetidamente— Te equivocas, no hay nadie conmigo.
- Claro…
- Ya lo sabes, diez minutos.
- Si si, lo que tú digas.

A Sesaro le restaba una llamada por hacer. Nuevamente marcó un número en el móvil y esperó la respuesta. Lo primero que Sesaro escuchó por el móvil fue una voz al fondo que dijo “Bueno, da algo de morbo…” Seguido de la voz de su hermana.

- Tonto. Seguro se escuchó. ¿Hola?
- Ains… ¿Marina?
- ¿Sesaro?
- Si, soy yo.
- Levántala más… —Nuevamente se escuchó la voz del principio de la llamada. Esta vez, le acompañaban unos pequeños sonidos que simulaban aplausos.
- ¡Ah ah! Y… ¿Y qué tal…?
- Me han llamado para decirme que el estado de papá ha empeorado. El quiere vernos, y claro, a Luke también —Hubo una pausa en la que Sesaro no escuchó más que los quedos aplausos— ¿Me estás escuchando?
- ¡Oh si! ¡Si, te escucho! ¡Oh! ¡Ah! Mmmm… ¿Y tiene… que ser ahora?
- Lo mismo dijo Luke. Sí, tiene que ser ahora.
- Pero… es que… estoy… ocupada…
- No me digas. ¿Cuántas veces van esta semana? ¿Catorce? ¿Quince? ¡Y apenas es miércoles!
- ¡Tonto! ¡Eso no te importa! ¡Ah! ¡Oh si! ¡Así!
- ¡Eres una maldita ninfómana! ¡Detente de una vez! Pasaré por ti en media hora.
- Ok. Pero luego de esto me dejarás volver a mis asuntos.
- Lo que sea.

Sesaro parecía ser la niñera de sus hermanos, aunque él tampoco era lo que se dice una persona responsable. El dinero que despilfarraba en sus coches deportivos, todo era patrocinado por su padre. Al igual que el que gastaba Luke en los casinos y Marina en sus miles de vestidos y acompañantes. Vivían tan cómoda e irresponsablemente, que habían olvidado que todo comienzo tiene un final.

Al llegar a la casa de su padre, los tres hermanos fueron recibidos por Susana, la cual tenía en el rostro una expresión de total amargura y tristeza. Ella había cuidado de Don Sindacco por diez años, y tener que afrontar lo que había sucedido, no era nada fácil…

- Don Sindacco ha fallecido… —Dijo Susana con gran pesar en su corazón. Incluso lloraba.

Sesaro, Luke y Marina no parecían creérselo, así que corrieron a la habitación para comprobarlo con sus propios ojos. En la cama se encontraba el cuerpo tendido ya sin vida de su padre. Pero incluso ni al ver esta escena, ninguno de los tres parecía estar triste. Muy por el contrario. Los tres sonreían cínicamente.

- Bueno, ahora que hemos quedado desamparados —Hablaba Sesaro— debemos cuidar nuestra herencia, priorizando las cosas más importantes.
- Tienes razón —Continuó Luke— debemos pensar en qué forma utilizaremos el dinero.
- Bueno, yo ya sé en qué lo utilizaré —Terció Marina.
- ¡Oigan! —Intervino Susana— ¿Su padre acaba de morir y solo piensan en el dinero? ¡Que sucede con ustedes!
- Tú. ¿Cómo dijiste que te llamabas? ¿Susana, cierto? Susanita, por favor. ¿Qué más puede hacerse en esta situación? El viejo ya está muerto. Tenemos que pensar en nosotros. Seguro que tú también has pensado en qué será de ti ahora. ¿Por qué no te conviertes en mi chica? —Decía Sesaro mientras rodeaba con su brazo el cuerpo de Susana.
- ¡Señor Sesaro! —Exclamó Susana al tiempo que se escapaba del abrazo.
- No no. Mejor ven conmigo. Compraré un casino y te daré trabajo allí. Podrías dar un trato especial a clientes selectos. ¿Qué dices?
- ¡Señor Luke! ¿Usted también?
- Ejem —Interrumpió Marina. Hizo una pausa como haciendo ver que meditaba sus palabras— ¿Sabes lo que se dice de los tríos? Por el dinero no te preocupes, yo te pagaré bien. Y a demás la pasaremos bien, es doble ganancia.
- ¡Es el colmo! —Gritó Susana y salió de la habitación, llorando más que antes.

- Volviendo a lo nuestro —Retomó la palabra Sesaro— creo que para el viejo bastará un funeral de segunda categoría.
- ¿Seguro? —Dudaba Marina— Yo pienso que uno de tercera estaría bien.
- Pues yo digo que con uno de quinta será más que suficiente —Afirmó Luke.
- No van a discutir por eso ¿o si? —Dijo Don Sindacco mientras se alzaba desde su lecho mortuorio— ¿Qué les parece si me voy caminando al cementerio yo solo? Es más fácil para todos ¿no? Y por supuesto que más barato también.

Los tres hermanos quedaron encantados con la idea, así que dejaron que su padre fuera al cementerio por sí mismo. Incluso le hicieron cavar su propia tumba, literalmente.
En la lectura del testamento, en presencia de los tres hermanos, el abogado leyó tal cual estaba escrito en el papel. Tanto Luke como Sesaro y Marina estaban totalmente confundidos. Los tres dirigieron sus miradas de odio hacia Susana, de quien también el documento requería su presencia a la hora de la lectura oficial.

- ¿A mi? ¿En serio? —Ella también estaba confundida y sorprendida, puesto que ahora, toda la herencia de la familia Sindacco le pertenecía— ¿Pero qué será de los hijos de Don Sindacco?
- Usted podría darles empleo —respondió el abogado.
Chrisgarcia14 de abril de 2011

2 Comentarios

  • Chrisgarcia

    En serio, lo digo en serio. Pero qué más da...

    14/04/11 12:04

  • Adriel

    Me gusta que el muerto cave su propia tumba, le da un toque especial al relato.

    29/08/12 06:08

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