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Martes

El médico del pueblo acababa de certificar la defunción de José. Con rostro apenado su hijo mayor se sentó entre sollozos sobre la cama en que descansaba el cuerpo, a la vez que se aseguraba de reojo de la salida del galeno y de que se encontraba ya a solas con su difunto padre. Y así con voz entrecortada, inició balbuceante:

-¡Cuánto lo siento padre!¡cuántas fueron las veces que quise contárselo...!¡Cuánto siento no haber sido capaz de confesarle nunca que fui yo quién incendió la fábrica para cobrar el seguro!...

De repente y ante la estupefacción del hijo, con voz serena que por supuesto no era de ultratumba y manteniendo los ojos cerrados, José suspiró:

- ¡Tiene bemoles la cosa!¡Que se tenga que morir uno para que se sinceren con él!. Como decía tu abuelo, los lloros y plegarias en vida, hijo, en vida...
Clopezn22 de noviembre de 2019

2 Comentarios

  • Voltereta

    Un relato muy bien construido, que deja abierta una puerta final a la imaginación del lector.

    Un saludo.

    24/11/19 08:11

  • Clopezn

    Gracias Voltereta. Un saludo cordial.

    24/11/19 11:11

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