Confesiones de Invierno
Tengo que confesarlo, Paula... Tengo que decirlo.
¿Te acuerdas cuantas veces prometí mirarte a los ojos para solo decirte la verdad? Bueno, perdóname... No pude cumplirlo
¿Será el frío invierno que me torna medio melancólico y con ganas de llorar abrazado a tu regazo? Como un chico sin alma, huérfano de padre, madre y corazón, rogando por un cacho de pan enmohecido.
Y es que me robaste la calma, te la llevaste. ¿Dónde está?
Prometí mil veces salir de este circulo de faso, alcohol y tabaco. Me jure diez mil veces dejar de estrellar la botella de wiski vacía contra la pared, dejar de buscar consuelo en el sucio inodoro de el desolado baño, entre arcadas y rock.
Otra madrugada perdida. Dándole hasta no dar mas para despertarme sin razón, hígado y con los malditos mambos a flor de piel...
Pero Paula, no voy a ningún lado, no hay nada que curar.
Solo con esta desesperada soledad que parece la negada mancha de aceite que volcaste en mi pantalón favorito y nunca mas salió.
Cuesta levantarse sin el perfume de ese quemado café de las mañanas.
Y es que Paula ¿Recuerdas aquella promesa? No puedo hacerlo, no puedo mirarte a los ojos y decirte la verdad, porque ya no los tengo. Y es que me falta tu mirada Paula.
No puedo jurarte dejar de escabiar asi, no puedo jurarte que está sería la última vez que volvería a las tantas de la noche todo sucio, golpeado, y con ganas de morir.
No puedo hacerlo Paula. No estás más, y el frío no hace mas que recordármelo.
Maldito invierno.
