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Hace Tiempo que Perdí mi Libertad

Hace tiempo que perdí mi libertad, de hecho creo que nunca la he tenido.
Estábamos más de cuarenta en un camión demasiado chico. No dejaban de gritar pidiendo ayuda a algún fantasma desesperados, algunos incluso golpeaban las entradas de aire cubiertas de barrotes con el cráneo. Muchos ya estaban muertos. Se mantenían en píe de lo apretados que estábamos. De fondo oía a alguien sollozar y decir en tono de súplica: ¡Dejadme salir, estoy embarazada! ¡Por favor!
Pero no la iban a dejar salir, nadie podía. Según los rumores el que subía al camión jamás regresaba. Yo estaba asustado, claro que sí, pero decidí mantener la calma, no valía la pena esforzarse.
Pasaron algunas horas más, pude ver a través de la pequeña reja que ya era de noche. Tal vez las diez. Todos guardaban ya silencio. Debieron entender que estaban perdidos, y no me extraña, ya más de la mitad estaban muertos. El olor pútrido no nos dejaba dormir, y las moscas eran cada vez más numerosas. De repente el camión paró, todos nos sobresaltamos al oír el sonido de unas botas al andar por el barro, pero no pasó nada.
Al ver que no había nada de lo que preocuparse, más de lo que teníamos ya, se durmieron de nuevo, pero yo no pude. Seguí mirando por la reja. Estaba todo muy oscuro y solo pude ver una luz al fondo, puede que fuera una casa o algo parecido.
Poco a poco yo también fui cerrando los ojos, el olor y la desesperación dejaron de atormentarme. Quise dormirme y creer que nada de esto había pasado, solo era otra pesadilla.
Corría por un gran prado al parecer sin límites. El sol brillaba como nunca lo había hecho y la hierba crecía verde y brillante. Un río nacía del horizonte hasta donde yo estaba. Su agua era cristalina y mágica. Los peces nadaban sin temor sobre las pequeñas rocas e incluso algunos saltaban como si estuvieran celebrando algo. Me volví y vi a mi familia esperándome al lado de un gran manzano, sentados en su sombra. Corrí para abrazar a mis dos hijos, y justo cuando estaba a unos pocos metros de ellos escuche ruido y desaparecieron.
Me desperté sobresaltado. ¿Dónde diablos estaba ahora? Miré alrededor y sentí toda mi felicidad morir junto con mis hermanos. Estaba encerrado, en el camión. Era la realidad.
Le eché un ojo de nuevo a la casa para asegurarme de donde venía el ruido. Unas sombras se movieron al lado del camión. Lo hacían sigilosamente y susurraban entre ellas. Cada vez se acercaban más y más, hasta que se encontraron al lado de la reja.
Se encendió una luz que me cegó durante un momento y luego pude verlo todo. Eran cuatro mujeres con cara asustada, algunas de ellas lloraron incluso al ver nuestro estado. La más cercana a mí saco una botella de agua de su mochila y empezó a echármela. Intenté beber todo lo que pude, o almenos lo que me dio tiempo. En cuestión de segundos los demás se acercaron a beber también. Se empujaban unos a otros, incluso se mordían. El estruendo era increíble, mucho mayor que el momento de agonía del principio del viaje.
Las mujeres nos dieron comida y agua. Era mucha, pero no suficiente para todos. Al lado de la casa se escuchó el grito de un hombre y las mujeres salieron corriendo.
Mientras ellas corrían el hombre se acercó al camión. El estruendo de mis compañeros era cada vez más fuerte y eso debió enfadarlo, porque se subió a la parte en la que estábamos encarcelados y con un trozo de madera al que había clavado un clavo empezó a golpear a todo aquel que no se callaba.
Todo se convirtió en pánico. Los que estaban callados comenzarón a gritar también.
El hombre parecía divertirse con aquella masacre. Cuando acababa de matar a uno iba a por el siguiente. En menos de un minuto collerón cinco.
Ya solo éramos quince de los cuarenta. Estábamos arrinconados en una esquina, temblando. No podíamos gritar, el miedo conquistó nuestra garganta.
El hombre se acercaba con el palo de la muerte goteando sangre. Se abría paso entre los cadáveres dando patadas y maldiciendo a los muertos. Cuando llego al lado nuestra se agacho y con una sonrisa un tanto irónica nos dijo: No os preocupéis, no quiero que sufráis , así que os mataré a vosotros también
Al escuchar esa palabra supe que todo estaba perdido, así que me armé de valor y encabece el grupo de rezagados. Miré al hombre directamente a los ojos. Eran como pozos negros que ocultaban miles de asesinatos, miles de torturas. Pozos que habían visto más de una vez la muerte en todo su esplendor.
Siempre supe que había nacido con la sentencia de muerte. Nunca tuve futuro, pero al ver mi final delante de mí sujetando un palo ensangrentado y con la promesa de muerte cabalgando por mi cabeza decidí defenderme a mí y a los míos.
Salté y le di un mordisco en la mano que sostenía el arma, intentado ganar tiempo para que los demás saltarán a por él. Pero no lo hicieron. Se quedaron quietos, con ojos suplicantes y atemorizados en la esquina. Asquerosos cobardes, su miedo nos costaría la vida.
El hombre saco de su chaqueta con la mano magullada una pistola y me apunto directamente a la frente.
-Malditos cerdos. No me habéis dado más que problemas. Si no os mato aquí moriréis en el matadero, estúpidos. ¿De qué os sirve resistiros? –
Respiro profundo y me pego el cañón del arma a la cabeza
-En realidad siempre habéis estado muertos-
Los vecinos escucharon un disparo a lo lejos, pero nadie se interesó. El mismo camión pasaba todas las semanas por allí.
Croway25 de julio de 2013

5 Comentarios

  • Javieroscar

    Muy buen relato, acaso metafórico, saludo grande.

    Javier

    25/07/13 05:07

  • Hellraiser

    Estuvo muy bueno. Sin embargo... No me creí eso de un trozo de madera y un clavo en su extremo pueda ser un arma tan avasalladora y mortífera. Casi recordé a los pulpos marcianos de los simpson cuando aterrizan en la tierra con un bate y un arma como la descrita y someten a la humanidad, porque ésta había concebido al fin la paz mundial y se habían deshecho de todas las armas. Sin embargo, si el contexto es metafórico no hay cabida a mi crítica. Saludos (Y)

    25/07/13 09:07

  • Hellraiser

    quizás si alguien usase un arma como esas, con un golpe certero en el cráneo, le encestaría un golpe mortal, sin embargo, las convulsiones premortem por el traumatismo harían de ese momento algo bastante aparatoso. Además batallaría bastante para sacar el clavo hendido en la sesera. Si el golpe fuera en el abdomen, o en un brazo, o en cualquier otra parte, casi con toda seguridad exaltaría los mecanismos de supervivencia del afectado y pese a la injuria, terminaría por una lucha de cuerpo a cuerpo bastante pareja, o huirían despavoridos. Imposible matar a 5 en menos de 1 minuto. Le hubieras regalado un rifle, o una motosierra en vez de esa herramienta tan obsoleta:D.
    Pero fuera de eso excelente, en s erio

    25/07/13 09:07

  • Croway

    Jajaja, sí, tienes razón. Supongo que quería hacerlo más morboso, pero bueno. La próxima vez le presto una katana

    25/07/13 09:07

  • Croway

    En realidad quería dar a entender(dándole un poco de vidilla) el sufrimiento de los animales-producto hoy día. Pretendía que pareciera como si fueran personas, al principio, para transmitir el sufrimiento animal de una forma más cercana. Me alegran muchos vuestros comentarios, un abrazo.

    25/07/13 09:07

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