relato corto postapocalipsis guerra reflexion

Música En El Infierno

En un rincón nevado ardía una hoguera que protegía a los soldados de las garras del invierno. Solo se escuchaba como el viento agitaba los arboles con una suave brisa y al fuego llorar ante el nuevo mundo.
El sol dejo de ser sol cuando las espesas nubes taparon el cielo, dejando un suave techo oscuro sobre la tierra , impregnando al mundo el tono triste que los hombres habían causado.
La nieve caía pesada como las lagrimas de una madre al perder a su hijo, tan blancas como la sangre inocente de aquellos con el corazón puro, tan melancólica como el recuerdo del viejo mundo, que poco a poco se desvanecía dejando la niebla de un pasado perdido, una vieja leyenda.
El soldado más cercano a la hoguera tocaba una vieja guitarra, de ella salían sonidos apagados y armoniosos mientras se cubría con los copos blancos de nieve.
- A veces pienso que nunca veré un día que no nieve. De todas formas me da igual, ¿Sabes? Me gusta.
-Já, es normal. ¿Acaso a un ciego puede gustarle un color? ¿Has odio alguna vez a un sordo con una canción favorita? Eres demasiado joven, naciste con la nieve y morirás con ella. Hijo, yo he vivido veranos enteros, sé lo que es.
John era un veterano, a sus sesenta años seguía sirviendo al ejercito. Caminaba alrededor de la hoguera inquieto, mirando preocupado hacía todas partes. Khan no sabía lo que era una expedición, no deberían haber parado ha descansar, ni siquiera sabía porque el muchacho estaba tocando la guitarra, demasiado ruido.
-He oído de muchas patrullas que han desaparecido sin dejar rastro. Seguramente habrán muerto. El frio, los bandidos, falta de comida... Pobres personas.
- Los muertos no lloran, khan. Ahora solo tenemos que preocuparnos de seguir el camino correcto, con toda esta nieve no puedo ver nada. Seguramente encontraremos una pequeña tienda de antes de la guerra por aquí cerca. ¿Has traído el mapa?
-¿Qué crees? Sin el estaríamos perdidos. Eh, espera. ¿Oyes eso?
Se escucharon unas botellas en la espesura de la nevada, demasiado cercanas.
-¿Serán bandidos?
-No creo, no salen cuando cae tanta nieve. Seguramente sean esos putos animales,he oído que han aumentado en numero.
En menos de un segundo salieron de la nada dos figuras totalmente negras antropomórficas que corrían hacía los soldados.
Khan y John abrieron fuego contra ellas y cuando las balas atravesaron sus cuerpos cayeron en la fría nieve, tintándola de color negro.
-Tendremos que tener cuidado con estos bichos. Un descuido y moriremos como los demás.
-Sí, son peligrosos, pero te diré una cosa, khan. Ellos son los hijos de nuestra guerra, son el fruto de nuestro rencor. En todos los años que llevo de vida la única cosa relevante que he podido sacar en conclusión, y la más cierta, es que nuestro verdadero enemigo somos nosotros mismos. Dale la mano a un amigo y en cuestión de días será un enemigo el que te arranque el brazo.
Khan se calló y mantuvo silencio mientras recogía todo. Tal vez el viejo tuviera razón. No era difícil de creer, al fin y al cabo todo lo habían empezado ellos.