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Las Rocas y El Mar de Sangre

Las muñecas de la joven animadora colgaban de grilletes negros, anclados con fuerza al techo. La cabeza, laxa, se mantenía en reposo, con una ligera inclinación hacia la derecha. Todo su cuerpo desnudo se ofrecía ante él, entre la negrura que manchaba aquella habitación. No era de su agrado, pero las circunstancias le habían llevado a hacer uso de un antiguo granero. El que alguien dejase que se derrumbase sobre sí mismo sin el más mínimo interés lo convertía en un bien común, y como tal hacía uso de él.

En una pequeña mesa plegable descansaban las herramientas de trabajo. Manteniendo siempre los ojos cerrados dejaba que sus manos paseasen por las superficies brillantes, y los filos finísimos, afilados a conciencia. Casi no distinguía las formas, y eso hacía que el azar imperase. Tal y como quería. Al fin, tras un breve "pito pito..." abrió los ojos. El cuchillo largo y fino. Una sonrisa apareció en sus labios, y podríamos asemejarla con las heridas que pronto cubrirían el cuerpo de la jovencita. Sus labios carecían de color, y daban la impresión, cuando sonreían, de ser una mueca realizada a cuchillo. Sin más preámbulos, se dirigió hacia donde colgaba la destinataria de sus cuidados.

Al cabo de una media hora, una marea de sangre parecía arrebatar suspiros y lamentos en las rocosas profundidades de su cerebro. Ya casi no se distinguían rasgos humanos en la masa sanguinolenta que tenía delante. Todo brillo había desaparecido de los ojos de su víctima. Con un gruñido animal, hundió el cuchillo en su vientre, y tiró hacia arriba con todas sus fuerzas. Vísceras viscosas y sangre pegajosa iniciaron una carrera para ver quién manchaba primero sus manos, cubiertas por guantes hasta el codo.

Ya no se oía nada. Silencio. Era un silencio tan profundo que se dio cuenta de que no estaba pensando. Ninguna voz martilleaba tras sus ojos, como era tan habitual. Todo era calma y quietud, una gran isla de calma y quietud, y pronto tendría que salir a navegar, por ese mar tan rojo que lo cubría todo.
Curwen12 de mayo de 2008

2 Comentarios

  • Elalternador

    Me atraen esos segundos de fantasia durante el relato. le entregan una vitalidad distinta.

    Tienes una manera atractiva de contar las cosas, sigue trabajandolo, te daras cuanta demasiado tarde, cuando estes del otro lado del mundo. En el onirismo mas fecundo, en la fantasia mas hermosa, en la libertad mental mas sobrecogedora.

    un gusto, nos estamos leyendo.

    13/05/08 01:05

  • Mejorana

    Lleva razón Alternador, y cuando la lleva hay que dársela.
    Es un relato Muy bien construído e inspirado, de un onirismo sublime.
    Lo que ocurre es que a mi, eso de la sangre y la violencia no me va.
    Cuando he leído lo del granero mi mente se ha marchado por otros derroteros y quería preguntar si alguien ha introducido sus manos y sus brazos hasta el fondo, en una montaña de granos de trigo y ha sentido el calor y la energía que despide.
    Si alguien alguna vez, no ha apoyado su cara contra el trigo para sentir su caricia.
    Señores.
    YO SÍ. Cuando era pequeña.
    Pregunta:
    ¿Habré sido la única en el mundo?

    Respuesta:
    No lo sé, pero os ruego que lo probéis porque habrá valido la pena.

    Si a estas alturas de la civilización podemos encontrar un montaña de trigo trillado y aventado por las manos del hombre.

    13/05/08 12:05

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