Hoy a mi musa, cansada, me enfrento
pues transida estoy por verterte en verso
y nunca hallarte, ¡oh mi oda, mi poesía,
la alegría de mi voz y alma! En nada
te conviertes cuando llega la alborada
y amanezco en mi sudario, mi cama
aterida, mi corazón lleno de escarcha,
la puerta a mis sueños violentada.
La cruda rutina del día a día me despierta
a la realidad que evado en el ocaso; mana
el llanto con sus buenos días, con su tristeza
y su quebranto; mi soledad y tu ausencia
torna en hojalata el acero de mi ensueño
y maldigo el sol que se hace el dueño
de mi cielo; pues la luna y su presencia
me acuna en recuerdos de tu piel amada.
Releo mis letras y me son ajenas; extrañas
se derraman en levedades, en veleidades
de mi alma en duelo por no tener tu mirada,
la caricia que tanto anhelo, tu dulce llamada
a mi deseo; llega fría la yerma madrugada
con sus suspiros, su gris silencio, su deidad
de alba blanca, gélida y siempre distanciada;
y tú, musa mía, vacía de ilusión y esperanza