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Incordiando al Lapicero y al Papel...

Con la compañía de un viejo cuaderno… y como soporte, de mi vida, el lapicero que sostengo. El que se come todas mis penas, el que se traga todos los rechazos y olvidos, el que por siempre encuentra un consuelo que ofrecerme, que es tragarse mis penas mientras las oye y las transmite al papel. Así, ante esta estampa, que se repite una y otra vez en mi maltrecha vida, me encuentro una vez más, contándole a él mis penas y el susurrándoselas al papel. Y así, como ya dije, me encuentro, aunque esta vez no sé como decirle lo que siento… y él me ha dicho que diga las cosas tal como las vaya sintiendo, tal como las vaya padeciendo.

Ay lapicero cuéntale a las hojas en blanco y negro, cuando en el transcribas mis penas con tu oscura mina, lo solo que me encuentro. Cuéntale que, aunque intente olvidarlo, no puedo ceder ante el desprecio. Cuan despreciado me siento, por los amigos que presumen serlo, los que reniegan de quienes son iguales que ellos, porque dicen no ser capaces de olvidarse de su amigo y del amor que les procesa o el simple respeto. Cuéntale que se olvidan, como ellos, de que uno también necesita ese respaldo que ellos presumen no retirar a nadie y que hipócritamente creen más necesario hacia ellos. Y cuéntale que me siento apenado por entregarlo y no tener una respuesta similar.

Ah lapicero, acuérdate también de contarle que no quiero suplicar a nadie que se acuerde de mí, porque en realidad lo que pido es lo que antes ya he dicho, que me devuelvan el aprecio que yo intento mostrarles por mi parte.

Y por si fuera poco, la única compañía que tengo, aparte de la tuya y este viejo cuaderno, se me esta yendo poco a poco. Se le esfuma la vida que rebosaba hace un par de años, se le va las fuerzas que sustentaban todo el cariño y lealtad que a algunos les falta y a ella le sobraba. Se empeñan en hacerme creer que perderla a ella no es tan cruel como perder a un familiar o a un amigo, pero perderla a ella es perder a la única mujer, aunque no lo sea literalmente, que ha venido noche tras noche, durante más de diez años, a buscarme; que me ha acompañado, que no yo a ella, durante mis paseos nocturnos, mientras suspiraba encontrar a una compañera que me diese la mitad de lo que me daba ella.

Si se va ella, entiende que no te acompañe durante un tiempo, pues tú, lapicero, y tú, viejo cuaderno, requerís de mi lucidez y la sensatez que me faltarán cuando ella no esté.
Danifitipaldi22 de diciembre de 2007

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