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Mi Tierra, tu Vientre...

El cielo era estrellado en la prefectura que se extendía a su alrededor. Tendido sobre lo que parecía el único matojo de hierbas, contemplaba horrorizado la desolación de aquellas secanas tierras. Tendido continuaba y mirando al cielo recordaba, mientras una solitaria lágrima, como su ser y aquel mísero herbaje se encontraban en aquellos lares, recorría su mejilla.

Y no hacía más que recordar su hogar, no hacía más que recordar las dulces manos de su esposa, que ataviada con su delantal, lo esperaba en la cocina, con los brazos abiertos y los labios ardientes para darle un beso. El olor del fogón le acompañaba. Sus delicadas palabras lo arropaban. La abrazaba con firmeza, como si fuese su último abrazo, la besaba… Y una felicidad aún más inmensa lo sorprendía, pues agarrado a su pernera derecha, un diminuto ser, mientras le jalaba del pantalón, le dedicaba una sonrisa infinita.

Lo alzaba en brazos, lo besaba, lo abrazaba… lo mimaba. Ah, que locura de amor, bendita locura que no tiene cura. El patio de las flores que se asomaba por el ventanal de la cocina le imploraba una última visita. Con su alma en brazos y su libertad al lado, bajo los peldaños que lo separaban del patio.

Geranios, rosales, helechos, claveles, lo recogían entre si, entre su aroma y su color.

Y mirando al cielo que se abría ante sí por la abertura del patio, pensando en su alma, su hijo; su libertad, su esposa; su patio de las flores y el olor de la vida andaluza, se pudo dormir tranquilo…
Danifitipaldi27 de marzo de 2008

1 Comentarios

  • Mejorana

    Qué bien me has hecho sentir mi vida andaluza, mi casa mi patio, mis rosales.
    ¿Cómo será una siesta en un patio de rosales y jazmines?
    No quiero ni pensarlo
    Algún día lo escribiremos
    Tu, un poema por un lado
    yo, otro poema por otro

    27/03/08 10:03

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