Un Lamento Lento
Un trecho de menos por cada atmósfera que nos separa, que aunque solo sea uno, mengua este tormento. Diez horas. Frío, sueño y el alma congelada de esta pobre viajera de espíritu sediento.
Un te echo de menos por cada madrugada despeinada, confundiendo tu silueta con mis legañas, ajenas a todo y más tuyas que mías.
Cada lunar de tu rostro es un universo a descubrir, de esos en los que te sumerges y luego ya no puedes salir. Lo he intentado miles de veces, créeme. Me he perdido en la trayectoria de sus órbitas esperando encontrarme en tu pupila, pero siempre parpadeas a contratiempo y yo no sé ir descompasada.
Hondos son los abismos que en tus labios se dibujan. Profundas grietas de imperfección perfecta cuya presencia parece gustarte tanto como a mí. Te he dicho mil veces que se pueden reparar, pero eres un despistado nato. Tú sí que no tienes remedio.
Discordante, como siempre, duermes mientras te pienso. Un manual de supervivencia es ahora mi rutina, convertida en el recuerdo de la noche anterior. Hay demencia en mi retina hasta que suena el despertador y comienza un nuevo día, muerto como yo, por la falta de sueño y de ti.
Versos tibios al alba para saber que sigues ahí; que no has dejado de respirar. A veces me cuesta decidirme a vivir nada más abro los ojos, porque temo ver tu ausencia al despertar. Y lo hago porque esto es una lucha constante, cuya arma es el suspiro y un "te quiero" la consecuencia.
No se trata de amor, es más bien una ciencia. Causa y efecto, pero sobretodo dolor.
Que atrapar tus virtudes entre tanta ausencia es, al fin y al cabo, un talento capaz de dominarme por completo. Que me desespero como nadie en este estado de inquietud...
... pero amar es todo un arte y mi lienzo eres tú.
