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Gaza

He llegado temprano, he venido desde el mar. Formo parte de una legión de ángeles conocida desde los tiempos más remotos. Y he sido nombrado muerte no hace mucho, crucé temprano las orillas de Shati, he caminado durante toda la mañana por las tierras de Rimal, y en unas horas habré llegado a mi destino, Gaza. Soy la muerte, una de tantas, y me llaman el "novato".

Apenas voy llegando, sumido en mis pensamientos y repitiéndome, una y otra vez, como si de una melodía pegadiza se tratara, el nombre del niño que vengo a recoger "Abderrahman Ahmed, Abderrahman Ahmed, Abderrahman Ahmed, Abderrahman...", veo a decenas de muertes hablando entre sí. La visión del panorama es, cuanto menos dantesca; creí que esta misión era sólo para mí, pero ha debido ocurrir algo, supongo que de ahí el revuelo causado esta madrugada en el cielo. Observo caras conocidas, ángeles nuevos que he visto en mi nombramiento, y les miro con la timidez de un niño en su primer día de escuela. Soy perfectamente capaz de distinguir a los ángeles veteranos de los novatos como yo, supongo que en este momento la expresión de mi rostro debe ser similar a la de aquellos nuevos ángeles nombrados muerte.

-¿Qué estás mirando novato?- me dice una de las muertes vestida con un largo abrigo de plumas negras, que irrumpe en mis pensamientos-, no te imaginabas esto así, ¿eh?
-¿Qué es lo que está pasando?
- Te han enviado a la guerra, hermano- Dice otro ángel de la muerte con la voz mas dulce que jamás había oído, y un bebé entre sus brazos- Se ha cometido un crimen de guerra.
-¿Un crimen de guerra?- pregunto- ¿No es la guerra un crimen en sí?
-No para los hombres. Como en un juego, hay unas normas establecidas, incluso dentro de la misma guerra, amnistía internacional investiga el caso.
-¿Qué caso?
-No sabes nada, claro- comenta la primera muerte que se dirigió a mí, pero como si hablara consigo mismo-, han tenido que convocar una reunión con las prisas, para nombrar muerte a ángeles que aun no estaban destinados a descender.
-Están utilizando fósforo blanco- dijo el ángel dulce-, este compuesto tiene la propiedad de arder al entrar en contacto con el oxígeno y calcinar todo a su paso, y está prohibido, incluso dentro de una guerra, utilizarlo contra civiles.
-Mirad ahí viene Israel- gritó uno de ellos.

-Ya está bien de tanta charla- dijo Israel con una voz tan profunda como el mismísimo océano-. Ha llegado la hora.

Diciendo estas palabras, todos miramos al cielo viendo como un gran pájaro de fuego abre la boca, dejando escapar de sí una bomba que caerá en unos segundos sobre una escuela convertida en un refugio para heridos; hombres, mujeres, y niños,...
Es en ese momento cuando el mundo parece detenerse. Israel cierra los ojos, con su mano izquierda sube la manga de su túnica negra y espesa, dejando desnuda su diestra coge impulso, y su mano desciende a gran velocidad hasta que sus dedos se hunden con gran fuerza en la tierra. Todo tiembla, incluso podemos ver como la tierra ondea desde su mano hasta esa escuela que estalla por los aires al impactar con ella la bomba.

Tras la explosión, un silencio aterrador se apodera de la escena, y empieza a oírse un tintineo del que ya había oído hablar, una perfecta armonía entre la vida y la muerte, y no es más que el sonido que se produce cuando se rompe el hilo que une cuerpo y alma. Es un dulce y fúnebre concierto de unas quinientas personas que acaban de perder la vida.
Se acabó el silencio. Y empieza a oírse el grito desesperados de aquellos que aún siguen con vida.
De entre la ruinas de escuelas, refugios y viviendas en Gaza, empiezan a salir ángeles de la guarda que se miran con desconcierto, empiezan a inquietarse pues no entienden nada, las muertes de la mayoría de aquellas personas no estaban previstas para hoy. Al vernos se acercan a nosotros, muchos de ellos procuran, en un desesperado intento, pactar con algunos de nosotros. Empiezan a alterarse, a decirnos que ha debido de haber algún error. Algunos de esos ángeles de la guarda aún se aferran a los humeantes y desmembrados cuerpos de sus custodiados. Agitan con fuerza sus alas para apagar el fuego de sus espaldas, pero algunos niños ya han empezado a levantarse de sus propios cuerpos.

Una de las muertes está de pie, sin moverse, cabizbajo, llorando.

-No sabía que una muerte podía llorar- le dije al "dulce"
-No es cualquier muerte- repuso-, es el "hombre"
-¿El hombre?
-El es una de las pocas muertes que antes de ser ángel, fue humano. No se acostumbra, jamás lo hará, pues el sabe qué se siente al perder a alguien querido, es el único de nosotros que conoce incluso la sensación de alzarse de su propio cuerpo- mientras dice esto, veo a una mujer prácticamente desnuda, con su cuerpo aun hirviendo, cómo sin soltar una lágrima, esta haciendo un puzzle de retales corporales, está acercando el brazo de un niño de unos cuatro años al resto de su cuerpo, está juntando pedazos de su hijo para formar un único cuerpo, para formar un único recuerdo, no es justo que una madre tenga que pasar por esto-.

-Jamás nos acostumbraremos- dijo una muerte anciana de miles de años
-Que trágicos acontecimientos hace que nos volvamos a ver, ¿eh, "veterano"?
-Así es, os han enviado aquí esta mañana, pero dentro de unos días podríais estar junto a la cama de un enfermo de cáncer, o en el asfalto, junto a un motorista sin casco. En mi caso eso no es así, esta es mi morada, llevo aquí miles de años y siempre es la misma historia, siempre es la misma partida de Ajedrez, y siempre acaba en tablas. Sólo cambian las formas, la estrategia, las armas, sólo cambian las fichas y lo jugadores. Pero jamás deja de ser un juego en el que los reyes hacen avanzar sus caballos y caballeros, dan largos pasos en sus mismas torres, y ven más tarde desangrarse a sus peones.
-Lo sé- dijo "dulce"- y mientras, los grandes mandatarios se toman un café, se fotografían para la prensa y acuerdan comenzar de nuevo, siempre lejos de sus casas, quieren guerras pero la trasladan a campos de batallas donde los caídos no tienen nombres ni apellidos. Pero es que además, lo de hoy es injusto.
-No hay una guerra justa amigo.
-Pero han atacado a cientos de niños y mujeres, ni si quiera se ajusta a su propia injusticia.
-De ahí que mis amigos veteranos y yo, a escondidas, hayamos elaborado una propia regla. Cada vez que está a punto de morir uno de los grandes: asesinos, terroristas, dictadores,... dejamos abierta la puerta del reino de los cielos, hacemos la vista gorda, y así miles de víctimas tienen la oportunidad de acudir a su encuentro.
Cuando Sadam Hussein fue ahorcado, cientos de almas tiraban de sus pies atormentándolo en su lenta agonía. Y lo mismo hicimos el día en que Adolf se quitó la vida. Aun hay terroristas que se encuentran con un paraíso muy diferente del que se esperaban al inmolarse.

De repente un tintineo me llamó la atención por encima de los demás, vi a pocos metros una luz brillar y empecé a caminar hacia ella. A mi paso, veía a ángeles de la guarda que se acababan de quedar sin empleo, Todos con expresión de impotencia, volvían con pasos confusos, y me miraban. Algunos se consolaban sentados en los escombros de aquellas ruinas, aún discutían con algunos de mis compañeros intentando pactar algunas vidas.
Detuve mis pasos, y a mis pies, un ángel lloraba desconsolado, tratando de poner en pie al portador de aquella luz que tanto había llamado mi atención.

-Abderrahman, Abderrahman, por favor despierta- sollozaba
-Lo siento- dije poniendo mi mano sobre su hombro-, ya no se va a levantar.
-Aquel ángel se giró muy despacio y me miró a los ojos, acto seguido vio cómo en mi otra mano, el espíritu de Abderrahman lo contemplaba sereno. El pequeño Abderrahman se le acercó y le besó la mejilla.

Aquellos días el cielo había sufrido un duro golpe, y allí arriba ya empezaban el papeleo para las sentencias de aquellos que causaron la masacre. Los arcángeles habían habilitado una improvisada estela de Gaza al cielo por la que cientos de muertes, ángeles, hombres, mujeres y niños ya empezábamos a ascender.

Niños abogados, niños doctores, niños ricos, niños pobres, niños mercaderes, niños que según estaba escrito en el cielo, deberían haber llegado a viejos.

Debenetash04 de octubre de 2010

9 Comentarios

  • Indigo

    La realidad con tú siempre excelente narrativa, Saludos amigo.-

    04/10/10 02:10

  • Norah

    Debenetash, magnifico relato…Gaza es una imagen que deberíamos recordar siempre, saludos.

    04/10/10 04:10

  • Debenetash

    INDIGO: Muchas gracias Indigo, por el comentario

    04/10/10 11:10

  • Serge

    Debe:
    Me encanto la historia de las muertes y los angeles, el escenario donde se desarrolla tu relato es desgarrador.

    Un gusto leerte.

    Sergio.

    04/10/10 11:10

  • Debenetash

    NORAH: Muchas gracias Norah, esta historia me la contó llorando un musulman amigo mio empleado de una tetería, y yo no pude hacer menos que convertor esas lágrimas en relato. Un saludo.

    04/10/10 11:10

  • Debenetash

    SERGE: Muxisimas gracias Sergio.

    04/10/10 11:10

  • Debenetash

    SERGE: Muxisimas gracias Sergio.

    04/10/10 11:10

  • Danae

    Hermoso relato. Dramático pero nada efectista. Me ha encantado.
    Excelente, Debenetash.
    Un abrazo grande para ti!!!

    05/10/10 01:10

  • Emme

    Debenetash he queda impresionada con tu relato, es increíble como has captado ese ambiente lleno de dramatismo entre ángeles y muertes. Yo que me siento ligada tan gratamente con mi ángel de la guarda me parece extraordinario! lo has contado magníficamente muchas gracias por compartirlo con nosotros! Un beso

    05/10/10 07:10

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