TusTextos

Mi Bella y Dulce Sara

¡Sara!, ¡oh, mi bella y dulce Sara!. El cielo ha traido a este pobre y humilde soldado de nuevo hasta aquí. Mi dulce Sara, solo unos segundos y unas puertas de madera más antigua que la noche, separan tu cuerpo del mío. Unos segundos más y tus gemidos serán tus únicas palabras y tu silencio en mi ausencia, el recuerdo de algo tan lejano como tu cuerpo y el mío los días que no podemos amarnos.
Suelto el petate en ninguna parte que consiga recordar, el deseo de los meses sin vernos nubla mi visión durante unos segundos como un buque de guerra en días de levante. Corro en busca de tu piel y hago de tu vestido un puzzle sin acabar, tu boca se mete dentro de mi boca y tan adentro no se oye ni un te quiero, un suspiro tembloroso entrecorta el viento que se cuela entre nuestros labios, ora en contacto, ora en la distancia.
Besas mis cabellos y enredas en ellos tus delgadas manos como quien arranca la tierra del suelo en un desesperado intento, yo lamo tus pechos, y un demonio al rojo vivo bucea en tu cintura pactando cobijarse un rato en la guarida que será su lecho.
La ventanas abiertas de par en par, yo dentro de ti, ¡oh, mi dulce bella!, el sol nos sonríe haciendo de nosotros la silueta de dos enamorados a contraluz mientras quema las espaldas de los hombres que descargan mercancía abajo en el muelle, el sol nos sonríe a nosotros nada más.
Soy tuyo para siempre, porque hoy soy tuyo, y siempre será hoy. El sudor nos inunda y hace de nosotros dos peces escurridizos en un agitado mar de sabanas en un día de levante, pero hoy no te me escapas, mi mano sujeta las tuyas contra el cabecero, tu boca muerde entre jadeos mi barbilla, mi otra mano alza tu cadera, y tus piernas en mi cintura han hecho el más prieto nudo marinero, hoy ninguno de los dos escaparemos, y siempre será hoy, mi dulce y bella Sara.
Hemos rozado el cielo una vez, y dos, y tres, y gritas desde lo más alto haber llegado, haciendo referencia a un Dios en el que no creemos y a todos los santos del cielo. Y luego el descenso. Todo ha terminado.
Por primera vez en la tarde, nos miramos a los ojos, hablamos de nada, exhalamos el humo, y contamos las grietas en el techo.
Me visto, apuro el cigarro y recojo del suelo los pedazos de tu vestido y de mi corazón, abro la cartera y dejo caer sobre tí el precio del amor que me has brindado hoy, mi dulce y bella Sara. Recoges los billetes como quien arranca la tierra del suelo en un desesperado intento, y al ver su color, tus labios descubren una sonrisa muy similar a la que ponías al mirarme a los ojos, bueno, o al mirar a través de ellos las grietas en el techo, puede que mas sincera aun, pero dibujaba un arco parecido.
Por cierto, antes, cuando te amaba hace un rato, mentí: hoy sólo es hoy.
- Adiós Sara- digo-, adiós mi puta bella- pienso.
- Adios soldado- piensa Sonia sobre el catre, su casa, su guarida, su reino. Puede que el sol sonria alla en la calle, pero no le sonríe a ella.
-Adios soldado- dice.

Debenetash25 de julio de 2010

2 Comentarios

  • Mary

    Que despiste, como pude saltarmelo?

    Ardiente como el fuego es este relato. Mucha pasion que yo creia
    que era entre una pareja que se ama, pero no, solo era un soldado
    saciando sus necesidades con una prostitura. Creo que hubiera
    habido algo mas si ella tubiera corazon...

    Lo mantengo, eres un escritos muy bueno. Me lo guardo.

    Un besso y buenas noches!

    13/09/10 01:09

  • Debenetash

    MARY: Gracias por comentarlo. Ambos tenian el corazón apagado.

    13/09/10 01:09

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