He quedado en un vagar de andar taciturno, como un vagabundo levantando palabras como si se trataran de un conjuro, en las más remotas distancias del alma.
Recuerdos estallando como cristales inútiles, imágenes amordazadas por un tiempo sin edad, hasta que llueve una melodía que lo impregna todo, penetrando en el abandono que se desliza por las paredes de una carencia cansada.
Una apatía que emula la montaña muda que mira, un llanto que se ahoga en el cuello y lo desvanece en un gesto trémulo, un presagio agazapado he inevitable como relámpago ilumina todos los rincones del mundo.
El ánimo, ya amorfo, es más extraño aun, entre cada trozo de cristal una imagen se desliza, una sombra espera latiendo en el espacio, el andar del vagabundo recoge sus palabras; mientras la lluvia disuelve al caminante con el agua.
