A veces siento como la vida me empuja a un estar inmerso en momentos de un tiempo solo presente.
Los estímulos externos cesan, mientras me confundo con experiencias ya vividas, que se repiten en mi cuerpo, mas no en mi sentir.
Es un abandonar todo lo que ocupa un espacio, y llenar los vacíos con pensamientos y emociones nuevas.
Mi cuerpo lo dejo entre los objetos, mientras una luz se lleva las emociones lejos donde seguro la materia le cueste llegar.
La utopía del tiempo entre dos extremos que siempre se mueven, me regalan un presente que también se mueve, y en donde nunca estoy quieto.
Todo sueño es un viaje que se vive tres veces: en la mente, en la realidad, y en la melancolía de los recuerdos.
Puedo disfrutar de un bello despertar descubriendo mundos que todavía no he visitado sin preocuparme en absoluto, por el tiempo que pase.
En la intensidad de un profundo existir, donde las emociones laten, y donde el sentimiento lo embelesa todo, puedo caer exhausto, y ser arrastrado por las profundidades del tiempo, un tiempo donde todos los extremos se unen, y donde la realidad puede llevarse hasta mi rostro.
En el tiempo que vivimos, no dudo que quepa toda la realidad que existe y todos los objetos que en cada vida se acumulen, pero tengo mis serias dudas que al alma esto le pueda importar.
Sé muy bien, que no puedo detener un solo segundo de tiempo, pero sí puedo, detener un instante de mi vida, durante todo el tiempo... que yo lo desee.
